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General: RÉQUIEM POR EL CINE PAYRET
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De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 30/10/2024 15:20

RÉQUIEM POR EL CINE PAYRET
 
Una joya olvidada por el castrismo
 CUBA ETERNA GABITO   - Inaugurado el 21 de enero de 1877 y reconstruido en varias ocasiones a lo largo del siglo XX, el cine teatro Payret fue por más de cien años un destacado espacio de la vida cultural habanera
 
El Payret le debe su nombre a su constructor y primer propietario, el catalán Joaquín Payret, un amante de las artes, y en particular del teatro.
 
Aunque la primera función se produjo en la mencionada fecha de 1877 en provecho de la Casa de Maternidad y Beneficencia, su vida útil como plaza teatral comenzaría el 23 de enero de 1878, con la presentación de la ópera La Favorita, de Gaetano Donizetti.
 
A partir de entonces, el Payret pasaría a formar parte del gran circuito de teatros habaneros de entonces, que también contaba con el Tacón, el Albisu, y el Irijoa, rebautizado en 1900 como Teatro Martí.
 
El Payret llegó a acoger en sus tablas la ópera de Verdi La fuerza del destino, el debut en  Cuba de la primera bailarina rusa Anna Pávlova y  la actuación de la francesa Sarah Bernhardt.
 
Por su escenario y pantalla también han desfilado destacados exponentes de la historia del arte cubano en diferentes manifestaciones. En ese sentido, el Payret ha acogido conciertos, conferencias, discursos, festivales, obras dramáticas, obras líricas, óperas, operetas, obras vernáculas, presentaciones de ballet, revistas, sainetes y zarzuelas.
 
Debido a su utilización intensiva, el Payret fue restaurado en 1969 y en 1981. No sería hasta 2008 que el cine teatro recibiría una nueva restauración a cargo del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) con vistas a utilizarlo como sede del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de ese año.
 
En la actualidad, el cine teatro Payret se encuentra cerrado hace más de 3 añost, sin que los habaneros tengan certeza de qué ocurrirá con el inmueble ante el aumento de la construcción de hoteles en la zona.
 
Historia
 
En 1876 comenzó a construirse el inmueble que ocupaba el cine teatro Payret. Su propietario fue el catalán Joaquín Payret, hombre que amaba las artes, especialmente el teatro y que mediante la actividad comercial amasó en menos de diez años la fortuna de medio millón de pesos. Payret adquirió del Estado los terrenos donde levantó su teatro, en la concurrida esquina de la Alameda de Isabel II y San José. Cuando las paredes del edificio alcanzaban ya cuatro metros, un huracán las derribó, y otro, estando a punto de concluirse la obra, echó por tierra la mitad de esta. En la esperada noche de la apertura se incendió una de las tuberías de gas que alumbraba el coliseo. El siniestro pudo ser sofocado, impidiendo que el inmueble ardiera por completo.
 
La construcción antigua era de cantería en su parte principal y algunas de las obras internas eran de ladrillos. Los techos eran de madera y planchas de zinc, sostenidos por una armazón de acero belga, la primera de este tipo que se colocó en La Habana. En la construcción se utilizaron también piedras de las murallas que defendían la capital cubana.
 
En el siglo XIX muchos españoles venían a Cuba a “hacer la América” o a morir de fiebre amarilla. La mayoría de ellos escapaba o sobrevivía a esa terrible enfermedad, no siempre necesariamente mortal, pero muy pocos conseguían aquí la fortuna que esperaban.
 
El protagonista de esta historia fue un caso excepcional. Llegó pobre, muy pobre, con gorra y alpargatas y escaso de equipaje. Todas las pertenencias de aquel mozo de 15 años de edad, ninguna de ellas valiosa, cabían en un pequeño hatillo. A la vuelta de pocas décadas, sobre 1875, sin embargo, se le calculaba al personaje un capital de más de medio millón de pesos. Terminaría perdiéndolo todo. Consumido por la pena, sin proferir queja alguna ante el infortunio y con el dolor de ver a su única hija, educada para reina, tener que ganarse trabajosamente la vida, el hombre de nuestra historia pasó sus días finales a merced de la Beneficencia de los Naturales de Cataluña. El catalán Joaquín Payret hizo en Cuba un patrimonio considerable y lo dejó todo en el teatro que lleva su nombre.
 
