Los demás países deben seguir adelante con las medidas acordadas. La retirada de EE UU afecta directa y gravemente a intereses clave de los europeos. Por eso la Unión Europea ha de asumir, con el concurso de China y cuantos más países quieran sumarse, el liderazgo del Acuerdo de París y redoblar los esfuerzos por sacar adelante la agenda prevista. El cambio climático es ya una amenaza para la seguridad de todos. La evidencia científica no deja lugar a dudas. Los efectos del calentamiento global están teniendo enormes costes y se incrementarán en los próximos años con desarreglos climáticos graves y migraciones masivas. Podemos y debemos evitarlo. La lucha contra el cambio climático se ha convertido además en una oportunidad económica y de cambio tecnológico. Con su decisión, Estados Unidos se apea de una revolución que ya es irreversible y que tiene como objetivo cambiar por completo el modelo productivo.
Ahora, lo prioritario es trabajar para que EE UU rectifique lo más pronto posible. Demostrarle a Trump que está solo y que lo único que logrará con decisiones como esta es debilitarle como potencia geoestratégica y erosionar su economía. Y hacerle ver que ni siquiera dispone del consenso necesario en su propio país. En estos momentos, 29 estados norteamericanos tienen aprobadas políticas de reducción de emisiones y apoyo a las energías renovables, entre ellos California, que por sí sola sería la sexta economía mundial. Muchos de ellos ya han anunciado que no las van a cambiar.
Importantes sectores empresariales se han sumado también a las voces que claman contra este gravísimo error. Cada vez hay más empresarios que expresan su preocupación por los efectos que para sus negocios puede tener la falta de preparación, los prejuicios y la bravuconería de una presidencia errática que ignora todas las llamadas a la sensatez. Grandes empresas de la nueva economía como Facebook, Google, Apple, Microsoft, pero también de sectores tradicionales como Pepsi, Disney, Walmart o General Motors, y hasta algunos gigantes energéticos como Exxon, General Electric o Chevron, han manifestado su oposición a la descabellada política ambiental de Trump.
Desde Europa hemos de apoyar cuantas iniciativas internas contribuyan a la rectificación. La diplomacia europea debe hacer notar a Trump que su decisión deteriora las gravemente las relaciones transatlánticas y que eso va a tener consecuencias en todos los órdenes. Vivimos en un mundo globalizado en el que todos somos corresponsables de lo que nos ocurre. No podemos separar las cuestiones comerciales o económicas de las climáticas. Y todas tienen repercusiones sobre la seguridad colectiva. Es sintomático que Trump no se haya atrevido esta vez a justificar la retirada en base a las tesis negacionistas, que no reconocen la evidencia científica del cambio climático. Se ha limitado a decir que es un acuerdo lesivo y perjudicial para los intereses económicos de EE UU. Su pretensión de negociar un nuevo acuerdo más favorable es del todo inaceptable. Ni Europa ni el resto de países deben prestarse a una renegociación del Acuerdo de París. A diferencia de lo que ocurrió en 2001, cuando el presidente Bush decidió retirarse del protocolo de Kioto, el mundo ha tomado conciencia de que estamos en una emergencia planetaria. Solo dos países –Nicaragua y Siria- habían quedado fuera del consenso de París. Los norteamericanos deben entender que ya no estamos a tiempo de volver atrás. No podemos permitirnos ni dudas ni demoras. No es el mundo el que debe cambiar su agenda a conveniencia de EE UU. Es EE UU el que debe rectificar. Y con urgencia.