Las discusiones han dado pie a una fórmula de comunicado final notablemente diluido. Más corto de lo habitual —seis páginas y 39 puntos—, se ha confeccionado suprimiendo ideas, y no añadiéndolas. De hecho, en asuntos como el comercio, por ejemplo, según fuentes del G7 que han participado en las reuniones, ha habido que transitar de puntillas en todo lo referente a la lucha contra el proteccionismo, cuya mención ha sido finalmente incluida. Pero ha tenido que rodearse de matices como “combatir las prácticas injustas” para satisfacer las suspicacias del presidente de EE UU respecto a algunos países de la UE. Más después de haberse quejado del superávit comercial alemán récord (unos 250.000 millones de euros). “Trump tiene otra política comercial que su predecesor”, admitió el presidente francés, Emmanuel Macron. Entre las ausencias flagrantes, se encuentra la nula mención a Latinoamérica. Ni siquiera en el capítulo comercial.
Al término de la cumbre, sin embargo, todos los líderes han querido remarcar los puntos de acuerdo en temas como Libia, Corea del Norte o la lucha contra el terrorismo en Internet. Lo ha subrayado Macron, que no ha querido culpar directamente a Trump del bloqueo. “Hace unos días pensábamos que EE UU se marcharía de los Acuerdos de París y no habría discusión. Así que creo que ha habido un progreso y un buen intercambio de ideas. Eso permitirá a Trump tomar conciencia de la importancia de lo que está en juego, incluso para su economía”. Pero era complicado ocultar la sensación de fracaso en los grandes temas. El primer ministro de Italia, Paolo Gentiloni, anfitrión de la cita, no ha negado las dificultades generadas en los debates. “Ha sido una discusión de verdad. Más auténtica que en otras ocasiones. Una ocasión de confrontación entre líderes, como ha sido en este caso, para mostrar las posiciones, aunque sean distintas”.
Y al final, la cuestión climática, sobre la que se había ejercido toda la presión posible para convencer a Trump, ha quedado zanjada en un ya veremos. La declaración conjunta especifica que seis países se mantienen firmes ante los compromisos adquiridos en 2015 en París y que esperarán el resultado de la reflexión interna que ha puesto en marcha la Administración Trump. No había posibilidad de más. Merkel definió la negociación como “difícil e insatisfactoria”. De hecho, aquí es donde se ha escenificado de forma más clara una de las señas de identidad de esta cumbre: seis países más uno. “Debemos tener paciencia con él”, señalan fuentes del G7.
La crisis migratoria, cuyos desembarcos han sido desviados de Sicilia a Calabria para no perturbar el orden en la cumbre en Taormina, ha sido uno de los ejes temáticos del día. Italia, el país europeo más afectado en estos momentos por el fenómeno, hubiera querido redactar un anexo al comunicado final donde se tratara la cuestión con mayor detalle y que tuviese carácter de hoja de ruta. El G7 se reunió este sábado con los líderes de Túnez, Nigeria, Níger, Kenia y Etiopía con la intención de llegar a acuerdos. También asistieron el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, y la directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde. Pero el comunicado final no parece que llegue a mucho más que a las habituales buenas intenciones y a los acuerdos salomónicos que dejan en papel mojado cualquier iniciativa. Se remarca, además, hacer distinción entre “inmigrantes y refugiados” y se reconoce, en un guiño hacia Trump, el derecho de los Estados a controlar sus propias fronteras y llevar a cabo sus propias políticas de inmigración.
Más allá del barniz diplomático que rodea la retórica del texto final, los puntos de acuerdo reales se encuentran en asuntos como Corea del Norte, Libia, Siria y la lucha antiterrorista. Es decir, la mayoría de conflictos bélicos que amenazan la estabilidad global. No es poco. Pero, de nuevo, no se especifica en qué términos piensa preservarse dicho equilibrio, especialmente en lugares como Corea del Norte, donde el vigor de las vías diplomáticas está decayendo.
La falta de una posición concreta de EE UU en los grandes asuntos que iban a discutirse en la cumbre ha sorprendido mucho a las otras seis delegaciones. También los cambios de opinión, como en la cuestión de las sanciones a Rusia, donde a última hora se dio marcha atrás y el asesor económico, Gary Cohn, confirmó que seguirían con la misma línea. Alarmados por la posible fractura, se ha optado por rebajar el tono, buscar acuerdos y dar más tiempo. Sobre todo, pensando en la próxima cumbre del G-20 que se celebrará en Hamburgo el próximo 7 y 8 de julio. “Hay seis miembros con las posiciones muy claras y una séptima que necesita tiempo para pensar. Podemos tomar este encuentro como un aprendizaje”, señalaba una alta fuente de los participantes.
Lo que está claro es que la falta de empatía de Trump —personal y política— ha logrado unir al resto de líderes, especialmente a los de la UE. Sus maneras, gestos, comentarios sobre sus empresas cada vez que se acercaba a algún mandatario mundial para referirse a su país, el desencuentro sobre el comercio alemán, el empujón al primer ministro de Montenegro o su evidente desconocimiento de los temas más importantes que se trataban, ha funcionado como un estupendo pegamento para la fracturada UE.
Las fuerzas de seguridad italianas han cargado con gases lacrimógenos contra grupos de manifestantes de extrema izquierda que protestaban contra la cumbre. Según medios locales eran alrededor de un millar, portaban banderas con símbolos comunistas y lanzaron piedras a los agentes.