Convertir el oro en piedra
 
“Este mozo como todos sus congéneres, lleno de esperanzas, pero mísero de recursos, pasó el doloroso vía crucis de todos los que en aquella época se dedicaban al comercio, pero inteligente, honradísimo y perseverante, consiguió en menos de 10 años establecerse por su cuenta, abriendo un café en el que supo labrarse el cimiento de un capital. Poco después aquel establecimiento se convirtió en uno de los más importantes de La Habana. Cerca de este abrió otro más tarde, amplió su esfera comercial con una carnicería, a la que siguieron varias más”, escribe Álvaro de la Iglesia en sus Tradiciones cubanas; cuadros viejos.
 
Uno de esos establecimientos fue el muy famoso café El Louvre, en la esquina de Prado y San Rafael, que Payret terminó vendiendo al arquitecto Juan de Villamil, teniente coronel retirado del ejército español, que adquirió, además, el hotel Americana. Unificó el comprador ambas entidades en un solo edificio al que puso por nombre Hotel Inglaterra. Villamil fue el constructor del gasómetro de La Habana y poseía en Luyanó extensos terrenos en sociedad con su sobrino Urbano González, dueño del Hotel Pasaje, en el Paseo del Prado, y futuro constructor y propietario del Hotel Sevilla.
 
La información empero es contradictoria en esto. El ya citado Álvaro de la Iglesia asevera que Payret se deshizo de la noche a la mañana de sus cafés y carnicerías para invertir el dinero en la compra del terreno y la construcción del edificio del teatro, que se inauguraría el 23 de enero de 1877, mientras que Guillermo Jiménez, en su libro Las empresas en Cuba, sostiene que no fue hasta 1886, cuando ya el teatro tenía casi una década de inaugurado, que Payret vendió El Louvre a Villamil. Esto no parece ser cierto, pues Villamil inauguró el Hotel Inglaterra en 1875.
 
De cualquier manera, el catalán, que al parecer quiso imitar y seguir los pasos de su coterráneo Francisco Marty y Torrens, constructor y empresario del Teatro Tacón —hoy Gran Teatro Alicia Alonso— inaugurado en 1838, desconocía hasta lo elemental acerca del giro en que se estaba metiendo. No fueron pocos los que auguraron su fracaso. Los que lo vieron levantar y acrecentar con tanto esfuerzo su fortuna, no se ocultaban ni se mordían la lengua para proclamar que Payret convertía el oro en piedras. En opinión de muchos escogía un camino equivocado cuando, en aquellos días de la Guerra de los Diez Años, podía volverse cada vez más rico vendiendo galletas con gorgojos y harina podrida al Departamento de Guerra de la Colonia o especulando con el oro, que se cotizaba por las nubes en las madrigueras de la calle Mercaderes, donde tantos españoles, indiferentes a la suerte de su ejército, comerciaban su “patriotismo”.
 
La inauguración del coliseo, que en 1878 fue bautizado como Teatro de la Paz para aludir a la Paz del Zanjón, fue todo un éxito. Esa noche Payret vio coronado sus sueños. Una verdadera apoteosis para el infatigable catalán que veía colmado su sacrificio. Se presentó en escena la opera Favorita, interpretada por el gran tenor asturiano Lorenzo Abruñedo, quien arrebató al público al cantar, afirmó la crítica, “como no es posible cantar mejor en el mundo”, pese a que sus paisanos, entusiasmados por su presencia en La Habana, llevaron de rumba en rumba al artista y le hicieron beber tanta sidra que lo pusieron afónico.
 
