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De: Damarit Espinoza  (Mensaje original) Enviado: 27/01/2022 14:20


El santuario y el sábado.Apoc 14:7cap 14:12cap 15:2 ,15:5 ,7:2,3 Leviticos 19:30 .

“El templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo”. Apocalipsis 11:19. El arca del pacto de Dios está en el Lugar Santísimo, el segundo departamento del Santuario. En el servicio del tabernáculo terrenal, que servía como “copia y sombra del que está en el cielo”, este departamento sólo se abría en el gran Día de la Expiación para la purificación del Santuario. Por tanto, el anunció de que el templo de Dios fue abierto en el cielo y se vio el arca de su pacto indica que el Lugar Santísimo del Santuario celestial se abrió en 1844, cuando Cristo entró en él para consumar la obra final de expiación. Los que por fe siguieron a su gran Sumo Sacerdote cuando dio inicio a su ministerio en el Lugar Santísimo, contemplaron el arca de su pacto. Habiendo estudiado el tema del Santuario llegaron a entender el cambio en el ministerio del Salvador, y vieron que Jesús entonces estaba oficiando ante el arca de Dios y ofreciendo su sangre en beneficio de los pecadores. 

El arca que estaba en el tabernáculo terrenal contenía las dos tablas de piedra, en que estaban grabados los preceptos de la ley de Dios. El arca era un mero receptáculo de las tablas de la ley, y la presencia de estos preceptos divinos le daba su valor y carácter sagrado. Cuando el templo de Dios fue abierto en el cielo, se vio el arca de su pacto. En el Lugar Santísimo, en el Santuario celestial, la ley divina se encuentra sagradamente guardada; es la ley que fue promulgada por el mismo Dios entre los truenos del Sinaí y escrita con su propio dedo sobre las tablas de piedra. 

La ley de Dios en el Santuario celestial es el gran original, del que los preceptos grabados en las tablas de piedra y registrados por Moisés en el Pentateuco eran una copia exacta. Los que llegaron a entender este punto importante fueron inducidos a ver el carácter sagrado e invariable de la ley divina. Vieron, como nunca antes, la fuerza de las palabras del Salvador: “Mientras existan el cielo y la tierra, ni una letra ni una tilde de la ley desaparecerán”. Mateo 5:18, VM. Como la ley de Dios es una revelación de su voluntad, una trascripción de su carácter, debe permanecer para siempre como “fiel testigo en el cielo”. Ni un mandamiento ha sido anulado; ni un punto y ni una tilde han sido cambiados. Dice el salmista: “Tu palabra, Señor, es eterna, y está firme en los cielos”. “Todos sus preceptos son dignos de confianza, inmutables por los siglos de los siglos”. Salmos 89:37, NVI; 119:89111:7, 8

En el corazón mismo del Decálogo está el cuarto mandamiento, tal cual fue proclamado originalmente: “Recuerda el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás todos tus trabajos, pero el día séptimo es día de descanso para Yahvéh tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el forastero que habita en tu ciudad. Pues en seis días hizo Yahvéh el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó; por eso bendijo Yahvéh el día del sábado y lo hizo sagrado”. Éxodo 20:8-11

El Espíritu de Dios impresionó los corazones de esos estudiosos de su Palabra. Fueron impelidos por la convicción de que, ignorantemente, habían transgredido ese precepto al pasar por alto el día de descanso del Creador. Empezaron a examinar las razones por las cuales se guardaba el primer día de la semana en lugar del día que Dios había santificado. No pudieron encontrar en las Escrituras prueba alguna de que el cuarto mandamiento hubiese sido abolido o de que el día de reposo hubiese cambiado; la bendición que desde un principio santificaba el séptimo día no había sido nunca revocada. Habían estado buscando honestamente conocer y hacer la voluntad de Dios; ahora, al verse transgresores de la ley divina, sus corazones se llenaron de pena y manifestaron su lealtad a Dios guardando su santo sábado. 

Muchos e intensos fueron los esfuerzos hechos para derribar su fe. Nadie podía dejar de ver que si el Santuario terrenal era una figura o copia del celestial, la ley depositada en el arca en la Tierra era una transcripción exacta de la ley guardada en el arca del cielo; y que aceptar la verdad relativa al Santuario celestial involucraba reconocer las exigencias de la ley de Dios y la obligación de guardar el sábado del cuarto mandamientoExodo 20:8,11Apoc CAP 14:7cap 14:12cap7:2,3. En esto estribaba el secreto de la oposición violenta y resuelta que se le hizo a la exposición armoniosa de las Escrituras que revelaban el ministerio de Cristo en el Santuario celestial. Los hombres trataron de cerrar la puerta que Dios había abierto y de abrir la que él había cerrado. Pero “el que abre, y ninguno cierra, y cierra, y ninguno abre”, había declarado: “He aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie podrá cerrar”. Apocalipsis 3:7, 8, Cristo había abierto la puerta, o ministerio, del Lugar Santísimo, la luz brillaba desde la puerta abierta del Santuario celestial, y se vio que el cuarto mandamiento estaba incluido en la ley allí guardada; lo que Dios había establecido, nadie podía derribarlo. 

