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General: Madres de la Plaza : Nora de Cortiñas
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Respuesta  Mensaje 1 de 6 en el tema 
De: Gran Papiyo  (Mensaje original) Enviado: 01/05/2012 03:21

Historias de vida

 
 
   
     
Nora Cortiñas    
  "Soy Nora Morales de Cortiñas, cofundadora e integrante del movimiento de Madres de Plaza de Mayo- Línea Fundadora. Tengo 69 años. Nací en Buenos Aires, Argentina. Parí dos hijos. Uno de ellos, Gustavo, está desaparecido. No hace mucho tiempo atrás, murió mi esposo. Mi matrimonio duró 50 años. Yo fui una mujer tradicional, una señora del hogar. Me casé muy joven. Mi marido era un hombre patriarcal, él quería que me dedicase a la vida familiar. En ese entonces yo era profesora de alta costura y trabajaba sin salir de mi casa, enseñándole a muchas jóvenes a coser. Vivía todo muy naturalmente, como me habían educado mis padres.

Sabía de la militancia política de Gustavo y de su trabajo solidario en barrios humildes. El no nos ocultaba nunca nada. Se casó siendo un muchacho, cuando estudiaba Ciencias Económicas en la Universidad de Buenos Aires. Tenía 24 años, una esposa y un hijo muy pequeño. Lo desaparecieron el l5 de abril de l977. Salió una mañana fría y no llegó más. Lo secuestraron en la estación de tren, mientras iba camino a su trabajo. Esa noche un operativo militar y policial allanó mi casa, en donde estaba mi nuera. Afortunadamente, a ella no le hicieron nada. Fue un milagro teniendo en cuenta que, en la mayoría de los casos, al no encontrar a la persona buscada se llevaban a cualquier familiar en represalia.

A partir de ese momento comenzó una larga peregrinación por encontrar a Gustavo. Enviamos cartas al Papa, presentamos recursos de habeas corpus en los juzgados; recorrimos iglesias, dependencias oficiales, cuarteles, morgues, organismos de derechos humanos y visitamos a políticos, periodistas, intelectuales, curas y militares. Sólo queríamos que nos dijesen la verdad. Aunque, lo que relaté es lo único que pudimos saber de él en todo este tiempo. Hasta ahora no tengo otra información.

Perder un hijo es siempre una tragedia pero hay que elaborarlo para no quedar prendida en ese laberinto y poder ayudar a quienes están en la misma situación. La soledad nunca es una buena receta si se quiere saber la verdad. Siempre se consideró que el duelo debía hacerse de puertas para adentro. Antes, las mujeres se encerraban en su dolor y quedaban prisioneras de la angustia. Vivían la pérdida con resignación. Si no me equivoco, la escritora Nicole Loreaux es la que cuenta que siempre existió una relación estrecha entre el duelo y las mujeres(51). Ella dice que en la antiguedad, el duelo tenía lamento femenino pero la sociedad no la quería escuchar y el orden político no quería ser puesto a prueba por ese grito de dolor. Por eso todo era intramuros.

Actualmente con los grupos, las mujeres se fortalecen, se sienten útiles y descubren que el horror es algo que no sólo le pasa a ellas sino también a muchísimas otras. Todas tenemos puntos en común: fuimos madres y hemos perdido a un hijo. Nadie suplanta al hijo que perdiste; pero cuando esa pérdida no fue por un accidente, por una enfermedad y cualquier eventualidad, sino por haber sido secuestrado, torturado y después desaparecido su cuerpo, el dolor adquiere otra dimensión. Pero también tenemos otras diferencias: al no estar el cuerpo es imposible hacer el duelo. Nos queda la incógnita de ese cuerpo que nos niegan. Sin él, no podemos elaborar la muerte y darle la sepultura que se merece. Es el ser y no ser. La angustia se transforma en letanía. Las preguntas no cierran y la tragedia tampoco cierra. Una se interroga permanentemente. Nuestros hijos no están muertos. Están desaparecidos.

Cuando una madre encuentra el cuerpo de su hijo, lo deposita donde corresponde y, de alguna manera se conforma. Es un hecho privado. En cambio, lo nuestro es querer hacer un duelo sin cuerpo. No nos conformamos y por eso es un hecho político.

