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Yate Granma. |
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Desde antes del 25 de noviembre, en México la situación de los futuros expedicionarios se tornaba cada día más difícil, agravada por la deserción de dos hombres del campamento de Abasolo y la detención de Pedro Miret y Enio Leyva, a los que les ocuparon numerosas armas por delación del traidor Rafael del Pino, uno de los desertores. Fidel ordenó el traslado de todos los grupos hacia Tuxpan, el punto de partida. Se acercaba la hora de iniciar la lucha armada en la patria tiranizada.
Pasados unos minutos de la primera hora del 25 de noviembre de 1956, bajo la lluvia fría, el yate Granma, con su pesada y valioso carga, comenzó a navegar sigilosamente por las quietas aguas del río Tuxpan; debía burlar la vigilancia del faro y un puesto naval de la marina mexicana existente en la salida al mar abierto. Ya allí, comenzaron los vientos fuertes y el batir de las olas, originando bandazos en la embarcación diera que provocaron mareos y vómitos en muchos de los expedicionarios.
Alejados de la costa, encendieron las luces y emocionados cantaron el Himno Nacional y la marcha del 26 de Julio, concluyendo con gritos de ¡Viva la Revolución! y ¡Abajo la Tiranía! Fidel ordenó entonces armar a varios compañeros, por si los guardafronteras mexicanos trataban de detenerlos.
El mismo 25, el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas circuló los nombres de los yates Magdalena, Corinthya y Granma, a fin de ser localizados. Ese día la aviación realizó vuelos de exploración hasta unas 20 millas de las costas Norte y Sur de la zona oriental de Cuba, y el día 26 situó en el Regimiento de Holguín una compañía de artillería terrestre.
El 25, 26 y 27 los expedicionarios navegaron por el Golfo de México. En esos días Fidel le hizo la corrección de tiro a todos los fusiles. En la madrugada del 28 se adentraban en el Mar Caribe. De los 82 expedicionarios, una buena parte sufría mareos y vómitos como consecuencia del mar agitado. El 29 por la madrugada se ordena zafarrancho de combate, pues se acercaban dos naves sospechosas; sin embargo, eran dos pesqueros que siguieron de largo.
Durante el 30 de noviembre, el Granma mantuvo el rumbo hacia la isla Caimán Grande. Temprano en la mañana soleada y con buena visibilidad, se cruzó con un buque mercante. A fin de no despertar sospechas, menos la tripulación, los demás se ocultaron. AI medio día, la radio del Granma captó informaciones del levantamiento ocurrido en Santiago de Cuba, ante lo cual y visiblemente contrariado por la demora de la travesía, Fidel le dijo a Faustino Pérez: "Quisiera tener la facultad de volar".
A las 18:50 divisaron el faro de Caimán Grande, situado a 180 millas al Sur de Cienfuegos. Un helicóptero de esa isla sobrevoló el yate, pero continuó su recorrido. Durante la noche, el Granma cruzó por el Norte de Caimán Grande y cerca de las otras dos islitas del grupo de las Caimanes.
Esa misma noche el jefe de la Fuerza Aérea comunicó al Estado Mayor que la búsqueda de un yate de 65 pies, pintado de blanco, sin nombre, de bandera mexicana y con cabina que cubre casi todo el barco, realizada por la Patrulla Aérea en toda la Isla desde las 05:45 hasta las 17:00, era infructuosa. El jefe de Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas ordena que el resultado se le comunicara al jefe del Buró de Investigaciones de la Policía Nacional. Tal información evidencia que el yate expedicionario fue delatado.
El 1ro. de diciembre dispusieron que los aviones de patrulla prosiguieran la búsqueda del yate con las especificaciones indicadas el día anterior, a las que agregaban ahora lo siguiente: "Que había salido de Tuxpan, Veracruz, México, el 25 de noviembre, y se suponía trataría de desembarcar por Oriente". El jefe de la Marina de Guerra recibió instrucciones sobre la "búsqueda y captura" de la embarcación, e idénticas órdenes recibieron los regimientos de la Guardia Rural en Santiago de Cuba y Holguín, respectivamente.
Nadie, a no ser los propios tripulantes del yate Granma, sabía que en esos momentos ya se encontraban relativamente cerca de las costas cubanas. La velocidad era constante y desde la noche anterior la mar estaba agitada. Altas y frecuentes olas bañaban la cubierta de proa. La impaciencia devoraba a los pasajeros, quienes, después del anuncio del cercano desembarco, poco podían dormir. Roque y Mejía, piloto y timonel respectivamente, se turnaban en la cabina, oteando en la negrura de la noche los destellos del faro de Cabo Cruz.
