Violenta y austera, la singular poética del genial Juan Rulfo disfruta de una segunda vida en su centenario. Su larga sombra toca a nuevos autores mexicanos
Ampliar fotoJuan Rulfo retratado en México DF en1950.COLETTE URBAJTEL / ARCHIVO MANUEL ÁLVAREZ BRAVO, S.C
"Estoy sentado junto a la alcantarilla aguardando a que salgan las ranas”, así comienza el primer cuento de El llano en llamas (1953), de Juan Rulfo. De manera emblemática, un virtuoso del estilo se sirvió de una voz incierta para ese cuento inicial. Un muchacho con una deficiencia mental mira el mundo con inocente extrañeza. Macario, el protagonista, bebe la leche de una mujer y ella le asegura que esa dicha lo convertirá en un demonio. En los ruidos de la naturaleza, él busca una clave para los enigmas del bien y el mal; decide que, cuando se callen los grillos, saldrán las almas. Esa profecía anticipa la novela Pedro Páramo(1955), donde todos los personajes están muertos. ‘En la madrugada’, otro cuento de El llano en llamas, anuncia lo mismo: en un sitio donde los desposeídos no intervienen en los sucesos, las noticias salen de las tumbas: “Voces de mujeres cantaban en el semisueño de la noche: ‘Salgan, salgan, salgan, ánimas en pena”.
En Pedro Páramo, quienes se han librado del dolor de vivir integran un coro de voces sueltas. No es casual que el título de trabajo de la novela fuera Los murmullos. Mucho antes de las desmesuradas redes sociales, Rulfo creó una ronda de personajes dispuestos a hablar sin encontrarse, confirmando la poderosa realidad virtual de la literatura.
Cristina Rivera Garza acaba de publicar Había mucha neblina o humo o no sé qué, bitácora que aborda los parajes, los libros, las fotografías, los trabajos, las fatigas, la vida concreta y dura del hombre que sería leyenda. Entre otros asombros, Rivera Garza destaca la función liberadora que Rulfo otorga al deseo femenino: “Es claro que las ánimas que se pasean por Comala purgando culpas y murmurando historias son ánimas sexuadas”; los cuerpos han desaparecido de los confines terrenales, pero el alma de Abundio Martínez aún siente a la mujer que “le raspaba la nariz con su nariz”.
Tras ‘El llano en llamas’ y ‘Pedro Páramo’, guardó silencio. Rehusó modificar una bibliografía perfecta
Rulfo se sirve de un lenguaje deliberadamente austero para recrear la pobreza del campo mexicano. La música de su idioma proviene del uso, tenso y reiterado, de pocos elementos. En esa poética de la escasez, las palabras percuten como piedras de un desierto donde “se le resbalan a uno los ojos al no encontrar cosa que los detenga”.
La renovada actualidad de Rulfo se manifiesta en su impronta en escritores contemporáneos, pero también en una realidad que no deja de parecérsele. La violencia, el ultraje, la traición y el sentido gratuito de la muerte determinan sus páginas con la misma gramática de la sangre con que determinan la hora mexicana.
“¿Qué país es éste?”, pregunta un personaje del cuento ‘Luvina’. Cada historia rulfiana tiene su modo de ser actual. ‘Paso del norte’ trata de los mexicanos acribillados en el río de la esperanza que lleva a Estados Unidos, el infierno que Trump desea perfeccionar con un muro.
ampliar fotoActriz principal de 'El Despojo' 1959.CORTESÍA FUNDACIÓN JUAN RULFO
En un entorno que se decide con el filo del machete, las aclaraciones son póstumas: un asesino le explica su suerte al cadáver de su enemigo. Ahí, la política y la religión no sirven de consuelo. Gente de mucha fe, los seres rulfianos rezan hasta morder el polvo. En ‘Nos han dado la tierra’, los campesinos reciben en recompensa por sus luchas agrarias un arenal incultivable. ¿Quién manda en ese territorio? En ‘Luvina’, cuando alguien se refiere al Gobierno y dice que su madre es la patria, otro responde: “El Gobierno no tiene madre”.
En una región sin más hegemonía que el abuso, Pedro Páramo se alza como cacique y patriarca, Señor de lo Público y lo Privado. Comala es su propiedad, pero algo se le resiste: Susana San Juan. El tirano ama a una mujer indómita, atravesada por la incontrolable fuerza de la locura y una sensualidad que no tiene que ver con él. En la novela de las almas en pena, nada está tan vivo como Susana.
