Señora adamar okoye, sí es que se le puede llamar señora, su vocabulario tratando de ser ofensivo, sus malas palabras, su intolerancia, solo demuestran que estudio en la Cuba de donde no debió salir núnca.. La chusmeria y la mala educación, le corre por todos los poros del cuerpo.. De nada le sirven las buenas pasta dentales que existen, ni vivir en un país democratico, donde todas las opiniones se deben respetar.... Use listerine, es muy bueno para su boca.
YO IGNORO SUS POSTEOS AQUÍ, YO NO COMENTO EN LA KAKA QUE POSTEAN, NO PIERDAN SU TIEMPO EN COMENTAR EN LO MÍO QUE USTEDES SON PEORES QUE LA MIERDA QUE HAY EN CUBA POR ESO FIDEL LOS BOTO A PATA POR EL CULO NI HICIERON HAYA NI HAN HECHO AQUI TODOS USTEDS SON PATRIOTAS DE CARTUCHERA,.
Joe Biden estaba hablando en una conferencia dedicada a la lucha contra la obesidad y la inseguridad alimentaria, cuando dedicó un momento para agradecer a los presentes, y en particular a quienes se involucraron con esta causa. “Jackie, ¿estás aquí? ¿Dónde está Jackie?”, preguntó entonces el presidente de Estados Unidos, mientras parecía buscar en la sala a Jackie Walorski, una congresista republicana conocida por su compromiso con el tema. Pasaron unos segundos sin obtener respuesta y Biden se vio obligado a seguir su discurso, no sin antes acotar: “Creo que ella iba a estar aquí”. La legisladora falleció el mes pasado.
La enclenque salud mental de quien puede llevar al mundo a un cataclismo
Conmociona la serie de graves confusiones públicas de Joe Biden. La oposición lo toma en sorna, pero se trata del presidente del país aún más poderoso del planeta.
Si un señor dice hoy que hace 720 años, con absoluta precisión, 720 años, hizo o dejó de hacer algo, o es un bromista de escasa imaginación o sus procesos neuronales están en quiebra. Si días después el mismo señor evoca la muerte de su hijo, pero le erra en el tiempo y en las circunstancias, se abre generoso el campo a las especulaciones. Esos, y una persistente sucesión de episodios indicativos de algunas fallas en la salud mental del señor, tienen en el rol protagónico a Joe Biden. Allí, respetuosamente tratada, la cosa pasa a tener tintes dramáticos, porque el sujeto en cuestión es nada menos que el presidente de la aún más grande potencia mundial, el señor que manda y tiene en sus manos el futuro de los cerca de ocho mil millones de almas que pueblan el planeta.
En tono de preocupación o de burla –los trastornos mentales de un tal personaje son buena materia para un contenedor político sin escrúpulos, llámese Donald Trump, o tantos diarios amarillos como esos que se multiplican por el vasto territorio de EE UU– la salud mental de Biden pasó a ser un tema central en un país en el que las instituciones y el mismo modelo democrático que pretende imponer hacen agua por los cuatro costados. De la mofa, porque un día no encontró la puerta por la que debía salir de un escenario, pronto se pasó a los análisis serios, porque no se estaba ante simpáticos furcios o simples bloopers. El mundo científico y medios circunspectos, como The New York Times y el Washington Post, llevaron a un primer plano las preocupaciones del establishment.
A mediados de julio el presidente congeló a los norteamericanos cuando, sin darle mayor trascendencia, anunció que cursaba un cáncer severo de piel, «producto de la contaminación ambiental», pero que «ya está bajo control». Como chiste era de pésimo gusto, por eso a sus asesores les llevó horas decir que todo había sido una confusión. Fue lo más convincente que se les ocurrió, y a nadie convencieron. Después, al nivel del difunto Fernando de la Rúa, cayó en muchos similares despistes al concluir una entrevista o retirarse de un lugar. En realidad, lo del cáncer fue una mentira más, dicha vaya a saberse por qué, como la más antigua de sus mentiras, cuando aseguró que había sido detenido en Sudáfrica durante una frustrada visita a Nelson Mandela.