Pasada la media noche y cuando Roque miraba el horizonte, una fuerte ola sacudió la embarcación y el vigía fue lanzado al mar. "!Hombre al agua!", gritaron varios. Fidel ordenó detener la marcha para rescatarlo. El mal tiempo y la noche cerrada impedían encontrar a Roque. Estuvieron cerca de una hora escudriñando el encrespado mar con las linternas, pero nada. Muchos ya lo creían ahogado y pensaban que nada quedaba por hacer; sin embargo. Fidel ordenó continuar la búsqueda. Un nuevo y más abierto giro permitió escuchar una voz casi apagada, pero suficiente para guiar a la nave hasta el extenuado expedicionario. Con una soga y con bastante esfuerzo, lograron rescatarlo. Para todos fue tanta la emoción, que gritaron: "!Viva Cuba libre!" Los médicos Ernesto Guevara y Faustino Pérez cumplieron su primera asistencia de campaña.
Una hora más tarde divisaron las luces del faro de Cabo Cruz. Enfilaron por el canal de Niquero hasta llegar a las boyas, que, por cierto, no coincidían con los datos de la carta náutica. Les surgió la duda de dónde se encontraban, disminuyeron la velocidad y cambiaron el rumbo. El Comandante en Jefe decidió dirigirse a la costa para desembarcar, y en la tarde del primero de diciembre informó a todos que lo harían de un momento a otro en un punto cercano de Niquero, al Sur de Oriente. También dio a conocer la estructura militar que asumirían.
En una punta de mangle nombrada Los Cayuelos, a dos kilómetros de la playa Las Coloradas—que es donde debieron haber bajado—, encalló el Granma, lo cual obligó a adelantar el desembarco. Eran las 06:50 horas del 2 de diciembre de 1956.
Con la premura que el momento requería, utilizaron el bote auxiliar para transportar a tierra el armamento y demás materiales de guerra, pero fue tanto el peso que la pequeña embarcación no pudo resistir y se hundió. Cada cual debió cargar lo suyo. Faltando ya sólo por bajar el pelotón de retaguardia, pasaron cerca del yate una lancha de cabotaje y un barco arenero. Se hizo más urgente el abandono del Granma y, por carecer de petróleo, no pudo cumplirse la idea inicial de Fidel de que regresara a las costas de Caimán Brac.
La alegría de llegar a la patria, de haberse librado de las penurias y la constante preocupación de ser tragados por el mar o apresados antes de pisar tierra, se trocó en algo peor para el jefe revolucionario, al pensar que habían desembarcado en un cayo. Desde que se tiraron del yate encontraron una costa fangosa, con el agua a medio pecho. Anduvieron así unos cien metros, y luego fue peor. Ahora estaban dentro de un pantanoso y enmarañado manglar que los hacía caer constantemente en el cieno. Las plantas cortaderas, con sus ramas espinosas y hojas filosas, lastimaban sus manos y rostros, a la vez que eran acosados por oleadas de mosquitos y jejenes. La marcha resultaba lenta y penosa, se lesionaron varios expedicionarios, además de perder calzado, ropa y valioso material bélico.
Lo más angustioso seguía siendo la duda de si se encaminaban o no a tierra firme. En varias ocasiones, y sin resultado, Fidel ordenó a Luis Crespo subir a los mangles más altos en busca de cualquier indicio esclarecer sus dudas. Transcurridas dos horas del endemoniado trayecto, Crespo distingue finalmente el verdor de una franja de terreno y los contornos de un bohío. La vanguardia se dirigió de inmediato en esa dirección. Anduvieron por más de dos interminables horas antes de llegar al lugar, pero aún no tenían la certeza de estar en la isla grande.
En un breve descanso y mientras esperaba que se incorporaran los demás, Fidel dijo a Crespo que fuera a explorar la casa que dijo haber visto. Allí encontró al campesino Ángel Pérez Rosabal, quien tras ser conducido ante el Comandante, confirma al fin que estaban en tierra firme.
El desembarco del Granma sería el paso inicial para la formación, primero del destacamento guerrillero, luego del Ejército Rebelde y finalmente de las gloriosas Fuerzas Armadas Revolucionarias. Muchas y duras batallas se libraron en las montañas y ciudades para llegar al triunfo definitivo. Las FAR han sido para la Revolución Cubana un poderoso escudo para su defensa y de ellas otros pueblos han recibido el desinteresado y decisivo aporte de su internacionalismo para salvaguardar u obtener la independencia.
Decenas de miles de muertos y heridos ha sido el costo de su heroico sacrificio, pero nada la ha amedrentado ni amedrentará en su afán de seguir defendiendo las conquistas de nuestra Revolución frente al enemigo imperial, pues su fundador y conductor, el Comandante en Jefe Fidel Castro es poseedor del arma más eficaz de toda las que puedan existir, la ideas, con las que ha ganado y seguirá ganando todas la batallas. Es por ello que la dirección de la Revolución escogió la fecha del desembarco del Granma, el 2 de Diciembre de 1956, para la celebración de su día. ¡Vivan nuestras gloriosas Fuerzas Armadas Revolucionarias!
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