¿Por qué no hacerlo por mi?
La primera cosa que se
nos ocurre hacer con alguien que queremos es cuidarlo,
ocuparnos de él,
escucharlo, procurarle las cosas que le gustan, ocuparnos de que disfrute
de la vida y regalarle
lo que más quiere en el mundo, llevarlo a los lugares que más le agradan,
facilitarle las cosas que le dan trabajo, ofrecerle comodidad y comprensión.
Cuando el otro nos
quiere, hace exactamente lo mismo.
Ahora, me pregunto:
¿Por qué no hacer estas cosas con nosotros mismos?
Sería bueno que yo me
cuidara, que me escuchara a mi mismo, que me ocupara
de darme algunos
gustos, de hacerme las cosas más fáciles, de regalarme las cosas
que me gustan, de
buscar mi comodidad en los lugares donde estoy, de comprarme
la ropa que quiero, de
escucharme y comprenderme.
Tratarme como trato a
los que más quiero.
Pero, claro, si mi
manera de demostrar mi amor es quedarme a merced del otro,
compartir las peores
cosas juntos y ofrecerle mi vida en sacrificio, seguramente,
mi manera de
relacionarme conmigo será complicarme la vida desde
que me levanto hasta
que me acuesto.
El mundo actual golpea
a nuestra puerta para avisarnos que este modelo
que cargaba mi abuela
(la vida es nacer, sufrir y morir) no sólo es mentira,
sino que además está
malintencionado
(les hace el juego a
algunos comerciantes de almas).
Jorge Bucay
'El camino del Encuentro'
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