Celebro mi naturaleza espiritual y la presencia del Espíritu en los demás.
Lo que Jesús enseñó y demostró es sorprendente y emocionante. ¡Dios no está lejos, sino que mora en nosotros! Soy una creación divina, y gracias al Espíritu comparto un parentesco espiritual con todos a mi alrededor. No soy menos que los demás; ni tampoco soy más que ellos. Los dones del Espíritu son dados por igual a todos. El poder de Dios para sanar, prosperar y elevar está disponible para mí y para mis congéneres.
En el tiempo de Jesús, cuando las personas comenzaron a oír Su mensaje y a ser testigos del poder transformador de Dios, ellas se reunieron para alabar y celebrar. Hoy yo también celebro la verdad de que el Espíritu mora en mí y en los demás. ¡Aleluya!
Toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto.—Lucas 19:37