Este encuentro entre Fidel y Nicolás Guillén –artífices de la Uneac- se produjo durante el II Congreso de la organización. Presentes también Alejo Carpentier y Alfredo Guevara.(Foto: granma.cu).
Por MARTHA GÓMEZ FERRALS
Al cabo de 56 años de su fundación, el 22 de agosto de 1961, es ostensible la significativa contribución de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba –más conocida por sus siglas: UNEAC- al fortalecimiento de la identidad cultural de un país en transformación: tan rica, compleja, diversa, polémica y cambiante, como todo proceso social que en el mundo ha existido.
La UNEAC nació privilegiada porque su fundador fuera el Poeta Nacional Nicolás Guillén, con una obra ya muy consolidada y prestigiosa por entonces, ganada desde los años juveniles, no solo mediante su lírica, también con su prosa, su decoro y ética.
Igualmente, desde el comienzo la UNEAC se proclamó defensora del proyecto de justicia social e independencia nacional de la naciente Revolución cubana y cerró filas junto al resto de la sociedad empeñada en construir un mundo mejor, no solo desde el punto de vista material, sino en los inapresables dominios de los sueños, la espiritualidad y el intelecto. A pesar de ser estos jardines repletos de senderos que se bifurcan, donde no siempre se veían rosas.
Desde la arrancada no creyó en torres de marfil, optó por el camino de la creación individual o colectiva, sí, pero también del compromiso y del interactuar lo más que se pudiera con la sociedad dentro de la que estaba insertada. De hacer honor a su nombre, también.
Guillén estuvo al frente de la organización durante 25 años, siempre buscando la manera de servir a los intereses supremos de la nación de la manera más honrosa, íntima y fiel, como él mismo subrayara la vez que se dirigió al pleno del Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, en 1975. Nunca perdió de vista el papel liberador que en esencia la Revolución diera finalmente a la cultura cubana.
Pero, además, fueron fundadores Roberto Fernández Retamar, Lisandro Otero, José Lezama Lima, Argeliers León, Juan Blanco, Pablo Armando Fernández, José A. Baragaño, Alejo Carpentier, Harold Gramatges, Fayad Jamís y Luis Martínez Pedro, entre otros.
Todos dieron su aporte para hacer de la sede de la institución y sus filiales en todo el país espacios de convergencia para la intelectualidad cubana, amén de diferencias entre modos de creación y visiones cosmogónicas. Un largo y arduo proceso también se encaminó a erradicar prejuicios, muros mentales ancestrales y temas tabúes, algo que todavía ocupa a la membresía actual. Y es natural que así sea.
Así debe ser la praxis de una organización que pretende estar fuertemente imbricada con la vida, que es en última instancia principal fuente o referencia para el trabajo de los creadores y artistas.
No solo narradores y poetas integran la UNEAC, también artistas de las disímiles manifestaciones: actrices y actores, trabajadores de la plástica, artesanos… un amplio espectro de una parte importante de la sociedad cubana relacionada con el pensamiento y la belleza vista de la forma más integral.
Aunque no tiene ni tuvo nunca funciones sindicales, durante su existencia ha mejorado mecanismos para estimular, proteger y defender la creación intelectual y artística, reconocer la libertad de creación, favorecer el estudio, la valoración crítica y difusión, tanto nacional como internacional, de las obras representativas de la cultura cubana.
Igualmente ha mostrado su firmeza en el rechazo y combate de manifestaciones enemigas a los principios de la Revolución.
Pero no solo el artista o creador de oficio han estado en la mira de esta institución. Ayudar a la preservación y difusión de los valores intelectuales y artísticos del pueblo cubano y a valores representativos de otros pueblos están a su vez entre su espectro de trabajo lo más representativo de las culturas de los pueblos del mundo.
Siguiendo la mejor tradición de la intelectualidad nacional, con exponentes que lucharon y murieron en su tiempo contra el fascismo y a favor de causas justas, la entidad sigue manifestando en voz alta su interés por la humanidad, la diversidad cultural, la integración latinoamericana, el respeto a los derechos humanos y la condena al terrorismo y al inhumano bloqueo que Estados Unidos ha impuesto a la nación.
En estos tiempos la UNEAC es un estandarte, incluso dentro de los marcos internos, de la lucha contra la excesiva banalización, vulgaridad y mimetismo de ciertas obras y creadores de la cultura y su difusión insensata en algunos medios.
Tras el fin de contribuir a mejorar la educación, el hábito de lectura y la promoción de los verdaderos valores de la cultura y la sociedad cubana en general, muchos de sus representantes han emitido criterios en foros tan importantes como el Parlamento, entre otros.
Con el prestigioso poeta, narrador e investigador social Miguel Barnet a la cabeza, en días actuales, la entidad, sin dudas sigue fiel a su legado y lo más importante, muy viva, nutrida por las nuevas generaciones, las cuales están haciendo lo suyo y ya tienen brillantes exponentes entre sus filas. (ACN).