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Cuando dos que se han amado se separan -para siempre- algo se quiebra en el orden interno de la noche. Una mano llama al guante ya perdido y un hálito se posa tibiamente en la heredad del árbol. Cuando dos se dicen adiós ante el espejo -sin tocarse- apoyando los dedos en las sombras la forma detiene el tiempo, y en el agua la luz adquiere imagen de ventana. Puede ser que esa luz en forma deslumbrante se haga ancha como el mundo y un pájaro multicolor caiga desplomado, herido por la sed que media en el instante de esos dos que alguna vez se amaron para siempre. Cuando dos que se aman todavía -se separan- algo los cubre suavemente y un lenguaje tácito se nace en el sitio en que esos dos dejaron la recíproca tortura de olvidarse. Algo envejece para siempre sobre el aire. Posiblemente se suicide un ángel de tristeza al mirar cuando esos dos desaparecen -separados por pasos y por besos- inventando historias y cantando, mojados y oscuros de una lluvia que refleja el rumor de sus palabras. Cuando dos que se amaron se separan, el verano sube sobre las alas de la noche y una hoja, sobre el azul del cielo, abre los ojos y oculta su estupor con un conjuro. Cuando dos que se aman se separan -sin rencores o espadas- un fantasma encantado cobra vida y se inclina a recoger a esos dos labios, desnudos para siempre de lenguajes.
ALFONSO CHASE ( Costa Rica, 1944 )
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