Mucho antes de esa fecha, incluso del comienzo de las luchas independentistas contra el dominio español en la isla, ya los padres fundadores de la nación norteña advertían las enormes posibilidades del oriental territorio antillano, situado a mil kilómetros de La Habana.
En declaraciones a Prensa Latina, René González Barrios, director del Centro Fidel Castro Ruz, explicó que esa ambición radicaba en la posición estratégica y geopolítica de su bahía, que permite el dominio del tráfico marítimo por el sur del Caribe.
Ello, aseveró, evidencia cómo, tras la intervención norteamericana en la guerra entre las tropas cubanas y españolas, en 1898, el primer puerto ocupado por la marina estadounidense fue el de Guantánamo y, desde allí, organizaron la invasión a Puerto Rico y el ataque a Santiago de Cuba.
Luego vino la introducción de la Enmienda Platt en la Constitución de 1901, bajo la amenaza de una posible continuidad de la ocupación militar de Washington, “nos limitaron la soberanía, surgió una República y un estado proyector que asumió la intrusión en la isla como un derecho”.
En consonancia con el artículo VII de ese apéndice incluido en la Carta Magna, Cuba y Estados Unidos suscribieron el Tratado de Arriendo de Bases Navales y Carboneras en 1903 que permitía, inicialmente, el establecimiento de cuatro enclaves: Guantánamo, Cienfuegos, Bahía de Nipe y Bahía Honda.
La Base Naval de Guantánamo comenzó sus operaciones en diciembre de 1903 y, a juicio del también expresidente del Instituto de Historia de Cuba, resultó, en la primera mitad del siglo XX, el escenario de entrenamiento y preparación de la flota norteamericana. Este destino, constituyó “la punta de lanza para las invasiones al resto de los países del área, desde allí salió parte importante de los buques estadounidenses que incursionaron en México, en 1914; Haití, República Dominicana, Nicaragua y Guatemala”.
La instalación resultó, por tanto, “un foco de tensión continental” y trampolín militar y de ensayo para las agresiones promovidas desde la Casa Blanca contra América Latina y el Caribe; sumado a otras consecuencias negativas como la deformación social.
“Los marines y las tropas acantonadas en la base requerían, por sus propias leyes inescrupulosas, el establecimiento de lugares de recreación que, en esta región oriental, fueron los burdeles. Guantánamo, Caimanera y Boquerón constituyeron zonas de tolerancia”, expresó el experto.
Surgieron numerosos bares y prostíbulos; en paralelo, el desarrollo económico del área respondía al aseguramiento de los soldados y, por ejemplo, el acueducto de Yateritas solo abastecía de agua a la base, mientras el pueblo de Caimanera carecía del vital líquido.
Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), según testimonios de la época, el puerto de Guantánamo fue el segundo más importante para la marina norteamericana en el mundo, después del de Nueva York, por el tráfico militar y la presencia de efectivos.
Tras el triunfo de la Revolución en Cuba, el 1 de enero de 1959, cambió el matiz de las agresiones—que ya acontecían en las inmediaciones de la base— y comenzó una campaña de hostilidad y provocaciones hacia los milicianos y luego contra la Brigada de la Frontera, constituida en 1961.
“Comenzaron con disparos desde el territorio ilegalmente ocupado hacia las postas cubanas, asesinaron a los soldados de la isla y lanzaron campañas de desinformación para culpabilizar a los militares de la nación caribeña”, aseguró González Barrios.
Luego del fracaso de Playa Girón, en abril de 1961, idearon, mediante la Operación Mangosta, pretextos de invasión, a partir, por ejemplo, del derribo de un avión con estudiantes estadounidenses, el hundimiento de un buque o una autoagresión con morteros.
“Hoy las relaciones con las autoridades de la base son diferentes, basadas en el respeto. Pero, mientras exista el imperialismo y la ocupación de ese territorio, está latente la posibilidad de justificar un ataque o intervención militar norteamericana en Cuba”, concluyó el experto.
SALUDOS REVOLUCIONARIOS
(Gran Papiyo)