Hasta la última fibra del corazón humano se conmovió cuando el recordado y genial Jorge Donn maravilló al mundo con ese baile cautivante, de técnica perfecta y mensaje extraordinario, en la película de Claude Lelouch que sirve de título, en esta ocasión, a esta reflexión: Los unos y los otros. Recordará el lector ese drama interpretado magistralmente, entre otros, por James Cann y Geraldine Chaplin, que refleja el eterno drama del hombre: la ausencia de paz que le niegan las circunstancias y los poderosos.
Los unos y los otros puso al desnudo una realidad existencial durante la Segunda Guerra Mundial, pero siempre vigente, siempre amarga y dolorosa. Por una parte aquellos que gozan de prerrogativas y poder y sojuzgan, y por otro esos seres sometidos, sumergidos en la desgracia, en la pena sin remisión por las condiciones que genera e impone el poder. El filme no es más que el reflejo del escenario del mundo y de lo que en él ocurre. El bellísimo baile de Donn puede interpretarse de diversas formas, mas siempre elegí para mí aquella que muestra al hombre en una lucha permanente, yendo hacia abajo, hacia los costados, de pronto hacia arriba, ondulando su voluntad, su fe, su esperanza, para alcanzar finalmente aquello que desea y que por justicia le corresponde. El cuerpo de Donn y la danza son manifestaciones, en ese momento, de la lucha de cada ser humano. El final del baile, que coincide con el de la película, es estremecedor y sublime. Cada uno habrá interpretado a su manera qué quiso significar el coreógrafo y el director de la película con ese fin. En mi opinión, parecen haber querido expresar que ese grupo humano que queda finalmente contra el piso, representa a esa buena parte de la humanidad derrotada, humillada, cansada y desfalleciente por tanta lucha y sinsabor.
Jorge Donn nació en Buenos Aires el 25 de febrero de 1947. Comenzó a bailar a los cuatro o cinco años. Estudió en la Escuela del Teatro Colón en Buenos Aires. Su maestra era María Fux. En 1963, el joven llegaba a Bruselas para trabajar en la
compañía de Maurice Bejart y pronto se hizo su bailarín
principal. En 1979, interpretó por primera vez El bolero,
ballet que fue hecho para una mujer.
Es memorable la interpretación del Bolero que realizó
Jorge Donn en el filme Los Unos y Los Otros, del director
Claude Lelouch.
Muchas obras de Bejart fueron creados especialmente
para él: Bhakti (1968), Nijinski, clown de Dios (1971),
Golestan: el jardín de las rosas (1973), Lo que el amor
me dice (1974), Nuestro Fausto (1975), Leda (1978),
Adagietto (1981) y otras.
Desde 1976 era director artístico del Ballet del Siglo XX.
En 1988 formó su propia compañía L'Europa Ballet que
existió corto tiempo.
En 1989, fue nominado por la fundación Konex como uno
de los mejores bailarines.
Murió de sida el 30 de noviembre de 1992 en Lausanne. Fue homenajeado por muchos coreógrafos: Maurice Bejart con su Ballet por la vida (o El presbiterio no ha perdido nada de su encanto ni el jardín de su esplendor), Denys Ganio (Tango... una rosa para Jorge Donn), Carolyn Carlson (Homenaje a Jorge Donn), Grazia Galante (Masticando Sueños).