Superar el Tacón
 
El derribo, a partir de 1863, del cinturón de piedras que durante siglos protegió la villa habanera, dio paso al fomento del reparto Las Murallas. En 1875 se habían creado las condiciones favorables para la compra-venta de los terrenos y diez años más tarde estaba ya ocupada toda el área que se urbanizó en el siglo pasado. Se construyeron allí palacios como el de Balboa —ocupado ya en la República por el Gobierno provincial— y el de Villalba, frente a la Plaza de las Ursulinas, sede en 1898 del Gobierno autonomista. La Manzana de Gómez y hoteles como el ya mencionado Pasaje.
 
Expresa Carlos Venegas en su obra La urbanización de Las Murallas; dependencia y modernidad, que otra gran línea de inversión en el reparto la constituyeron los edificios de recreación y de servicios públicos, entre estos los teatros. Además del Payret, se edificaron en la zona el Albizu —en San Rafael, a 50 metros del Parque Central— el circo-teatro Jané, en la esquina de Dragones y Zulueta, y frente, el irioja, actual Martí.
 
Apunta Venegas que Joaquín Payret quiso, en el edificio de su teatro, llegar más lejos en lo que a las innovaciones se refiere. En primer lugar, para evitar el peligro de incendio, importó de Bélgica una armadura de hierro. Su llegada a La Habana y su colocación en el edificio del teatro, atrajo la atención de la vecinería, pues para levantar las piezas de la cubierta, algunas de seis toneladas de peso, tuvo que emplearse el equipo del Arsenal de la Marina. Como a diferencia del Tacón, era un espacio bastante cerrado, se instaló un sistema de ventilación que dio una temperatura regulada a la sala. Otra innovación fue la esquina de chaflán del edificio, lo que facilitaba el giro de los carros en las zonas más transitadas.
 
Payret visitó los mejores teatros de Europa y América para tomar ideas que introduciría en el suyo. Encargó su construcción a Fidel Luna, uno de los maestros de obra más prestigiosos de La Habana, que había participado en el ensanche de Barcelona, proyecto en el que fue uno de los auxiliares del ingeniero Idelfonso Sardá. Ambicionaba, dice Venegas, superar al Tacón, no solo en el número de las localidades —contaban con 50 butacas más— sino en cuanto a innovaciones y adelantos tecnológicos; hacerlo emblema del progreso y de los adelantos de España en América, como aspiraba la camarilla colonial, un teatro hasta entonces sin paralelo tanto en la Isla como en el resto del continente.
 
Con el viento en contra
La mala suerte persiguió tanto al teatro como a su dueño. De nuevo la información se contradice en este punto. Carlos Venegas, en su libro citado, expresa que años después de la inauguración del edificio, su esquina achaflanada se derrumbó a causa de una inundación, lo que provocó que los cubanos amantes de la independencia se burlaran de los sueños del elemento integrista con relación a aquel “teatro de cartón”.
 
Álvaro de la Iglesia, en cambio, dice que el derrumbe ocurrió cuando estaba a punto de concluir la construcción del edificio y un furioso huracán echó por tierra la mitad de la obra. Precisa el memorialista que el desastre ocurrió cuando el propietario empezaba a escasearle el dinero. “La bien cimentada reputación de Payret hizo que fueran en su auxilio varios capitalistas de La Habana, el capitán general le facilitó soldados y presidiarios para remediar las consecuencias del derrumbe, y el pueblo entero le demostró, por todos los medios, sus simpatías”, escribe De la Iglesia.
 
Otros autores son del criterio de que tras el derrumbe el teatro nunca volvió a abrir. Payret en definitiva lo perdería cuando dejó de pagar impuestos y contribuciones. Dice De la Iglesia que el golpe de gracia se lo dio el Departamento de Hacienda, que se apropió del edificio. Joaquín Payret, digno de mejor suerte, quedó sumido en la miseria y todos le volvieron la espalda. Hacienda vendería el inmueble al doctor Anastasio Saaverio, que lo reedificó y lo puso a funcionar en 1890.
 
