El líder de la oposición venezolana Juan Guaidó se declaró hoy presidente encargado del país, el reto más frontal hasta ahora al régimen de Nicolás Maduro. Decenas de miles de personas se manifestaban en contra del gobierno.
El presidente estadounidense, Donald Trump, declaró su respaldo a Guaidó en medio del caos en la nación que alguna vez fue de las más prósperas de América Latina y que en la actualidad padece una severa crisis.
“La gente de Venezuela se ha pronunciado valientemente en contra de Maduro y su régimen y ha demandado libertad y un Estado de derecho”, dijo Trump en el comunicado de la Casa Blanca.
Los gobiernos de Canadá, Brasil, Colombia, Paraguay, Argentina y la Organización de Estados Americanos (OEA) reconocieron a Guaidó como líder de Venezuela.
No ha habido muestras del gobierno de Maduro de que hará caso a las presiones para dimitir. Al contrario, los medios estatales no han hecho mención de lo dicho por Guaidó y solamente han transmitido imágenes y videos de los manifestantes que respaldan a Maduro.
Pero, a diferencia de lo que ha ocurrido en el pasado, hubo escasa evidencia de una represión masiva hacia los opositores por parte de la policía y las fuerzas armadas.
Guaidó se declaró presidente encargado en la plaza Juan Pablo II, en el municipio de Chacao, en Caracas, en donde estaban reunidas multitudes, que antes entonaron el himno nacional. “Hoy, 23 de enero de 2019, juro formalmente como presidente encargado de Venezuela”, declaró el político.
Les dijo a los venezolanos que levantaran la mano derecha para decir: “Juremos todos juntos como hermanos que no descansaremos hasta lograr la libertad”.
También les indicó a sus partidarios que se alisten para las “consecuencias” de la juramentación.
“Sabemos que esto no es algo de una persona”, dijo. “No vamos a permitir que se desinfle este gran movimiento de esperanza y fuerza nacional”.
La oposición venezolana, que ha estado fuertemente dividida en los últimos años, se ha unido de nuevo en respaldo a Guaidó. Él fue quien convocó las protestas de este miércoles y quien ofreció liderar un gobierno de transición y organizar nuevas elecciones si Maduro se retira del cargo.
Las manifestaciones son parte de un esfuerzo renovado de la oposición política para desbancar a Maduro, después de que la disidencia fuera apartada del poder —con la creación de un cuerpo legislativo alterno y leal a Maduro — y de que las protestas antigubernamentales de 2017 fueran aplastadas por las fuerzas de seguridad. Los políticos de oposición buscaban que las protestas de este día ayudaran a persuadir a las filas del ejército, guardias y policías a que se alejen de Maduro y ayuden a establecer un gobierno de transición.
Los líderes opositores esperan que sus intentos renovados para expulsar a Maduro, quien asumió un segundo mandato el 10 de enero pasado ante un fuerte rechazo internacional, tengan mayor éxito en esta ocasión debido al aislamiento de su gobierno y a la creciente crisis económica.
Estados Unidos y varios gobiernos de la región han calificado a Maduro como dictador ilegítimo y han respaldado los esfuerzos para establecer un gobierno de transición.
Poco después del reconocimiento de Trump a Guaidó, el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, emitió un comunicado en el que afirma que el país norteamericano “trabajará de cerca con la Asamblea Nacional, legítimamente electa, para facilitar la transición de Venezuela de vuelta a la democracia y al Estado de derecho”.
Pompeo llamó al ejército de Venezuela y a las fuerzas policiales a “apoyar la democracia y a proteger a todos los ciudadanos venezolanos”, en un exhorto en el que prácticamente les pide que le den la espalda a Maduro.
“Lo que estamos atestiguando es un momento único e histórico para el que nos hemos estado preparando, luchando por, durante los pasados veinte años”, dijo el 22 de enero María Corina Machado, una lideresa de la oposición. “Obviamente, es el momento de más grande peligro para todos los venezolanos y el momento de más grande responsabilidad para aquellos de nosotros que estamos conscientes de qué está en juego”.
Maduro y sus aliados también convocaron sus propias protestas para este 23 de enero, al acusar a los líderes opositores —a quienes él llama “terroristas”— de querer entregarle la gestión de Venezuela a Estados Unidos. Sí hubo partidarios del régimen en las calles, aunque parecían ser menos que los manifestantes en contra.
“Defendamos nuestra soberanía”, tuiteó Maduro. “¡Las calles son del pueblo!”.
Iris Varela, integrante del gabinete de Maduro, dijo que las acciones de Guaidó son insignificantes.
“Aquí no va a pasar nada”, dijo en entrevista. “La Asamblea Nacional está en desacato y sus acciones son inválidas”.
Han surgido reportes en redes sociales de que algunas fuerzas de seguridad intentaron reprimir las marchas de la oposición, lo cual fue condenado por Luis Almagro, el secretario general de la OEA.