Lo más patético, sin embargo, llegaría el 12 de octubre, cuando en medio de un discurso en la centro-oeste ciudad de Denver (Colorado) juró por Beau, su primogénito, «para decirles –no importa qué ni exigía juramento alguno–, no como presidente sino como padre de un hombre que ganó la Estrella de Bronce y perdió la vida en Irak…». Se equivocó en todo, en la fecha, el sitio y las circunstancias de la muerte que aún llora la familia. Lo cierto es que Beau sirvió en las tropas invasoras entre 2008 y 2010, pero no murió en ningún campo de batalla sino en Delaware y en 2015, víctima de un fulminante cáncer cerebral.
Días antes, el 20 de setiembre, durante un informe leído en la Casa Blanca, había citado entre los presentes a la senadora Jackie Wallorski. Quería mostrarla, inquirió varias veces por ella, hasta que calló ante un severo tirón del saco. Wallorski murió el 3 de agosto y él había viajado especialmente a Indianápolis, a darles el pésame a sus deudos. En ese terreno lleno de contradicciones, Biden mantiene una antigua costumbre: acercarse a las adolescentes, tocarlas, olerles el pelo y aconsejarlas siempre que «no tengan nada serio con los chicos hasta los 30». Estos días se ve en las redes un desagradable video en el que aparece abrazando a una niña, durante un acto en una escuela primaria. Se ganó el apodo de «Creepy Joe» (Espeluznante Joe).
Su penoso historial hizo saltar los tapones del sistema cuando insistió haber ingresado al Congreso hace 720 años, es decir, 246 años antes de la declaratoria de la independencia de EE UU, cuando las Trece Colonias originarias expulsaron de América del Norte a las tropas británicas. «Pregunto a mis colegas que llevan mucho tiempo aquí: ¿cuánto llevamos luchando contra las farmacéuticas? Desde que llegué al Senado, hace 720 años, óiganme bien, hace 720 años y hablo en serio…”. Ronnie Jackson, director de la Unidad Médica de la Casa Blanca hasta 2018, fue el primero: «No hace falta ser neurólogo para ver que Biden tiene un grave deterioro cognitivo, habría que ver si está en condiciones de gobernar».
Tras tantos hechos que ponen en duda la salud mental de Biden, encuestas de Gallup y de Issues & Insights coinciden en que más de la mitad de los norteamericanos están afligidos por el estado general de Biden, que cumplirá 80 años el próximo 20 de noviembre. En agosto era el 59% el que se manifestaba «seriamente preocupado». En setiembre el índice creció hasta 64%. En una nota en el New York Post, el neurólogo Marc Siegel reclamó que «el país merece respuestas sobre la función cognitiva de Biden, lo más preocupante es el área de la función ejecutiva, que incluye la memoria, la atención, la orientación, el lenguaje, la capacidad de planificar y realizar tareas, concentrarse en información detallada y, sobre todo, tomar decisiones», dijo.
Aunque la situación debería preocupar al mundo, dado que Biden es el jugador mayor, no hay voces de otros jugadores que se hagan oír para referirse respetuosamente ante un tema tan delicado. Dejan todo librado al morbo y el amarillismo. El que sí aprovecha para hacer campaña con la salud presidencial es Trump. El senador Ted Cruz, uno de sus halcones, dijo que «si no se trata, no puede seguir en el gobierno». Pese a que sus facultades mentales estuvieron en duda durante su mandato, Trump no pierde ocasión para decir que «este demócrata está gagá». La semana pasada, en Nevada, el expresidente compartió un video mostrando los yerros de Biden, acompañando con sus brazos y su cuerpo el ritmo de la consigna de la noche: "Que se vaya ya, Joe vete ya".
