Recuerdo las veces cuando mi fe fue puesta a prueba, especialmente cuando enfrenté situaciones difíciles y finales dolorosos. Hoy, centro mis pensamientos en las horas finales de Jesús.
Veo más allá del dolor y el miedo que seguramente Jesús sintió e imagino la fe que lo sostuvo hasta el final. Mientras contemplo el sufrimiento de Jesús y su aceptación al final de su vida terrenal, recuerdo las veces que mi fe pudo haber menguado ante los momentos de dolor. Así como Jesús superó la crucifixión, yo también puedo superar los momentos más oscuros y mis pruebas más arduas. Contemplo la Verdad de esta superación y doy gracias porque la fe que demostró Jesús vive en mí.