La madrugada del 13 de julio de 1994 parecía ser el día perfecto para una fuga. El mar estaba en calma y con poco viento. Y empujado por un motor de 1.500 caballos de fuerza, el remolcador 13 de Marzo estaría en los cayos de la Florida para la hora de comida.
Al menos eso pensaba Fidencio Ramel Prieto, 51 años, jefe de operaciones del Puerto de La Habana y con autoridad suficiente para moverse con absoluta libertad por todas las instalaciones de la rada capitalina.
Con información privilegiada, Fidencio pudo preparar al detalle la huida en una vetusta nave con casco de madera recién reparada que descansaba en un punto de atraque de la bahía habanera cercana a la estación eléctrica de Talla Piedra. Pasada las dos de la madrugada, un grupo de 72 personas, entre ellos varios niños, bajaron de un ómnibus y caminaron en silencio hasta el muelle.
Todos abordaron la barcaza y se acomodaron en la popa del remolcador. Sobre las 3 de la madrugada zarpó y comenzó a bordear la rada con las luces apagadas, para evitar ser vista desde la capitanía del puerto. Al enfilar proa rumbo a la boca de la bahía se le acercaron otros dos remolcadores, modernos y con casco de acero, provenientes del vecino muelle de Regla. Los dos embistieron al 13 de Marzo, e intentaron arrimarlo a los arrecifes en la zona de Casablanca.
Los atacantes bombardearon la cubierta con cañones de agua a presión, diseñados para apagar fuegos en los buques. Bajo ese asedio, el remolcador logró escapar mar adentro mientras otra embarcación se sumaba al acoso. Las tres lanchas, denominadas Polargo 2, Polargo 3 y Polargo 5, incrementaron los chorros de agua a presión y los bandazos a medida que se iban alejando de la costa. A varias millas mar adentro una embarcación del servicio de guardacostas del Ministerio del Interior monitoreaba la operación.
Cuando las mujeres les gritaron a sus atacantes que detuvieran la embestida, que allí iban niños, la respuesta fueron frases despectivas y aumentaron los chorros a presión. Varias madres con niños pequeños se refugiaron en la bodega de carga y el cuarto de máquinas del remolcador. En una maniobra de perversa ferocidad, uno de los barcos atacantes chocó por la proa a la nave agredida. Otro montó su proa en la popa del 13 de Marzo y se la partió, provocando el hundimiento y muerte por ahogamiento de las personas que estaban refugiadas bajo cubierta. Ya para ese momento, el impacto de los chorros de agua había matado a unos cuantos más.
Una vez hundido el remolcador, las embarcaciones atacantes maniobraron con la intención de crear remolinos de agua para ahogar a quienes aún intentaban mantenerse a flote. Detuvieron el ataque cuando fueron avisados de que un barco mercante, de procedencia griega, se hallaba cerca, en espera de acceder a la rada habanera.
Esa noche murieron 37 compatriotas. 10 eran niños. Los capitanes de las embarcaciones que asediaron al remolcador 13 de Marzo fueron premiados como héroes.
1994 fue un año tremendo. Apagones la mitad del día y el hambre acechando. Se sucedían los robos de embarcaciones para huir rumbo norte. Veinticinco años después de aquel presunto crimen de Estado muchos cubanos desconocen el suceso.
Noel, 22 años, es uno ellos. Con una gorra de los Rojos de Boston puesta con la visera al revés, actualiza con frecuencia su muro de Facebook y es bastante activo en Messenger, WhatsApp e Instagram. Hace un mes supo de una convocatoria, denominada Día R, para conmemorar el hundimiento del remolcador 13 de Marzo el sábado 13 de julio en las calles de La Habana.
“Convocaban a los cubanos a protestar. Rápidamente bloquee a la persona que me hizo llegar la información. Las redes sociales e internet están controlados por el 'aparato' (Seguridad del Estado) y nadie que tenga tres dedos de frente se va a sumar a eso, sabiendo que en Cuba meterse en temas políticos es algo gordo”.
Noel no se considera revolucionario y opina que el país debe cambiar “para que la gente pueda hacer dinero y vivir sin tanta apretadera. Pero si eres disidente te cogen. Quiero cosas buenas para mi país, pero no soy un héroe”, afirma.
Debido a la desinformación, nueve de cada diez personas consultadas en La Habana, desconocen lo que sucedió en la bahía habanera en la madrugada del 13 de julio de 1994. No saben que en la ciudad de Miami reside Jorge García, quien perdió a 14 familiares y que desde hace años intenta demandar a la autocracia militar en la Isla por ese crimen.
A la pregunta de si participaría en una marcha, las diez personas respondieron No. Solamente dos confesaron que “si miles de cubanos se tiraran a la calle a protestar, yo me sumaría”.
A pocas horas del 13 de julio, agentes de la Seguridad del Estado visitaban a decenas de activistas y opositores, recordándoles que sí ese día decidían salir de sus casas, serían detenidos.
La mayor parte de la disidencia interna está en desacuerdo con el llamado a una rebelión popular convocada por Wilfredo Beyra González, residente en Estados Unidos, al frente del proyecto Rebelión Nacional y organizador del Día R. Durante la recepción por el Día de la Independencia de Estados Unidos, efectuada en la residencia de Mara Tekach, la encargada de Negocios, el opositor Ángel Moya dijo que “si quieren que grupos como las Damas de Blanco se sumen a esa convocatoria, sus organizadores tienen que encabezar las protestas en las calles de La Habana, no desde el exterior a través de internet”.
José Daniel Ferrer, líder de la UNPACU, considera que es un sinsentido organizar una rebelión que tiene más de entusiasmo que de arraigo popular. “Las Damas de Blanco llevan 17 años de rebelión contra la tiranía, la UNPACU lleva ocho años de rebeldía. Se rebelan los cuentapropistas, se rebelan otros muchos cubanos y continuarán rebelándose cada vez más ciudadanos. Pero toda rebelión real nace dentro de Cuba, no desde la cómoda distancia –apunta el opositor en una declaración ofrecida al periodista independiente Jorge Enrique Rodríguez, en una nota publicada en el diario madrileño ABC. Nadie que se respete y respete a los demás, convoca una rebelión desde otro país”.
Un amplio sector de los opositores dentro de Cuba coincide en señalar que convocar a una rebelión nacional que no sea coordinada y no reconozca el activismo, la visibilidad y la movilización alcanzada por la disidencia en los últimos años, está condenada al fracaso.
Mientras, este sábado 13 de julio, en las calles habaneras continuará las colas para comprar alimentos y cientos de ciudadanos abordarán un ómnibus para ir a la playa a darse un chapuzón y refrescarse de la feroz canícula veraniega.
Algún día, en La Habana se develará una tarja recordando que el 13 de julio de 1994, Fidel Castro autorizó el hundimiento de un remolcador provocando la muerte de 37 cubanos, de los cuales 10 eran niños. Su único delito era querer vivir en libertad.