
Ojalá sean pocas las personas que al pasar por los estantes de las librerías cubanas dejen de fijarse en un libro titulado: Grandes Sabios, de la Antigua China: Confucio, Mencio, Lao Zi, Sum Tzu. Bastaron 159 páginas y poco más de un centenar de pequeñas y medianas ilustraciones para conocer dos milenios y medio de historia y filosofía, de costumbres y política, de arte y de hasta el modo de hacer la guerra.
Obviamente la obra se abre con Confucio, y la hoy ciudad de Qufu en Shandong, pero transcurre hace 2 500 años. Esos grandes sabios o filósofos (palabra no usada entonces) escribían rasgando los caracteres en piedras o en cañas de bambú.
Por ejemplo, 5 000 caracteres descubrían el mundo en el que vivían y dejaron para la humanidad un tesoro invaluable en máximas y conceptos hasta hoy actuales.
A los 19 años Confucio se casó, convirtiéndose en padre al año siguiente.
La reputación que tenía por su erudición -escriben los editores- lo convirtió en una figura excepcional no solo en el lugar donde vivía sino hasta en sitios lejanos en China. Hoy día se reconoce en el inmenso país como el mejor pensador y educador de la historia de su milenaria China. Las Analectas es su obra más conocida. Se expresa en ella que los eruditos solían decir: «solamente la mitad de las Analectas, son suficientes para gobernar un país».
El «Ren» era su divisa. Entiéndase el término como benevolencia. Lo definía como amar los unos a los otros, máxima que milenios después podemos atribuirla a una sentencia cristiana. Otra conclusión de su «Ren», era para él: «no hagas con los demás lo que no quieres que hagan contigo». La creación de escuelas también fue su propuesta, así como la defensa de la naturaleza.
Las hazañas intelectuales de Confucio se pudieron conservar intactas en estelas de piedras, lo cual se plasma en este libro de la Editorial de Ciencias Sociales, tomado de la edición de China Intercontinental Press, de Beijing, en coordinación con el Instituto Cubano del Libro.
La próxima Feria del Libro está dedicada a la República Popular China, pero desde ahora van saliendo libros como este, en el cual Mencio -el otro sabio- hace 2 400 años escribió: «las personas son el elemento más importante del Estado; a continuación, vienen los dioses de la Tierra y las cosechas, en el último lugar está el propio gobernante». En aquel imperio milenario eso fue, seguramente, según se afirma en la obra, la primera expresión china de una teoría de administración democrática.
En cuanto al sabio Lao Zi, alcanzó con esfuerzo el privilegio de hacer las actas de los consejos reales y luego, interpretó todo lo inimaginable y abandonó el privilegio, yéndose a su tierra natal, retornando a la vida sencilla que proclamaba en su doctrina filosófica. También sostenía que el carácter del agua era el más virtuoso. Según él, el agua es el elemento más suave y a su vez el más poderoso.
En cuanto al sabio Sum Tzu, o «El Supremo maestro de la Guerra», es, al igual que los demás mencionados, un texto de actualidad. El arte de la guerra fue escrito hace dos milenios, en tiras de bambú las cuales se descubrieron en una tumba de la dinastía Han (206 a.C.) a los pies de una montaña de Shandong. La base de sus tesis sobre el arte de la guerra era para el sabio la siguiente: «Aquel que se conoce a sí mismo y que conoce al enemigo, no estará en peligro en cien batallas».
En verdad, la lectura de Grandes Sabios de la Antigua China es tan atractiva como inexcusable. La obra nos hace recordar el libro del eminente profesor Juan Pérez de la Riva, Los culíes chinos en Cuba, un libro fundamental que recuerda la llegada de los primeros «contratados» (de hecho esclavos chinos) a Cuba colonial, hace ahora 170 años, el 5 de junio de 1847.