La paz y presencia de Dios moran en mí y en mis seres queridos.
La luz, el amor, el poder y la presencia de Dios están conmigo siempre —emanando de mí todo el tiempo. Aun ahora estoy envuelto en la luz divina, y encuentro seguridad al afirmar esta verdad en cualquier momento. Con un solo pensamiento puedo redirigir mi atención hacia la paz de saber que estoy protegido.
La sabiduría y fortaleza infinitas están disponibles cuandoquiera que tenga que tomar una decisión con respecto a bienestar y guía. Si son necesarias acciones rápidas, soy guiado instantáneamente. La misma energía divina que fluye por medio de mí también fluye por medio de mis seres queridos. Sé que en ellos existen los mismos atributos del Espíritu morador.
¡Aparte de nuestro Dios, no hay otra Roca! Dios es quien me infunde fuerzas; Dios es quien endereza mi camino.—Salmo 18:32
Mi mayor consuelo proviene de recordar mi divinidad.
Tengo abrigo, comida y relaciones personales positivas en mi vida. Sin embargo, puede que haya momentos en que me encuentro fuera de mi zona de comodidad. Mas el consuelo verdadero no depende de condiciones externas sino que es el resultado de mi decisión de ir a mi interior, al Espíritu. Al llevar mi vida basada en esta perspectiva, avivo y expreso paz.
Sin importar las circunstancias, sé que cuento siempre con solaz espiritual. La seguridad divina alivia mi corazón, aquieta mi alma y abre puertas para la guía clara e inequívoca. Siempre encuentro lo que busco cuando me dirijo a mi interior. Confío y siento el amor y consuelo del Espíritu. Mi mayor consuelo proviene de recordar mi divinidad.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.—Mateo 5:4