Joe Biden anunció que buscará la reelección en 2024
Biden, que con 80 años es el presidente más viejo de la historia de Estados Unidos, confirmó oficialmente que buscará un nuevo mandato. Volverá a contar con la vicepresidenta Kamala Harris como compañera de fórmula.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunció este martes que se presentará a la reelección en los comicios de 2024.
"Cuando me presenté a las elecciones para ser presidente hace cuatro años dije que estamos en una batalla por el alma de Estados Unidos. Y todavía lo estamos", dijo el mandatario en un vídeo titulado "Libertad" en el que confirmó que volverá a optar a la Presidencia del país.
Biden eligió este martes 25 de abril para hacer oficial sus intenciones porque justo se cumplen cuatro años desde que lanzó la campaña electoral que le condujo a la Casa Blanca tras derrotar al entonces presidente Donald Trump (2017-2020) en los comicios de 2020.
Entonces, Biden también anunció su campaña con un vídeo en el que prometía unir a una sociedad profundamente dividida y salvar el "alma" de la nación, tras cuatro años de Trump en la Casa Blanca. Esta vez, su mensaje ha seguido unas líneas similares, pero haciendo hincapié en la importancia de "terminar el trabajo" empezado durante su primer mandato junto a la vicepresidenta, Kamala Harris, quien también será su compañera de lista en 2024.
Además, el demócrata alertó de los "extremistas MAGA" -en referencia al eslogan de campaña de Trump, "Make America Great Again" (Hacer Estados Unidos grande de nuevo)-, la expresión que suele utilizar para referirse a los legisladores republicanos más alineados con el polémico exmandatario conservador.
"Se están preparando para eliminar esas libertades fundamentales, reduciendo la Seguridad Social que habéis pagado durante toda vuestra vida mientras reducen los impuestos para los ricos. Dictando las decisiones médicas que pueden tomar las mujeres, prohibiendo libros y diciéndole a la gente a quién puede amar", dijo Biden en su mensaje.
El mandatario, quien con 80 años es el presidente más viejo de la historia de Estados Unidos, llevaba meses diciendo que tiene intención de optar a la reelección.
¿Biden contra Trump?
Biden podría batirse en 2024 con el expresidente Donald Trump, al que ya venció en 2020.
Trump ya anunció su intención de competir por la nominación republicana en el proceso de primarias de ese partido pese a que está envuelto en varios líos judiciales y ya ha sido formalmente imputado en una causa penal en Nueva York.
Además de Trump, en el bando republicano hay otros cinco aspirantes: la exembajadora de EE.UU. ante la ONU Nikki Haley, el empresario Vivek Ramaswamy, el exgobernador de Arkansas Asa Hutchinson, el presentador de radio conservador Larry Elder y el empresario Perry Johnson.
Otros políticos conservadores también han insinuado que tienen interés en postularse, como el gobernador de Florida, Ron DeSantis, o el que fuera vicepresidente con Trump, Mike Pence, aunque de momento ninguno ha dado el paso.
Sin rivales en la interna demócrata
En el bando demócrata, Biden parece que tendrá el campo despejado, ya que las grandes personalidades del partido han descartado presentarse y solo cuenta con la competencia de figuras marginales.
En concreto, solo dos figuras han declarado su intención de competir por la nominación demócrata: el abogado medioambiental y activista antivacunas Robert F. Kennedy, sobrino del presidente John F. Kennedy (1961-1963), y la autora de libros de autoayuda Marianne Williamson.
El Comité Nacional Demócrata respalda plenamente a Biden y ya ha dicho que no tiene previsto organizar debates de primarias. De hecho, el Comité Nacional Demócrata ha cambiado el calendario de primarias a medida de los deseos del mandatario, dando prioridad a Carolina del Sur, donde Biden resurgió en 2020, tras sonadas derrotas en Iowa y Nuevo Hampshire, que eran tradicionalmente los primeros estados en votar.