Suerte parecida tuvieron los teatros de la zona. Ricardo Irioja, propietario del teatro del mismo nombre, quebró y se vio inmerso en una miseria desesperante. El Albizu, ya en los años 20 del siglo pasado fue destruido por un incendio. El fabricante de tabacos Miguel Jané y Ollé no demoró en quedar arruinado. Aunque la temporada inaugural fue exitosa, su circo-teatro no pudo mantener la calidad de su cartel y pronto perdió el favor del público. En 1889, ocho años después de su apertura, cedía su espacio a un templo de denominación protestante, que todavía lo ocupa. Se trata de un edificio de notable construcción. En ningún otro inmueble habanero se convirtió el hierro en un elemento estructural tan visible y decorativo.
 
Después…
Famosos cantantes de ópera pasaron por la escena del Payret. Allí se presentaron la trágica francesa Sarah Bernhardt y la bailarina rusa Anna Pavlova. A comienzos del siglo XX operó bajo la firma del circo Santos y Artigas y obras del Teatro Alhambra que en el coliseo de Consulado y Virtudes eran propias solo para hombres, fueron vistas en el Payret por toda la familia. Muy buenas zarzuelas subieron a sus tablas, pero fue, sobre todo, el templo de la opereta en la capital cubana, donde la tiple mexicana Esperanza Iris pudo lucirse a sus anchas. Después de 1948, fecha de una nueva reconstrucción, el coliseo se dedicó a la exhibición de películas españolas. Se trabaja ahora en otra reconstrucción del edificio.
 
Teatro
 
El 21 de enero de 1877 abrió sus puertas por primera vez al público con el nombre de Teatro Payret, aunque al año siguiente se le llamó Teatro de la Paz, después de firmado el Pacto de Zanjón que puso fin a la Guerra de los Diez Años. También se le conoció como el “Coliseo Rojo”, por el color de sus decorados.
 
La función inaugural fue dedicada en provecho de la Casa de Maternidad y Beneficencia. En la misma se presentó el Coro de la Caridad, integrado por cuarenta damas de la sociedad habanera y el notable músico y crítico Serafín Ramírez, quien ejecutó al piano algunas obras de su repertorio. El 23 de enero, con la presentación de la ópera de Gaetano Donizetti, “La Favorita”, muy apreciada por el público habanero, comenzó la vida verdaderamente teatral de este coliseo.
 
En 1882 durante otro temporal las cañerías de desagüe se obstruyeron y la acumulación de agua fue tal que se desplomó una de las paredes maestras y se hundieron los pisos superiores sobre los de abajo. Como consecuencia fallecieron tres personas y diez resultaron heridas. Entre los occisos estaba Enrique Sagastizábal, copropietario del inmueble. Debido a tantos infortunios, Joaquín Payret se vio sumergido en la crisis económica. No pudo pagar las contribuciones al Estado y la Hacienda Española le dio el golpe de gracia, sumiéndolo en la miseria. El antiguo acaudalado propietario del Payret tuvo que ser ayudado por la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña.
 
En 1884 el Estado se incautó de los terrenos. Seis años más tarde fueron subastados y adquiridos por el Dr. Anastasio Saaverio y Barbales y a su muerte lo heredaron sus hijos. Después fue administrado por el esposo de Carlota Saaverio, Gilbert Pemberton, desde 1903 hasta 1912. En 1926 pasó a manos de los hermanos Rodolfo y Roberto Méndez Peñate.
 
Cine – teatro
 
El huracán de 1926 se llevó los techos del inmueble y en ese año asumió la administración Charles Pemberton y Saaverio. Durante la lucha revolucionaria contra la tiranía del general Gerardo Machado los sótanos del Payret sirvieron de cuartel de revolucionarios y arsenal de armas.
 