Rulfo nació en 1917, año en el que se escribió la Constitución mexicana. Durante un siglo, la Carta Magna ha recibido 695 enmiendas según unos cálculos, 699 según otros. Ese palimpsesto no se concibió para ser leído, sino para que litiguen los abogados. En el centenario de Rulfo, nada es más elocuente que su prosa ni más oscuro que las leyes, que semejan las palabras herméticas de la religión: “Tú sabes cómo hablan raro allá arriba”, dice una voz en Pedro Páramo.
En el México de 2016, cada mes 500 cadáveres fueron a dar a fosas comunes. Una necrópolis donde sólo las almas tienen oportunidad. Aprendemos geografía con los cambiantes nombres de las tragedias: Ayotzinapa, Tetelcingo, Acteal. Aprendemos que algo resiste con un solo nombre: Rulfo.
El autor se sirve de un lenguaje deliberadamente sobrio para recrear la pobreza del campo mexicano
Después de El llano en llamas y Pedro Páramo, el maestro guardó silencio. Dejó un puñado de cartas, textos excepcionales escritos para el cine, habló con pícara inventiva de historias futuras y rehusó modificar una bibliografía perfecta.
Una y otra vez sus páginas aluden al necesario reverso del sonido. El cuento ‘Talpa’ ofrece una moral al respecto: “Muy abajo el río corre mullendo sus aguas entre sabinos florecidos; meciendo su espesa corriente en silencio. Camina y da vueltas sobre sí mismo. Va y viene como una serpentina enroscada sobre la tierra verde. No hace ruido. Uno podría dormir allí, junto a él, y alguien oiría la respiración de uno, pero no la del río”. ¿Hay mejor retrato de una voz idéntica a la tierra?
El río de Juan Rulfo fluye “mullendo sus aguas”, “camina y da vueltas sobre sí mismo”. Ahí, la gente bebe sueños. Misteriosamente, el agua que trae tantas cosas no hace ruido, o trae el más fuerte de todos: el silencio.
En Pedro Páramo, quienes se han librado del dolor de vivir integran un coro de voces sueltas. No es casual que el título de trabajo de la novela fuera Los murmullos. Mucho antes de las desmesuradas redes sociales, Rulfo creó una ronda de personajes dispuestos a hablar sin encontrarse, confirmando la poderosa realidad virtual de la literatura."
BEIJING, 22 may (Xinhuanet) -- Juna Rulfo es uno de los genios de la literatura en lengua española. El espíritu de México palpita en su obra. Existen seres humanos ligados a la esencia de la tierra donde han nacido, como si el país les susurrara sus penas y ellos como intérpretes de un tiempo colocan sus orígenes en el centro del mundo. Tal es la huella de Juan Rulfo que ha impactado entre los hispanistas chinos. El Dr. Zheng Shujiu, de la Universidad de Lenguas Extranjeras de Beijing desde finales de los años 70 del siglo pasado mantiene una conexión vital con el autor mexicano y su obra. Inició sus estudios de la lengua española en 1964 y actualmente es uno de los más destacados hispanistas de China. Especialista en literatura latinoamericana, es el más profundo conocedor de la obra de Rulfo en China. Después de repetidas lecturas los murmullos de Comala han llegado a China y cristalizado en un libro titulado: La búsqueda constante del paraíso en Pedro Páramo de Juan Rulfo.
Sustentado en las raíces de su identidad, Rulfo, va más allá de las fronteras de su país y de toda América Latina. Así lo reconoce Zheng Shujiu: "Heredando el patrimonio cultural indígena, el autor da a los remanentes culturales una vigencia nueva y los combina con la cultura universal, griega, la cristiana y la judeo-occidental". Ese inframundo de Comala es también una vía de escape para el alma del autor, sus insatisfacciones personales y las de su generación, tal como hicieron García Márquez, con Macondo y Mo Yan, con Gaomi. El contexto ideológico de cada autor emerge de una fuente común pero florece dependiendo de la originalidad creativa de cada uno.
