POR ALEJANDRO ARMENGOL
Al intentar un golpe de Estado en el Perú —además de lo condenable en sí del acto—, el ahora expresidente Castillo no solo ha traicionado a sus compañeros políticos internos: ha dejado mal parado al presidente mexicano López Obrador. Este último se lo merece y sería de esperar que le sirviera de lección. Lamentablemente no hay esperanza alguna de que esto suceda.
Aunque declare lo contrario, el actual mandatario de México ha abandonado la vieja práctica política de su país, de la no intervención en los asuntos de otra nación, y en Perú y Cuba —por razones ideológicas, pero sobre todo buscando un posicionamiento político fácil— ha llevado la simpatía al gobernante de ambos países al terreno del apoyo decidido a un mandato marcado por la corrupción y el abuso de poder.
Son indispensables las distinciones entre lo que ocurre en Perú y lo que pasa en Cuba, pero hay similitudes entre la falta de cautela en ambos casos, por parte del líder de Morena.
Andrés Manuel López Obrador culpa de la crisis política en Perú a “los intereses de las élites económicas y políticas” que, desde el inicio del Gobierno de Pedro Castillo, han mantenido “un ambiente de confrontación y hostilidad” en su contra, según lo expresado por él el miércoles, tras conocer la destitución y el encarcelamiento del ahora expresidente peruano Pedro Castillo, tras su intento fallido de golpe de Estado.
Pese a sus palabras, formuladas en las redes sociales, de “no intervenir” en la crisis de Perú, López Obrador siempre apoyó el mandato de Castillo sin importarle las acusaciones de corrupción, los cambios excesivos en el gabinete y el ambiente de caos e incertidumbre establecido en Perú desde la llegada del maestro y líder sindical a la presidencia.
El 21 de noviembre, AMLO declaró que planeaba cancelar la Decimoséptima Cumbre de la Alianza del Pacífico, cuyo traspaso de presidencia le corresponde a Perú, debido a que el Congreso de ese país le había prohibido salir del país —y por lo tanto viajar a México— a su ahora expresidente. Al mismo tiempo, aprovechó la ocasión para expresar su solidaridad con Castillo.
En ello no hacía más que repetir una actitud semejante a la de no acudir a la Cumbre de las Américas en Los Angeles, entre el 6 y el 10 de junio, porque Estados Unidos, como país anfitrión, no había invitado al régimen cubano.
Para López Obrador no existen gobiernos buenos o malos, sino mandatarios afines o no afines. Pero esa afinidad nunca deja fuera una superficialidad que va más allá de un simple matiz: no es ser como ellos sino aparentar que uno se identifica con ellos; que los ayuda y es solidario. Eso sí, sin caer en riesgos.
“Es muy probable que se cancele el encuentro de los países de la Alianza del Pacífico, se posponga”, expresó entonces AMLO.
Luego el titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubón, adelantó que se pospondría la cumbre y que se llevaría a cabo el 14 de diciembre en Lima.
Tras los acontecimientos ocurridos el miércoles en Perú, el canciller mexicano anunció que la reunión quedaba pospuesta.
Ahora, al quedar destituido y luego detenido Castillo, se han venido al suelo los planes de López Obrador de viajar a Perú el 13 de diciembre para entregar la presidencia pro tempore de la Alianza del Pacifico, como había anunciado en su conferencia mañanera en el Palacio Nacional.
Para el encuentro suspendido habían confirmado su asistencia los presidentes de Chile, Gabriel Boric; de Colombia, Gustavo Petro; y también estaban invitados los mandatarios de Costa Rica, Rodrigo Chaves; de Honduras, Xiomara Castro y de Ecuador, Guillermo Lasso, puntualizó AMLO según El Universal.
En realidad, al no dilatar el entregarle la presidencia de la Alianza del Pacífico, lo que se buscaba en dar otro espaldarazo político al gobernante peruano en crisis.
“AMLO sigue el mismo modus operandi de Pedro Castillo, le incomoda el Congreso”, denunció en México Kenia López Rabadán
Para la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Senado mexicano, si el gobierno de México le otorga asilo político al expresidente de Perú, sería uno de los “errores más graves” del sexenio de López Obrador.
Aunque con las acusaciones de corrupción que pesan sobre Castillo, es difícil que ello ocurra ahora. Aunque al parecer existió la posibilidad de que pasara.
Al parecer, Castillo pretendía llegar hasta la embajada de México luego del fracaso de su intento de golpe de Estado (cerrar el Congreso y gobernar por medio de decretos, al igual que en 1992 hizo Alberto Fujimori).
Los gestos de López Obrador hacia Castillo no se han limitado a declaraciones al uso y las gestiones para que el mandatario peruano pudiera ocupar la presidencia de la Alianza del Pacífico sin problemas.
Con anterioridad, el 13 de diciembre de 2021, el mandatario mexicano dijo a la prensa de su país que había enviado al Perú una comitiva de funcionarios del Ministerio de Hacienda, del Ministerio de Bienestar y de la Cancillería, para asesorar a su homólogo Pedro Castillo sobre programas sociales.
“Aprovecho para decirles que fue el Secretario de Hacienda a Perú a apoyar en lo que podamos al Gobierno del Perú, que está atravesando por una situación difícil”, declaró López Obrador en su habitual conferencia matutina desde el Palacio Nacional de México. Con esto, también se refirió a la moción de vacancia presidencial del Congreso peruano que, días antes, había sido archivada, según informa Convoca.
“Nos pidió apoyo el presidente [Castillo], que enfrenta toda una campaña en contra, mediática, además, alentada en la inflación. Plantean que es por incapacidad”, señaló AMLO.
Las declaraciones del mandatario mexicano provocaron que el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso peruano, Ernesto Bustamante, del partido Fuerza Popular, afirmara que las actividades realizadas por la representación mexicana “constituyen una clara intromisión en los asuntos internos del Perú”.
Con independencia de las simpatías o no que uno pueda tener con la oposición peruana y la familia Fujimori (y quien esto escribe simpatiza poco con ambas), no se puede negar la ineficiencia del mandato de Castillo, además de que hay demasiadas acusaciones de corrupción, por parte de su familia y el propio mandatario, que deben ser aclaradas. La posible simpatía por una causa y la valoración de las condiciones en que se mueve cualquier político o gobernante no deben impedir o llevar a pasar por alto los errores de su comportamiento y las posibles faltas cometidas. El presidente de México nunca ha sabido ser fiel a ese principio. López Obrador se mueve con obstinada frecuencia entre la conveniencia siempre un paso más allá de lo imprescindible y el tránsito por una vía plagada de la demagogia más burda, si ello es posible.