Comienza el mes de abril de 1980 y varias personas entran violentamente en la embajada del Perú estrellando un autobús contra el portón. Los custodios cubanos disparan y uno de ellos muere en el cruce de esos disparos.
El Gobierno cubano anuncia que retira la guardia de protección a la sede diplomática. Entonces miles de cubanos comienzan a peregrinar desde todas partes del país rumbo a esta embajada y mas de 10 000 entran en la instalación y los jardines, permaneciendo por allí varios días en espera de salvoconductos para salir de Cuba. Unas dos semanas después comienza el puente del Mariel, puerto por donde salieron unos 125,0000 cubanos hacia la Florida.
Mas que una crónica se impone una reflexión sobre los horrores de esas jornadas, sobre los que hubo antes y los que continúan. El fin no justifica los medios y nadie tiene derecho a dañar a otros en su afán de salir del país. Al mismo tiempo preguntamos:
¿ Por que el Gobierno cubano ha perseguido y castigado a los que deciden irse?
Cuando los cubanos se iban en los años sesenta y setenta, nos parecía que era para toda la vida y en cierta medida fue y es verdad. Fueron desterrados. Las despedidas fueron y son desgarradoras, casi siempre envueltas en la crueldad del Departamento de Inmigración cuyos funcionarios muchas veces no escatiman en desprecio, humillación y desinformación con tal de causar el mayor daño y dolor posible a los que se iban y aun hoy a muchos de los que se van.
La lista de sufrimientos por las humillaciones, las ofensas, las exclusiones, las burlas, la pobreza a que eran sometidos es muy larga y debe hacerse con los testimonios de miles y miles de cubanos a los que hasta en el mismo momento del despegue del avión, se les mantuvo la sangre congelada por el pavor que causa la posibilidad de ser bajado de la nave y lanzados nuevamente al abismo de la condena maldita, que se tornó especialmente despiadada, para los que han dicho “nos vamos”.
Solo recordare como las autoridades retenían el permiso de salida de una familia, durante meses o años esperando a que uno de sus hijos varones cumpliera los15 años, algo que le impediría salir por la ley militar, para entonces otorgarles el permiso de salida en ese momento. Así muchas familias tenían que escoger entre salvar a unos hijos dejando a otros o quedarse todos. La vida se congela para las familias que solicitan un permiso de salida que en una época duraba años o nunca se otorgaba.
Muchos fueron expulsados del trabajo, enviados a trabajos forzado durante años en espera de ese permiso de salida, hombres y mujeres, fichados por la Seguridad, perseguidos y catalogados como apatridas y gusanos. Las autoridades hacían y hacen un inventario de todo lo que posee la familia que pretende irse del país, incluyendo las joyas personales, sobrecamas, muebles, artículos electrodomésticos, automóvil, herramientas, lámparas y la casa. El permiso de salida incluía la confiscación de esos bienes y muchas familias guardaban todos los objetos que podían para evitar su rotura y deterioro y vivían en la mayor precariedad, inseguridad y angustia durante años, sin usar sus ahorros bancarios pues también serían y son confiscados íntegramente.
No era un limbo sino un infierno. Todavía se confiscan los bienes de los que deciden salir y son castigados con el rotulo de “salida definitiva’. Eso es destierro.
Recordemos que, en Cuba , viajar no es un derecho ciudadano. El solo hecho de que los cubanos tengan que pedir permiso y esperar sin derecho propio, ni posibilidad de reclamación alguna, para entrar y salir a su propio país es una de las mas crueles violaciones de los derechos y sentimientos de las personas. Pero esto es también una expresión, un componente de una realidad esclavizante: la posesión de la persona por el poder político.
Esta posesión de la persona en el contexto del totalitarismo esta presente en cada aspecto de la vida. Esa propiedad es siempre mal habida y mal tenida porque las personas no tienen vocación de ser propiedad de nadie, pues el mismo Dios las creó en la condición de hijos y por eso, con el don inalianable de la libertad.
Tener , viajar, comerciar, hablar, desarrollar cualquier actividad que implique libertad puede entrar en contradicción con ese estatus de poseído y con el poder poseedor. Es por eso que hay tantos controles, regulaciones, restricciones o negaciones de lo que todos conocemos como derechos humanos y de cuanto un ser humano pudiera hacer libre y sanamente, en su condición de ser humano. Al régimen amo, siempre le molesta y preocupa que el esclavo haga algo fuera de su control o autoridad. Imagínense ustedes cuando ese ser humano dice ¡ME VOY, ya no seré más tu propiedad!.
El tratamiento aplicado a quien dijo “me voy” y a su familia, lleva la misma descarga de odio y crueldad que daban los esclavistas a los cimarrones. Mucho queda por decir sobre este “tratamiento de castigo en el predestierro”.
Analicemos entonces la conmoción del régimen totalitario cuando cientos de miles, quizás algunos millones de cubanos dijeron al unísono y seriamente : “nos vamos” por el puente del Mariel.
Pero, antes de llegar al puente del Mariel tendrían que atravesar la Cortina de Espinas, una cortina que se había tejido durante las dos décadas anteriores y que aun existe. Nuestra esperanza no está solamente en que desaparezca esa cortina de espinas, sino en que los cubanos tendrán en su propio país la libertad y oportunidades que ahora salen a buscar en otras tierras.
Oswaldo Jose Payá Sardiñas
La Habana, 1 de abril de 2007