WASHINGTON.- Los fallos de la Corte Suprema sobre las armas y el aborto enviaron un mensaje inequívoco. Los jueces conservadores tienen el poder y no temen usarlo para hacer cambios transformadores en la legislación, ninguno más que el de quitarle a una mujer el derecho al aborto que había estado vigente durante casi 50 años.
Se acabaron las medias tintas: se pronunciaron al anular el caso Roe vs. Wade y permitir a los estados prohibir el aborto. Y el día anterior, al dictaminar por primera vez que los estadounidenses tienen derecho a llevar armas de fuego en público para defenderse, dijeron que la Constitución es clara.
“Un tribunal inquieto y recién constituido”, es como la jueza Sonia Sotomayor, una de las tres liberales del tribunal de nueve miembros, describió a sus colegas a principios de junio. El caso del aborto, en particular, fue un repudio al enfoque más gradual favorecido por el presidente de la Corte Suprema, John Roberts.
Las decisiones de dos casos determinantes en días consecutivos fueron la última y quizás más clara manifestación de cómo el tribunal evolucionó en los últimos seis años -producto de un accidente histórico y de la fuerza política republicana- de una institución que se inclinaba hacia la derecha, pero que produjo algunas victorias liberales notables, a una con una mayoría agresiva y conservadora de seis a tres.
También mostraron la enorme influencia ejercida por dos incondicionales de la derecha, los jueces Clarence Thomas y Samuel Alito. Thomas escribió la opinión del tribunal sobre las armas, mientras que Alito escribió para la mayoría del aborto. La opinión de Alito fue inequívoca.
“Roe y Casey deben ser anulados”, escribió en referencia a los precedentes históricos del tribunal sobre el aborto de 1973 y 1992, “y la autoridad para regular el aborto debe ser devuelta al pueblo y a sus representantes elegidos”.
De los seis conservadores del tribunal, solo Roberts dijo que tomaría un “rumbo más comedido”, limitándose a mantener la prohibición de los abortos después de las 15 semanas en Mississippi. Dijo que anular Roe era un “sobresalto grave” e innecesario para el sistema legal.
Pero el presidente de la Corte Suprema no logró atraer ningún apoyo de sus colegas de la derecha, incluidos los tres jueces nominados por el expresidente Donald Trump.
Los jueces Neil Gorsuch, Brett Kavanaugh y Amy Coney Barrett ayudaron a formar la mayoría para anular Roe, y cumplir con la profecía del entonces candidato Trump de que sus elegidos para el alto tribunal votarían precisamente así. Fueron nominados tras una cuidadosa selección por parte de la Casa Blanca de Trump y los grupos de interés conservadores, diseñada para evitar la decepción producida por anteriores nominados del partido, como los jueces David Souter y Anthony Kennedy, cuyos votos ayudaron a preservar Roe desde hacía 30 años.
¿Pero cómo llegó Trump a tener tres vacantes que cubrir? Tras la muerte del juez Antonin Scalia en febrero de 2016, el líder republicano del Senado, Mitch McConnell, de Kentucky, se comprometió a impedir que el presidente Barack Obama ocupara el puesto durante el año electoral.
Obama nominó a Merrick Garland, entonces juez de un tribunal federal de apelaciones y ahora fiscal general del presidente Joe Biden, pero los republicanos ni siquiera quisieron darle la chance de una audiencia.
Cuando Trump ganó sorprendentemente la presidencia, nominó a Gorsuch, que solo fue confirmado después de que McConnell desechara lo que quedaba del obstruccionismo en el Senado para los nominados al alto tribunal.
El juez Anthony Kennedy se retiró al año siguiente y Kavanaugh ganó por poco la confirmación después de enfrentarse a las acusaciones, que él negó, de haber agredido sexualmente a una mujer cuando eran adolescentes hace décadas.
La muerte de la jueza liberal Ruth Bader Ginsburg en 2020 llevó a los republicanos a confirmar rápidamente a Barrett, a pesar de la proximidad de las elecciones y de la oposición de McConnell durante el mandato de Obama a cubrir una vacante en un año electoral. Barrett ocupó su puesto pocos días antes de las elecciones de 2020 y consolidó el dominio conservador en el tribunal.
Sin los votos, la minoría liberal del tribunal, compuesta por tres jueces, solo pudo mirar con consternación, limitándose a escribir disidencias que eran alternativamente mordaces y tristes.
En su disenso sobre el caso de las armas, el juez Stephen Breyer acusó a sus colegas de la mayoría de actuar “sin tener en cuenta las consecuencias potencialmente mortales” de su decisión, que se produjo a raíz de una reciente serie de tiroteos masivos y mientras el Congreso trabajaba para aprobar la legislación de control de armas firmada por Biden este sábado.
En la decisión sobre el aborto, Breyer, Sotomayor y la jueza Elena Kagan emitieron una inusual disidencia conjunta, hablando como una sola voz.
“Con dolor -por este tribunal, pero más aún, por los muchos millones de mujeres estadounidenses que hoy han perdido una protección constitucional fundamental- disentimos”, escribieron.
El disenso incluía una advertencia de que “nadie debe confiar en que esta mayoría haya terminado su trabajo”. Los jueces sugirieron que la lógica de la decisión también ponía en peligro los derechos previamente reconocidos al matrimonio entre personas del mismo sexo y a la anticoncepción.
Alito refutó esa sugerencia, escribiendo que “nada en esta opinión debe entenderse como que pone en duda los precedentes que no se refieren al aborto”. Pero en una opinión separada, Thomas pidió al tribunal que reconsiderara sus principales sentencias sobre privacidad, incluida su opinión de 2015 que garantizaba el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo.
El próximo mandato promete más de lo mismo: la acción afirmativa y el derecho al voto ya están en la agenda y un importante caso electoral podría añadirse a la mezcla.
La aprobación pública del tribunal ya está en un punto bajo, según las encuestas, y los jueces se pronunciaron repetidamente en defensa de su legitimidad. Roberts ha sido la voz principal en instar a no ver el tribunal como otra rama política del gobierno, tras haberse enredado con Trump sobre la independencia judicial.
Hace años, Scalia a veces arremetía contra los pasos más pequeños que Roberts suele preferir. Pero en ese momento, no había una mayoría conservadora sin el presidente del tribunal. El juez William Brennan, un liberal que sirvió como asociado a lo largo de cinco décadas, solía decir a sus asistentes jurídicos que, con cinco votos, todo es posible en el Tribunal Supremo. A los conservadores les sobra uno.
Mark Sherman y Jeesica Gresko
Agencia AP