La palabra covfefe recorrió este miércoles medio planeta, lo que hoy en día significa que hizo fortuna en todas las redes sociales, generó una tonelada de chistes al minuto y ocupó un honroso lugar en periódicos y tertulias. Venía de un tuit de Donald Trump. El presidente de Estados Unidos había escrito un mensaje en su cuenta de Twitter (pasada la medianoche del martes en Washington) que parecía una respuesta a las noticias críticas sobre su yerno, Jared Kushner, y su presunta implicación en la llamada trama rusa. “A pesar de la constante prensa negativa covfefe”, decía literalmente el texto. La palabra no existe, parece más bien la errata de coverage (cobertura, en inglés), como si quisiera decir: “A pesar de la cobertura negativa de la prensa…”. Pero no corrigió el error ni acabó la frase, ni reaccionó hasta la mañana siguiente, lo que alimenta la teoría de que simplemente pudo quedarse dormido mientras tuiteaba, o sin cobertura, y que luego ya no tuvo cuerpo para insistir.
El episodio, bastante prosaico, normal en un ciudadano de a pie, apunta a que es verdaderamente el propio Trump quien, sin demasiado control, maneja su cuenta de Twitter, quien se despierta a horas intempestivas para decir alguna barrabasada, insultar a alguien o desautorizar a sus servicios de inteligencia.El problema es que desde el 20 de enero el tuitero en cuestión es el líder de la mayor potencia y su mensajeo febril adquiere rango de problema de Estado —a veces, de conflicto mundial—, como cuando suelta bravuconadas contra una amenaza nuclear como es la dictadura de Corea del Norte, advierte de una guerra comercial a Alemania o acusa a sus propias fuerzas de seguridad de estar poniendo en marcha una “caza de brujas”.
El caso de la noche del martes, con las continuas contradicciones de miembros del Gobiernos y las rectificaciones permanentes, contribuye a la sensación de improvisación que cunde en torno al Ejecutivo más poderoso del mundo. Trump gobierna como tuitea y su mayor riesgo se resume en covfefe.
Para muchos académicos resulta fascinante. “A los politólogos e historiadores les ofrece un punto de vista muy interesante; permite ver sus ideas y pensamientos en tiempo real, aunque generen polémica”, dice Michael Bitzer, profesor de Políticas e Historia, al que todo esto le resulta fascinante. “No hay precedentes para este estilo. Franklin Delano Roosevelt tenía esas charlas junto a la chimenea y Nixon tenía las grabaciones privadas, pero esto, mejor o peor, no tiene precedentes”, añade.
Hay quien plantea que detrás de ese tono aparentemente tabernario hay una estrategia de comunicación bien calibrada, pero el parloteo online del republicano encaja perfectamente con el hombre offline, el que da un empujón a un primer ministro en una cumbre de la OTAN para salir en la foto, baila y se contonea en medio del himno durante la ceremonia del Día de los Caídos de Estados Unidos (una cita sacrosanta en este país) o bromea sobre “agarrar a las mujeres por el coño” gracias a su fama y poder, como quedó grabado en una conversación de 2005 durante el descanso de un programa televisivo que fue difundida en la campaña electoral.“No es apto para ser presidente”, dijo Barack Obama durante la contienda.
Sin experiencia política
Al margen de ideologías, algo que se percibe en cada paso de Trump es que ha llegado a la Casa Blanca sin ninguna experiencia política y en su equipo ha combinado a algunos expertos reconocidos con otros paracaidistas, como su yerno, Jared Kushner, un promotor inmobiliario treintañero con práctica de gobierno inexistente.
Para muchos de sus seguidores, asqueados de la política, no saber nada de los tejemanejes de Washington era una virtud. Y la idea del hoy presidente les convenció porque era la de manejar Estados Unidos como sus empresas, pero ha chocado con que un país no es un negocio familiar y los problemas entre Estados (como las sanciones a Rusia) no se resuelven en una discreta comida, que una reforma migratoria debe cumplir la Constitución y que para tumbar un sistema sanitario es necesario tener preparado otro de recambio y pactar los apoyos.
El Gobierno atraviesa su mayor crisis hasta ahora por la investigación sobre la posible connivencia entre el equipo de Trump y el Kremlin para influir en las elecciones presidenciales que ganó el magnate y perdió la demócrata Hillary Clinton. Michael Bitzer no espera cambios en esa estrategia o no-estrategia de comunicación. “Él cree que le está funcionando, las encuestas dicen que le está yendo bien en sus bases de partidarios”, dice, aunque todo puede cambiar si en las elecciones legislativas de 2018 los republicanos tropiezan. Ayer por la mañana borró el tuit con la errata y bromeó con el siguiente: “¿Quién adivina el significado de covfefe?”, retó. Significa Trump.