No quisiera competir en quien sufrió más, pero lo vivido por las Madres fueron violaciones a los principios más fundamentales de los derechos humanos cometidos por el Estado, en manos de un gobierno militar terrorista.

Azucena Villaflor fue la que lanzó nuestra proclama inicial: "Todas por todas y todos son nuestros hijos" ¿ Qué queremos decir con ésto? Es una promesa implícita de las Madres: nuestra lucha no es individual, es colectiva. A lo largo de estos años, si no fuera por esta filosofía hubiese sido muy difícil afrontar tantas adversidades: varias madres murieron, otras debieron criar a sus nietos por la desaparición de los padres. A algunas compañeras les desaparecieron todos sus hijos, a otras les quitaron la posibilidad de criar a sus nietos, porque esos niños también fueron secuestrados junto con sus padres y mantenidos en cautiverio, hasta que los asesinos de sus familiares se los apropiaron y después los registraron con una identidad falsa. Sólo la fuerza que te da el conjunto permite seguir la búsqueda.

Nosotras ya no somos madres de un solo hijo, somos madres de todos los desaparecidos. Nuestro hijo biológico se transformó en 30.000 hijos. Y por ellos parimos una vida totalmente política y en la calle. Los seguimos acompañando, pero no de la misma manera como cuando estaban con nosotras: revalorizamos la maternidad desde un lugar público. Somos Madres a las que se nos sumó un nuevo rol y en muchos de los casos no estábamos preparadas para ello. Transmitimos algo más de lo que antes le transmitíamos a nuestros hijos: el espíritu de la lucha y el compartir otras luchas. En fin, aprendimos a dar y a tomar. Esa necesidad por entender la historia de nuestros hijos fue la que nos mantuvo enteras, la que nos llevó a ocupar espacios hasta ese momento desconocidos por nosotras .

También nuestro entorno familiar se alteró. Por ejemplo, mi marido me celaba y discutíamos bastante porque mi independencia se iba fortaleciendo a lo largo de nuestro accionar. A veces, por miedo, él se ponía obsecado. Mi familia estaba muy temerosa por mi suerte. Era frecuente que después de la ronda, terminásemos presas.

Yo tengo otro hijo quien después de la tragedia, creyó ser único. Sin embargo, con mi activismo pasó a ser invadido por todos los otros hijos que buscamos. Yo viví durante muchos años la tensión de ser dos madres a la vez: la biológica y la política. Al principio no me daba cuenta que tenía otro hijo, hasta que sus planteos cotidianos fueron un llamado de atención. Ahora, él me ayuda, colabora conmigo, sin ser un activista. Pero no fue el único en la familia que sintió abandono. Mi nieto, el hijo de Gustavo, me veía como una abuela "rara". La situación se fue revirtiendo a partir de los comentarios elogiosos que hacían sus amigos sobre nuestras luchas. Al crecer él comprendió que, si yo no me ocupaba de la manera que me pedía, era porque buscaba a su padre .

El 30 de Abril de l977, nuestro primer día, éramos muy poquitas y todas estábamos atravesadas por el miedo y la angustia. Mientras averiguábamos por el paradero de nuestros hijos nos íbamos encontrando con mujeres y hombres en la misma situación. Entonces comenzamos a juntarnos para descubrir las causas, para consolarnos. No nos unían opiniones políticas ni religiosas sino la tragedia, la búsqueda incansable. Ahora bien, desde el inicio en vez de estar quietas decidimos rondar. No obstante, durante los cuatro primeros meses de reuniones lo que hacíamos era estar paradas. Las vueltas comenzaron casi por orden de la policía que nos hacía circular. La razón fue muy simple: como el estado de sitio no permitía que las personas se juntasen en las calles se nos ocurrió caminar alrededor de la plaza. Fue Azucena Villaflor la que propuso esa idea. Allí podíamos expresar nuestro dolor, nuestra angustia y la gente al vernos se iba enterando de lo que estaba sucediendo.

