A los 90 años Chicha es una trabajadora incansable. Desde que se levanta hasta que se va a dormir: cada una de sus horas incluye alguna actividad para dar con su nieta. Sus colaboradores le leen en voz alta los diarios, los expedientes. La ayudan con la organización de un frondoso archivo.
Con su memoria excepcional, entrenada a fuerza de la necesidad de recordar datos vitales, ata cabos, toma nota y organiza los próximos pasos a seguir.
Desde hace dos meses, el fotógrafo Matías Adhemar se hace invisible para documentar el trabajo diario de Chicha. Tiene un objetivo a largo plazo: contar en un álbum de fotos la actividad incesante de la abuela, su esperanza. Y poder entregársela algún día a Clara Anahí.
“Me produce una enorme emocion enterarme que hay gente que no conozco, se acerca y se ocupa de ayudarme a buscar a mi nieta. Todo el trabajo que hacen, a través de fotografías, murales, libros y mails, me trae un sentimiento enorme de agradecimiento. Estoy segura de que alguno de esos datos, de esos movimientos, de la gente que me está ayudando y yo no conozco, me va a ayudar a llegar a ella”, dice Chicha.
La esperanza de encontrar a Clara Anahí renace cada vez que un bebé robado por la dictadura descubre su identidad. Como la semana pasada, cuando la nieta de Vilma Delinda Sesarego de Gutiérrez -otra de las doce fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo-, supo quiénes eran sus padres, el día de su cumpleaños, su lugar de nacimiento: el Pozo de Bánfield. “Vilma era una gran señora. Fuimos amigas, porque las doce primeras trabajábamos como locas, y así nos llamaban. Murió hace dos años. Sabía de su profunda esperanza de encontrarla y al conocer la noticia me dio mucha pena pensar que Vilma no estaba para abrazar a su nieta”, dice Chicha con su voz serena.
“A veces es absurdo pensar que tengo semejante esperanza, después de 37 años de estar buscando. Y sin embargo, cada vez que una persona me ofrece una posibilidad de ayuda siento que la tengo cerca a Clara Anahí”.