El 18 de septiembre de 2003, fecha en que se cumplió el cincuentenario de la primera edición de El llano en llamas el Premio Nobel de Literatura colombiano, Gabriel García Márquez, escribió: “En el Pedro Páramo donde es imposible establecer de un modo definitivo dónde está la línea de demarcación entre los muertos y los vivos, las precisiones son todavía más quiméricas, nadie puede saber en realidad cuánto duran los años de la muerte. He querido decir todo esto para terminar diciendo que el escrutinio a fondo de la obra de Juan Rulfo me dio por fin el camino que buscaba para continuar mis libros, y que por eso me era imposible escribir sobre él, sin que todo esto pareciera sobre mí mismo; ahora quiero decir, también, que he vuelto a releerlo completo para escribir estas breves nostalgias y que he vuelto a ser la víctima inocente del mismo asombro de la primera vez; no son más de 300 páginas, pero son casi tantas y creo que tan perdurables como las que conocemos de Sófocles”.
Un libro para la memoria
“Me sentía y todavía me siento satisfecho”, confiesa Zheng Shujiu, refiriéndose al libro La búsqueda constante del paraíso en Pedro Páramo de Juan Rulfo y recuerda: “Yo me decía hace dos años al publicarlo, caramba ahora no soy capaz de hacerlo. Ya no tenía esa energía y la capacidad de concentración que tuve durante tres años enteros de trabajar 14 y 16 horas diarias hasta terminarlo”. La búsqueda constante del paraíso en Pedro Páramo de Juan Rulfo es la tesis doctoral del profesor Zheng que por su elevado valor en la investigación de la novela Pedro Páramo mantiene análisis y valoraciones únicos en el mundo. “No solamente he hecho un trabajo serio, también he realizado mi contribución porque en ese libro se encuentran hipótesis y criterios originales que hasta hoy día nadie ha superado en algunos campos investigados. Así lo reconoció el Dr. Alberto Vital, uno de los más destacados rulfistas, de la Universidad Nacional Autónoma de México quien presentó en la embajada de México en China en 2015 el libro como parte de los festejos por los 60 años de la novela de Rulfo”, recuerda.
En un principio, Zheng pensó hacer una investigación comparativa entre Pedro Páramo y los Cuentos Fantásticos, en chino Liaozhai Zhiyi, pero no existe una traducción de tales cuentos así que centró todas sus energías en la novela Pedro Páramo. El tiempo le ha dado la razón a pesar de que mantuvo su tesis archivada durante 26 años.
Juan Rulfo nació el 16 de mayo de 1917, hace cien años en México. Su nombre y su obra son esenciales para conocer a su tierra y a toda América Latina. El asombro se renueva cada día cuando un lector o investigador como Zheng se acerca al universo rulfiano. El gran aporte de China, de sus hispanistas permanece en un libro que hace historia cada día, cada minuto que pasa. Es fruto del desarrollo y la apertura del país.
En entrevista concedida a Joseph Sommers, el genial autor mexicano confesó: “Se trata de una novela en que el personaje central es el pueblo. Hay que notar que algunos críticos toman como personaje central a Pedro Páramo. En realidad es el pueblo. Es un pueblo muerto donde no viven más que ánimas, donde todos los personajes están muertos, y aun quien narra está muerto. Entonces no hay un límite entre el espacio y el tiempo. Los muertos no tienen tiempo ni espacio. No se mueven en el tiempo ni en el espacio. Entonces así como aparecen, se desvanecen. Y dentro de este confuso mundo, se supone que los únicos que regresan a la tierra (es una creencia muy popular) son las ánimas, las ánimas de aquéllos muertos que murieron en pecado”. Y de ese universo ha brotado un manantial imparable que como las increíbles pirámides y templos mesoamericanos el tiempo no ha podido ni podrá borrar. Esa huella anda también por el mayor país de Asia donde en más de 80 universidades se estudia la lengua española y la literatura que es la memoria del mundo.
Tal como existen autores geniales, aparecen investigadores que en el caso del profesor Zheng Shujiu, ha enseñado la lengua de Cervantes a generaciones de profesionales de China que actualmente ocupan importantes posiciones en instituciones gubernamentales, educativas y medios de comunicación del país. Su Manual de Literatura Hispanoamericana, es una oportunidad ideal para que los estudiantes chinos se acerquen a los grandes autores en lengua española.
Gabriel García Márquez llegó con su familia para establecerse en Ciudad de México el martes 26 de junio de 1961. Lo esperaba su amigo Álvaro Mutis. Cuando Gabo le preguntó a Mutis qué obras mexicanas debía leer, éste le trajo dos libros y le dijo: Léase esa vaina, y no joda, para que aprenda cómo se escribe. Eran Pedro Páramo y El llano en llamas.