Desde el principio siempre fuimos mujeres. Quizás, el horario elegido no permitió que los hombres nos acompañasen por sus obligaciones laborales ¿Por qué elegimos jueves? Fue una decisión azarosa. Una madre contó que en la tradición popular los días que se escriben con R traían mala suerte: entonces quedaba sólo lunes y jueves. El primero era imposible ya que nosotras teníamos tareas pendientes del fin de semana por ser amas de casa . Por ejemplo, lavar la ropa. Entonces decidimos por el jueves. Y en cuanto a la hora, se eligió el momento de mayor concentración de gente justo a la salida de sus oficinas. Así fue nuestro comienzo: rondar los jueves a las 15,30.

Recién en l980, empezamos a usar el pañuelo blanco en la cabeza con el nombre y apellido del familiar desaparecido, bordado. Fue en la peregrinación hacia la Basílica de Luján, convocada anualmente por la juventud católica. Era nuestra oportunidad: la Basílica estaba repleta y, en especial, de jóvenes. Llevábamos folletos para repartir y frente a tanta multitud debíamos identificarnos. Surge en su momento, como una forma de reconocernos entre nosotras. En realidad, cuando comenzamos a utilizarlo no era un pañuelo sino un pañal de bebé; todas teníamos alguno en las casas por nuestros nietos. Así, sin quererlo, fundamos el símbolo de las madres. La identificación del nombre del desaparecido posibilitó que se acercaran aquellas personas que disponían de información sobre el paradero de nuestros hijos.

Tuvimos que acostumbrarnos a la vida pública, a las nuevas relaciones, a que nuestra intimidad ya no fuese la misma, a viajar mucho, a tener otro lenguaje, a prepararnos para la discusión con gente del poder, a hablar en los medios de comunicación y a ser reconocidas por la calle. Yo diría que nos hicimos mujeres públicas. Mi caso lo ejemplifica: de ser una ama de casa, fui creciendo y capacitándome hasta lograr el título de psicóloga social. Ahora soy titular de la "Cátedra Libre Poder Económico y Derechos Humanos", de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.

Al principio muchísima gente nos miraba con cierto recelo. En los primeros años estábamos muy solas. Nadie rondaba con nosotras. Teníamos inconvenientes con los otros organismos de derechos humanos, algunos de ellos estaban integrados por gente de partidos políticos y tenían otras formas organizativas y otros compromisos. Incluso nos costó mucho compartir ese espacio de resistencia con las feministas. Ellas comenzaron a venir a la Plaza de Mayo a principio de los ochenta. A las Madres, estas nuevas ideas sobre el ser mujer nos producía confusión y temor y no siempre fueron bien interpretadas. A muchas nos resultaba muy difícil descubrir el carácter patriarcal de la maternidad. Hay que comprender que nuestra identidad como movimiento fue configurada a partir de ese rol tradicional.

De nosotras se desprendió un grupo de Madres que buscaban a sus nietos nacidos en cautiverio y así surgió la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo, nucleadas bajo el lema " Identidad, Familia, Libertad ".

Nuestra causa ya no es sólo la búsqueda de nuestros familiares sino también la conquista por la liberación de las mujeres, el respeto a la libre determinación del cuerpo, a las minorías de opción sexual, religiosas y culturales. Es doloroso decir que el desprendimiento de la vida doméstica y privada y el salto a la vida pública se llevó a cabo porque tu hijo/a está desaparecido/a. Pero ya no se vuelve atrás".

( Testimonio extraído del ensayo “El Movimiento de Madres de Plaza de Mayo” de Mabel Bellucci en Fernanda Gil Lozano y otras (compiladoras) Historia de las Mujeres en la Argentina. Tomo II. Editorial Siglo XX, 2000)

SALUDOS REVOLUCIONARIOS
(Gran Papiyo)        


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Respuesta  Mensaje 2 de 6 en el tema 
De: VIDABELLA Enviado: 01/05/2012 17:00
  
  
QUE PASES UN FELIZ DIA

Respuesta  Mensaje 3 de 6 en el tema 
De: Matilda Enviado: 05/05/2014 03:33
De: Matilda  (Mensaje original) Enviado: 20/12/2013 00:49

Nora Cortiñas sobre la designación de Milani: “Volvimos a la obediencia debida”

 
 
 

La referente de Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora se mostró totalmente en contra de la aprobación del ascenso de Milani por parte del Senado. “Volvimos a la obediencia debida” aseguró. Y agregó: “Los senadores ayer me han dado asco”. 