El teatro Payret fue de los primeros en presentar películas desde las primeras décadas del siglo y por los años 30 fue conocido como “La Catedral del Cine Español”. En 1935 fue arrendado por José Varcárcel, quien lo reinauguró como cine, lo que le produjo considerables ganancias y en 1942, la millonaria Suseción Falla Gutiérrez lo adquirió por una considerable suma de dinero En 1951, el teatro demandaba una impostergable restauración. Sin tener en cuenta que estaba considerado como uno de los mejores y más bellos de América y estimado como Monumento Nacional, fue demolido por el comerciante asturiano José Sixto. Los diarios de la época sentenciaron jocosamente:
 
“Lo que un catalán construyó, un asturiano lo derrumbó.”
 
Tercera época
 
En la tercera etapa del teatro Payret quedó inaugurada la sala cinematográfica que existe en la actualidad, aunque en ocasiones ha sido utilizada para eventos y representaciones teatrales. La nueva estructura presenta una arquitectura de severas líneas clásicas exteriores y un refinamiento moderno en su interior.
 
En el vestíbulo se halla La Ilusión, escultura realizada por la artista Rita Longa. Cerca del escenario pueden apreciarse las nueve musas de las artes grecorromanas, también obras de Longa. La función inaugural, en septiembre de 1951, estuvo a cargo de Antonio Palacios y la orquesta fue dirigida por el maestro Rodrigo Prats. La película de estreno fue Pequeñeces, con Jorge Mistral, Aurora Bautista y Sara Montiel.
 
Luego del triunfo revolucionario de 1959 se rescató el arte escénico y lírico, aunque el teatro básicamente se desempeñó como sala cinematográfica. Entre los eventos que en él tienen lugar se pueden citar los festivales Boleros de Oro y el del Nuevo Cine Latinoamericano.
 
Debido a su utilización intensiva sufrió deterioro, por lo que fue restaurado en 1969 y en 1981. Los años de Período Especial trajeron un deterioro más severo y en el año 2008 se realizó una nueva restauración por el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos con vistas al Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. En la actualidad esencialmente se mantiene sólo como sala de cine.
 
Personalidades que se presentaron
 
Entre los cubanos, pueden nombrarse la gran actriz Luisa Martínez Casado y la eximia soprano Chalía Herrera, la cual interpretó la ópera Patria de Hubert de Blanck, en la que aparecía el tema de la independencia cubana. La Sociedad Pro Arte Musical ofrecía sus conciertos en el Payret mientras que la Sociedad Cubana de Cultura lo utilizaba para sus conferencias.
 
En su tablado se presentaron el director de orquesta Carlos Anckermann y Riera junto a otros célebres músicos, como Eliseo Granet, Rodrigo Prats, Gonzalo Roig y Ernesto Lecuona. Personalidades de fama mundial, como Antonio Aramburu, Andrés Bretón, Hipólito Lázaro, Albert Afrée, Titta Ruffo, Perelló de Segurola, José Mardonés, Lupe Rivas Cacho, Esperanza Iris —la Emperatriz de la Opereta—, [Ermete Novelli]], Zacconi, Sarah Benhardt y la Compañía de Ballet Ruso de la genial bailarina Anna Pavlova también pasaron por el Payret. Otros artistas de renombre que también actuaron en el Payret fueron Rita Montaner, Rafael Pradas, Armando Pico, Rosita Fornés, Gladys Puig, María Remolá, Ela Calvo, Candita Quintana, Blanquita Becerra, Luz Gil, Antonio Palacios, Arquímedes Pous y Sergio Acebal.
 
Desde el 2022 el emblemático  cine teatro Payert, esta en proceso para la construcción de un hotel 5 estrellas; Antes de la maldición comunista en la habana habían miles de sitios bellos y para el disfrute del Cuba, cines, teatros, cabaret, restaurantes, etc… Con la llegada de la mafia comunista al poder los sitios que eran para el disfrute del pueblo se han destruido y luego de estar en las ruinas los convierten en hoteles que el pueblo trabajador cubano es incapaz de poder disfrutar… La dictadura comunistas es anticubana, es opresora y no esconde su naturaleza despiadada contra la población indefensa…
 


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