El hechizo de su más alto grado de seducción volvía a repetirse. Era el mismo que había conocido a los nueve años cuando leyó Las mil y una noches; el mismo que le provocó a los 20 en Bogotá La metamorfosis y a los 22, en Cartagena, la obra de Sófocles.
Por eso dijo años después que “si yo hubiera escrito Pedro Páramo no me preocuparía, no volvería a escribir nunca en mi vida”.
En 1961 García Márquez tenía 34 años, había publicado La hojarasca y estaba por aparecer El coronel no tiene quien le escriba. Rulfo tenía 44, habían pasado ocho años desde la publicación de El llano en llamas y seis de la que sería su primera y última novela, Pedro Páramo.
García Márquez ya había sobrevivido como corresponsal varios años con un salario de miedo y Rulfo ya había sido oficinista de migración, vendedor de llantas, publicista, guionista y empleado de Televicentro en Guadalajara.
Aunque en los años 60 la soberanía del dinero no había alcanzado a la industria editorial como para que los autores se plantearan la posibilidad de publicar uno o dos libros al año como actualmente ocurre, en los círculos literarios el silencio de Rulfo ya era tema de conversación. Y como el autor de El llano en llamas “no publicaba” ni hablaba de publicar más cuentos y novelas se empezaron a crear leyendas, hipótesis descabelladas, revelaciones insólitas.
De una de ellas dio cuenta el poeta José Emilio Pacheco en una de sus espléndidas crónicas literarias publicada en la revista Proceso en agosto de 1977. Sostenía que Rulfo había entregado al Fondo de Cultura Económica un mamotreto casi inmanejable de más de mil páginas que el poeta Alí Chumacero había recortado, ordenado, compactado e hilvanado.
La versión clandestina era falsa y como prueba de ello Pacheco retomó unas palabras que Chumacero había escrito a propósito de Pedro Páramo: una desordenada composición que no ayuda a hacer desde la novela la unidad que, ante tantos ejemplos que la novelística moderna nos proporciona, sea de exigir de una obra de esta naturaleza.
Las nuevas técnicas narrativas utilizadas por Rulfo en Pedro Páramo fueron motivo de críticas, pero también de entusiasmos. Mariana Frenk Westheim no dudó en traducirla al alemán de manera inmediata y la publicó a finales de 1958 en la legendaria editorial Verlag; un año después la publicó en francés Gallimard y en inglés Grove Press.
Para muchos el misterio de Rulfo fue su silencio, el conformarse con haber publicado sólo dos libros, pero el verdadero misterio es, me parece, que un libro de cuentos y una novela puestos a circular hace más de medio siglo le hayan bastado para asegurarse un sitio de privilegio en la literatura. La lucidísima Susan Sontag no dudó en considerar a la novela de Rulfo un clásico de la literatura y García Márquez comentó que Pedro Páramo si no es la más importante sí (es) la más bella de las novelas que se han escrito jamás en lengua castellana.
Si el tema de Pedro Páramo es el regreso, la trama interna de la novela es la huida, la migración forzada por el hambre y la violencia. Si Pedro Páramo es el cacique de Comala, que deja un mundo miserable, los nuevos autócratas son los narcos que se apoderan de municipios y regiones. Todo México es Comala, ese infierno donde arde la tierra como comal en el brasero. Todos los días hablamos con los muertos, con los que fueron arrebatados en forma anticipada y violenta como Miriam Rodríguez que buscaba justicia por el asesinato de su hija o el periodista Javier Valdez por buscar la verdad.
La soberanía del dinero, el poder tangible, que lo mismo hechiza a funcionarios de primer nivel que al peladaje es el Atila que con los cascos de sus caballos desertifica la tierra.
Rulfo fue un maestro en la técnica literaria pero sobre todo tuvo el genio para contarnos la odisea que significan las migraciones. Es un tema que conocemos desde la antigüedad y no ha cesado. Los migrantes que dejaron todo para sobrevivir cuando regresan sólo encuentran ruinas y escuchan susurrar a los fantasmas.
Convertido en fantasma como los habitantes de Comala, Juan Rulfo sigue tan presente como ellos. Tan actual como cuando conversamos con los muertos en ese páramo que a veces nos entregan los sueños.
* A cien años del nacimiento de Juan Rulfo. De La Jornada de México. Especial para PáginaI12.dadero misterio de Rulfo