Nora Cortiñas

Nora Cortiñas, histórica referente de Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora se mostró totalmente descontenta por la aprobación del ascenso de Milani por el Senado Nacional y aseguró que la situación es “muy preocupante”.

“Es un retroceso en Derechos Humanos  a la lucha de más de 30 años. Volvimos a la obediencia debida. Ayer, los Senadores volvieron a la obediencia debida, un acto realmente deplorable”, aseguró al ser consultada. “Los senadores ayer me han dado asco”, agregó.

“Tanto cartel de 30 años de democracia: ayer ha quedado en la pérdida esos 30 años de democracia”, aseguró Cortiñas en referencia a los festejos de la semana pasada impulsados por el oficialismo.

“No se ha escuchado a la madre del soldado de la familia, ni al organismo que siempre marcó la lucha por los derechos humanos como es el CELS. No hay dudas de que la investigación del CELS es exacta”, explicó.

“Si esta es una etapa más y quieren cerrar una reconciliación con los genocidas y los complices, este es un error. (…) Si hay un capricho y si hay una intencionalidad para cerrar una etapa de la historia, así no se cierra”, sentenció.


Respuesta  Mensaje 4 de 6 en el tema 
De: Gran Papiyo Enviado: 31/05/2024 16:10

Falleció a los 94 años 

Murió Nora Cortiñas, la madre de todas las batallas

Referente de los derechos humanos, santa pagana de todas las luchas, Norita estuvo hasta principios de este mes en Plaza de Mayo —ese lugar que transitaba desde mayo de 1977—. Nunca supo qué hizo la dictadura con su hijo Carlos Gustavo Cortiñas.

 
Por Luciana Bertoia para Página/12
 
 
 
 
Nora Cortiñas no es una sola: es la madre que grita frente a las cámaras, la que lleva el pañuelo blanco en la cabeza, la que porta el pañuelo verde en la muñeca, la que juega a la pelota, la que se sube a una moto, la que anda con su bastón con flores o la que se deja conducir en una silla de ruedas. Es la mujer que fue hasta sus últimos días a la Plaza de Mayo —a ese lugar en el que recaló en mayo de 1977 con la esperanza de recuperar a su hijo secuestrado por la dictadura—. Nora Cortiñas, que murió este jueves a los 94 años, es eterna en la memoria del pueblo argentino que quiere verdad y justicia.
 

Nació el 22 de marzo de 1930. La llamaron Nora Irma Morales. Era una de las cinco hijas de una familia de españoles que se afincó en el barrio de Monserrat. Ella contaba, divertida, que era revoltosa de chica. Su papá le festejaba las salidas ocurrentes. Tuvo una infancia feliz: con cumpleaños y Reyes Magos.

 

Cursó hasta sexto grado –por entonces el último año— en la escuela Coronel Suárez. Después, pasó al secundario. Conoció muy jovencita a Carlos Cortiñas, que era seis años mayor. El flechazo fue intenso. Cuando ella cumplió los 18, él pidió su mano. Se casaron un año después. En 1952 nació el primer hijo de la familia, Carlos Gustavo. Después, en 1955, llegó Marcelo.

Carlos trabajaba en el Ministerio de Economía. Era peronista y admiraba profundamente a Eva Perón. Nora estaba alejada de las cuestiones partidarias. El epicentro de su vida era la casa de la familia en Castelar. Ella daba clases de alta costura y, a veces, cosía para afuera. A Carlos no le gustaba que su esposa trabajara fuera del hogar. Era muy “machista”, relataba ella.

 

A su hijo mayor lo llamaba por su segundo nombre, Gustavo. Él estudiaba —después de un paso por la Universidad de Morón— en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Militaba en la Juventud Peronista (JP). En los primeros tiempos, lo hizo en la Villa 31 junto al Padre Carlos Mugica. Gustavo cumplió 22 años el 11 de mayo de 1974. Ese día estaba triste y no quiso festejos: la Triple A había acribillado al sacerdote.