La Guardia Nacional Bolivariana tuvo enfrentamientos con manifestantes en el vecindario caraqueño de El Paraíso, después de un intento de bloquearles el paso; los guardias lanzaron gas lacrimógeno. Muchas tiendas no abrieron sus puertas y varios residentes prefirieron no ir a trabajar.
“Maduro tiene que irse, es así de sencillo”, dijo Rubén Granados, empresario de 71 años. Dijo que sabía que habría riesgos al participar en las protestas del miércoles, como sucedió con la represión de las manifestaciones de 2017, por la cual murieron más de cien personas.
“La gente se muere diario en Venezuela”, dijo Granados. “Si sucede, por lo menos que sea al luchar por libertad”.
Según analistas y líderes opositores, a Maduro le resultará más difícil superar este desafío a su legitimidad que las protestas del pasado; destacaron la condena internacional, cada vez mayor, a su gobierno y el franco apoyo a Guaidó.
“Brasil proveerá apoyo político y financiero al proceso de transición de modo que la democracia y la paz vuelvan a Venezuela”, tuiteó Jair Bolsonaro, presidente de Brasil.
El descontento se ha profundizado entre varias de las clases socioeconómicas de Venezuela a medida que la hiperinflación le ha quitado prácticamente todo su valor a los sueldos. Los ciudadanos de lo que alguna vez fue una de las naciones más acaudaladas de la región han muerto de inanición y han fallecido de padecimientos prevenibles.
Más de tres millones de venezolanos han abandonado el país en los últimos años y quienes se han quedado batallan para encontrar alimentos y medicinas mientras enfrentan cortes de agua y una delincuencia rampante.
Eva Golinger, una abogada estadounidense que era amiga cercana de Hugo Chávez, el mentor de Maduro y su predecesor, dijo que el gobierno ya no puede contar con sus bastiones de apoyo tradicionales para subyugar a los movimientos de oposición, que en el pasado fueron encabezados por venezolanos adinerados y de clase media.
“La diferencia esta vez es que el descontento no solo es de la oposición”, dijo Golinger, quien escribió unas memorias tituladas Confidente de ‘tiranos’, sobre sus nexos con venezolanos y otros líderes. “De hecho, son principalmente personas pobres que están cansadas de vivir sin los productos básicos y sin ganar salarios decentes”.
Otras diferencias notorias incluyen la juventud de los políticos que ahora lideran la misión de quitar del poder a Maduro, y el cuidadoso mensaje que han desplegado conforme buscan apoyo.
Juan Guaidó, de 35 años, es un ingeniero industrial que era poco conocido en el país o en el extranjero antes de enero, cuando asumió el cargo de presidente de la Asamblea Nacional. Su designación revitalizó a ese organismo legislativo dominado por la oposición, que había caído en la ineficacia por la creación de la Asamblea Nacional Constituyente leal a Maduro y se tornó profundamente impopular en los últimos años.
“La gente había perdido la fe”, dijo María Amelia da Silva, de 54 años, en una de las reuniones que los legisladores de oposición realizaron en los últimos días para promover su plan. “Entonces un líder surgió y este nuevo líder se ha convertido en nuestra esperanza más grande”.
Guaidó anunció el miércoles que encabezaría un gobierno interino enfocado en la distribución de ayuda humanitaria, la implementación de medidas para cambiar por completo el rumbo de la economía y la organización de elecciones libres y democráticas. Guaidó ha argumentado que hacerlo no violaría la Constitución porque Maduro, cuya reelección a mediados de 2018 fue denunciada como amañada, había “usurpado” la presidencia.
Las protestas pasadas contra el gobierno fueron dominadas por la furia y la indignación, pero Guaidó y sus aliados han intentado lograr un tono esperanzador y de conciliación. Han hecho grandes esfuerzos para exhortar a los militares a retirar su apoyo a Maduro y argumentan que hacerlo no constituye un golpe de Estado, sino la adherencia a su juramento de hacer cumplir la Constitución.
La noche del 21 de enero, Guaidó y su esposa, Fabiana Rosales, grabaron videomensajes para apelar a las conciencias —y las aspiraciones— de los miembros de las fuerzas armadas.
“Ninguno de ustedes puede vivir de una manera digna con su salario militar, no pueden satisfacer las necesidades básicas de sus hijos y familiares”, dijo Guaidó. “En medio de esta debacle, las personas responsables de esta crisis los han forzado a suprimir y reprimir protestas de personas que solo exigen comer, tener acceso a la atención médica, tener agua en el hogar, electricidad”.
Los cabildos han atraído a miles de personas en los últimos días. Quienes han hablado en ellos han encendido a las multitudes al hablar sobre temas como libertad de prensa, política económica y la desolación de la temporada decembrina en Venezuela conforme más y más gente ha abandonado el país.
“Puedes sentir la esperanza en el aire”, dijo en un cabildo reciente Annie Stone, de 63 años, una jubilada en Caracas que porta un rosario con los colores de la bandera venezolana. Al referirse a los jóvenes que pronunciaron discursos, agregó: “Estos no son superhéroes que surgieron de la noche a la mañana. Por primera vez, hay una solución a la vista”.