Los que habían aceptado la luz referente a la mediación de Cristo y a la perpetuidad de la ley de Dios encontraron que éstas eran las verdades presentadas en. Apocalipsis 14. Los mensajes de este capítulo constituyen una triple advertencia, que sirve para preparar a los habitantes de la Tierra para la segunda venida del Señor. La declaración: “Ha llegado la hora de su juicio”, indica la obra final del ministerio de Cristo para la salvación de los hombres. Proclama una verdad que debe seguir siendo proclamada hasta el cese de la intercesión del Salvador y su regreso a la Tierra para llevar a su pueblo consigo. La obra del juicio que comenzó en 1844 debe continuar hasta que sean falladas las causas de todos los hombres, tanto de los vivos como de los muertos; de aquí que deba extenderse hasta el fin del tiempo de gracia concedido a la humanidad. Y para que los hombres estén debidamente preparados para subsistir en el juicio, el mensaje les manda: “Teman a Dios y denle gloria... adoren al que hizo el cielo, la tierra, el mar y los manantiales”. El resultado de una aceptación de estos mensajes está indicado en las palabras: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”. Apocalipsis 14:7 (NVI), 12. Con el fin de estar preparado para el juicio, el hombre tiene que guardar la ley de Dios. Esta ley será el patrón para medir el carácter en el juicio.   —APOCALIPSIS 11:19 

[V.19-> El templo. Ante Juan se presenta una visión el templo de Dios, con “el arca de su pacto” como centro de la visión. En el santuario terrenal, que era una “reproducción del verdadero” (Heb 9:24, BJ) que está en el cielo, el arca estaba en el lugar santísimo, que era el centro del servicio del día de la expiación, día que simbolizaba el juicio. Durante el transcurso de la séptima trompeta Juan ve el templo de Dios en el cielo, y específicamente “el arca de su pacto”, lo cual significa que ha comenzado la segunda y última parte del  ministerio celestial de Cristo, que corresponde con el simbólico día de la expiación. Otros pasajes revelan que esta fase final de la obra de Cristo comenzó en 1844 (ver com. Dan 8:14). Por lo tanto, los adventistas del séptimo día colocan el comienzo de la séptima trompeta en ese año. El arca de su pacto. Dentro del santuario terrenal estaban los Diez Mandamientos, la inmutable ley moral de Dios para todos los hombres en todas las edades. Ningún creyente en Dios en el tiempo de los judíos podía imaginarse el arca sin pensar inmediatamente en los Diez Mandamientos del Sinaí escrito con su dedo Éxodo 20:1,17 . La visión de Juan del arca celestial comprueba elocuentemente que en las últimas horas de la tierra la gran ley moral del Sinaí de Dios será el centro del pensamiento y de la vida de todos los que se esfuerzan por servir a Dios en espíritu y en verdad (ver com. Ap 12:17; Ap 14:12; cf. CS 486). Relámpagos, voces, truenos. Como en la séptima plaga (Ap 16:18). Un terremoto. Como en la séptima plaga (Ap 16:18-19; cf. com. Ap 11:13). Grande granizo. Como en la séptima plaga (Ap 16:21). ] En su investigación descubrieron que el Santuario terrenal, edificado por Moisés al mandato de Dios de acuerdo con el modelo que se le mostró en el monte, era un símbolo para ese tiempo, en el cual se presentaban ofrendas y sacrificios; que sus dos lugares santos eran figuras de las cosas celestiales; que Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, es ministro del Santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre ver. Hebreos 9:98:5, 2... CES 17.4

“El Santuario celestial, en el cual Jesús ministra en favor de nosotros, es el gran original, del cual el Santuario edificado por Moisés fue una copia... CES 18.1

“El esplendor sin par del Santuario terrenal reflejaba ante la vista humana las glorias del templo celestial donde Cristo, nuestro precursor, ministra por nosotros ante el trono de Dios. CES 18.2

“Así como en el Santuario terrenal había dos compartimientos, el Santo y el Santísimo, así hay dos lugares santos en el Santuario celestial. Y el arca que contiene la ley de Dios, el altar del incienso y otros instrumentos de servicio que se encontraban en el Santuario terrenal también tienen su contraparte en el Santuario de arriba. En santa visión se le permitió al apóstol Juan entrar en el cielo y allí él contempló el candelabro y el altar del incienso, y cuando ‘el templo de Dios fue abierto’ vio ‘el arca de su pacto’. Apocalipsis 4:58:3;Jesús regresa en gloria rodeado por una nube de ángeles—Con cantos celestiales los santos ángeles, en inmensa e innumerable muchedumbre, le acompañan en el descenso. El firmamento parece lleno de formas radiantes—“millones de millones, y millares de millares”—. Ninguna pluma humana puede describir la escena, ni mente mortal alguna es capaz de concebir su esplendor... A medida que va acercándose la nube viviente, todos los ojos ven al Príncipe de la vida. Ninguna corona de espinas hiere ya sus sagradas sienes, ceñidas ahora por gloriosa diadema. Su rostro brilla más que la luz deslumbradora del sol de mediodía... SVC 32.2

El Rey de reyes desciende en la nube, envuelto en llamas de fuego. El cielo se recoge como un libro que se enrolla, la tierra tiembla ante su presencia, y todo monte y toda isla se mueven de sus lugares. “Vendrá nuestro Dios, y no callará: fuego consumirá delante de él, y en derredor suyo habrá tempestad grande. Convocará a los cielos de arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo”. Salmos Apoc 22:   19   Y si alguno quita algo a las palabras de este libro profético, Dios le quitará su parte en el árbol de la Vida y en la Ciudad Santa, que se describen en este libro.»

20 Dice el que da testimonio de todo


 esto: «Sí, vengo pronto.» ¡Amén!


 ¡Ven, Señor Jesús!

21 Que la gracia del Señor Jesús sea


 con todos. ¡Amén!





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