Eran tiempos violentos. La muerte podía esperar, como le pasó a Mugica, a la salida de una iglesia. O a la vuelta de la esquina. Nora se angustiaba y le pedía a Gustavo que no se expusiera.

–¿Qué querés, mamá, que vayan los hijos de otras madres?-- le preguntó él.

 

Ese día, ella entendió que había que ir siempre al frente. Y cumplió con la enseñanza de su hijo mayor.

Una nueva vida

Nora se despidió de Gustavo en la terminal de micros de Mar del Tuyú. Toda la familia había pasado la Semana Santa de 1977 en ese balneario. Nora y su marido se quedaron unos días más. Gustavo –que, para entonces, ya estaba casado con Ana y tenía un hijito, Damián, de dos años– regresó antes. Nora no podía ni imaginar que ése iba a ser su último abrazo.

El 15 de abril de 1977, Gustavo salió para el trabajo. Nunca llegó. Tampoco se encontró con Ana, como habían convenido. Con el tiempo, se supo que a él se lo habían llevado de la estación Castelar.

 

Ana lo esperó en la casa de Nora y Carlos. Estaba desesperada. Por la ventana, veía pasar los Ford Falcon. Plantas que se movían. La densa calma se hizo añicos cuando sonó el timbre. Se asomó y le dijeron que venían a avisarle que Gustavo había tenido un accidente. Pocos segundos después, la patota ya estaba adentro. Golpes, preguntas, armas. Y uno de los represores que murmuraba “coincide” cuando la muchacha contestaba al interrogatorio.

Ana le dio la noticia a Nora de que se habían llevado a Gustavo. La madre no dudó y salió a buscarlo. La primera gestión la hizo en la Catedral de Morón. La segunda fue en la comisaría de la zona. Una empleada le preguntó su dirección y dijo que había zona liberada.

Con su marido, se acercaron a los organismos de derechos humanos que ya estaban funcionando, como la Liga Argentina por los Derechos del Hombre (LADH), la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) y el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH).

 

Un cuñado le habló de unas mujeres que se reunían frente a la Casa de Gobierno. Hacia allá fue ella. Llegó por primera vez a la Plaza de Mayo en mayo de 1977. Nunca la abandonó –ni con el terror que provocaron los secuestros de Azucena Villaflor de De Vincenti, Esther Ballestrino de Careaga y María Eugenia Ponce de Bianco en diciembre de ese año.

En la Plaza de Mayo, eran “las locas” para la dictadura. Las locas que caminaban, lloraban, se sostenían aunque se desplomara el cielo. “El público que pasaba por la Plaza de Mayo muchos años no nos vio –contó años antes en una entrevista con la Biblioteca Nacional. Éramos invisibles. Nadie se acercaba a preguntar qué hacíamos ahí”.


¿Qué es el miedo?

Si tenía miedo, Nora lo disimulaba. Se metió en plena dictadura en Mansión Seré, el centro clandestino que funcionaba en Castelar. Esperaba escuchar algún grito que le permitiera saber si Carlos Gustavo estaba retenido allí.

 

La Navidad de 1978 la pasó en Dolores: había ido junto a otras dos Madres para pedirle al juez Carlos Facio que las dejara identificar unos cadáveres que habían aparecido, días antes, en la costa. Querían saber si eran sus hijos o los hijos de otras Madres. Nora hizo lo que el Poder Judicial no hizo: viajó a Santa Teresita para averiguar cómo había sido el hallazgo.

En pleno terrorismo de Estado, todo el Ministerio de Economía sabía que Nora buscaba día y noche a Gustavo. Uno de los jefes de su marido le espetó: “¿Por qué no la ata a la pata de la cama, así deja de estar en la calle?”

Cuando llegaba la Navidad, Nora abrigaba una esperanza: que le devolvieran a su hijo. “No sé por qué en Navidad –dijo en Ni el flaco perdón de Dios, el libro de Juan Gelman y Mara La Madrid–, pero no porque esperara de los militares algún gesto de humanidad. Era una forma de dar lugar a la esperanza. Creo que en todas las familias esa esperanza estaba presente, una madre tejía un suéter, o compraba el jean que al hijo le hubiera gustado, se ponía un cubierto más en la mesa. Tantas cosas”.

 

Caminó y caminó, pero nunca logró saber cuál fue el destino de Gustavo. Siempre entendió que la Plaza de Mayo era el lugar desde donde reclamar explicaciones al poder político. Que abrieran todos los archivos de la represión era una de sus exigencias. Con la llegada de la democracia, Nora se convirtió en una de las referentes de la Línea Fundadora de Madres de Plaza de Mayo.

En 2012, cuando ya llevaba 35 años buscando, volvió a presentar un hábeas corpus —como aquel que había firmado en mayo de 1977, redactado por un amigo de su hijo recién recibido de abogado—. Fue a la audiencia y el juez le preguntó por qué lo hacía. La respuesta fue punzante. “Porque antes de morirme quiero saber qué pasó con Gustavo”.


La madre de todas las luchas

Nora es de todos, de todas y de todes. Donde había un reclamo, ella estaba. Entendió muy rápidamente que la lucha por los derechos humanos era dinámica, que no se acababa con el reclamo de verdad y justicia por los crímenes de la dictadura. Se sumó a los Encuentros de Mujeres. Se calzó el pañuelo verde por el aborto. Se acercó a las diversidades. Estaba para denunciar los despidos o la represión. Caminó muy cerca de Sergio Maldonado cuando desapareció su hermano Santiago. En el Hospital Posadas, la sentían como su hada madrina en defensa de la salud pública.

 

Para el 24 de marzo, buscó la unidad de quienes salieron a la calle para reclamar verdad y justicia en tiempos de un gobierno negacionista como el de Javier Milei y Victoria Villarruel. El 9 de mayo avisó que no iría a la Plaza de Mayo para plegarse al paro general de las centrales obreras. Su última vez en ese lugar había sido una semana antes. Estuvo en la Feria del Libro en un homenaje a la periodista María Seoane.

El 17 de mayo, fue intervenida quirúrgicamente por una hernia en el Hospital de Morón y permaneció en terapia intensiva. Su salud se complicó. El cuerpo que la había sostenido tantos años en la búsqueda le jugó una mala pasada.

A las 18:41 del jueves, la familia de Nora comunicó su fallecimiento a través de un comunicado. “Profundamente preocupada en estos tiempos por la grave situación que atraviesa nuestro país y dispuesta siempre a estar presente allí donde hubiera una injusticia, Norita luchó hasta último momento por la construcción de una sociedad más justa. Nos queda el orgullo de haber compartido su vida, su impronta y su enseñanza que dejarán en su familia y en la sociedad una huella imborrable”.

 

A los pocos minutos de que se anunció su muerte, apareció un cartel en la reja que protege la pirámide de Mayo. “Nora eterna”, decía. Será despedida este viernes de 9 a 18 en la Casa de la Memoria y la Vida -Predio Quinta Seré, en Santa María de Oro y Blas Parera, Castelar). En el mismo lugar que en pleno exterminio Nora recorrió con la esperanza de arrebatar a su hijo de las fauces de la muerte.

Hay un modo Norita de la vida: ése que sitúa a una persona junto a las causas nobles y altruistas. Tiempo atrás, Mabel Bellucci —una de las responsables de acercarla al feminismo— decía en LatFem que la militancia trataba a Norita como una “santa”, que la invocaba en las marchas aún cuando no estaba. Será difícil no hacerlo de ahora en más. Aunque es sabido: donde hay una lucha, ahí está Norita.

SALUDOS REVOLUCIONARIOS 

(Gran Papiyo)

 
 

Respuesta  Mensaje 5 de 6 en el tema 
De: Gran Papiyo Enviado: 31/05/2024 16:43
 
 
SALUDOS REVOLUCIONARIOS 
(Gran Papiyo)      

Respuesta  Mensaje 6 de 6 en el tema 
De: Gran Papiyo Enviado: 31/05/2024 16:58
 
SALUDOS REVOLUCIONARIOS 
(Gran Papiyo)        


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