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De: MARYA (Mensaje original) |
Enviado: 30/11/2009 19:54 |
El escaparate tentador
El gran establecimiento de juguetería ostentaba por muestra una placa donde de noche, en caracteres luminosos, leíase: " Los Reyes Magos" Desde que se acercaba la Navidad, los niños que transitaban por la populosa calle siempre querían detenerse ante el escaparate de los Reyes Magos. En tal época lo presidían los propios Reyes, campeando en el sitio más visible y arrancando al púbico , y no sólo al infantil, exclamaciones de admiración. No era para menos. Bien modeladas las caras y cabezas, tenían esa expresión de realidad que hace a los muñecos parecer personas. Sus cabelleras y sus barbas eran de pelo natural ; sus ojos de vidrio, en lo cual seguían una tradición de la vieja imaginería española. Y tan acabadamente estaban hechos esos ojos, que se notaban el brillo húmedo y la mirada fascinadora de las pupilas humanas. Positivamente, los Reyes miraban a los niños pegados al escaparate y , al juego de las luces eléctricas, hasta diríase que les sonreían. Estaban los Reyes fastuosa y orientalmente vestidos, con brocados de oro plata, bordados de imitación de perlas y piedras preciosas, y detrás de los tres figurones, tres dromedadrios erguían sus jorobas, sostén de un canasta llena de juguetes llamativos: arlequines, mamarrachillos guiñolescos, pierrots pálidos, muñecas pelirrubias, bebés llorantes y con su biberón al lado, perrillos cuyas lanas eran auténticas, y enfermeritas con sus tocas sonde sangraba una roja cruz. Para completar la lista de anacronismos, también asomaban por los bordes de la canasta las gomas de un automóvil y las aletas de un aeroplano. Y los reyes, tranquilos, repletos de paternal bondad, riendo el negrito con todos sus dientes, más blancos que piñones, presidían tal exposición, la de las canastas y la del escaparate, donde todas las variedades del arte de divertir a la infancia se agolpaban, colocadas hábilmente para tentar el deseo y el capricho de los chiquitines. Reproducidas en tamaños apropiados, todas las cosas útiles o gratas se desbordaban del escaparate tentador. Era una seducción de lavida, con necesidades, goces, conflictos, adelantos y luchas. Desde la cocina con todos sus enseres, y el mobiliario con todos sus accesorios, y el teatro con todas sus bambalinas, y el cinematógrafo en miniatura con sus sorpresas, hasta el campo de batalla , reducido a proporciones menudas pero con trágicos episodios, los muertecitos de plomo, tumbados al borde de la trinchera de cartón, y los combatientes, enzarzados, disputándose una colina, de cartón igualmente, no había cosa que no se encontrara allí. Y dentro de la tienda, una procesión interminable de mamás , niñeras, misses, abuelos, babosos y padrinos rebosando complacencia, llevaban en la mano a las criaturas, trasnportadas de loco júbilo, alzando las piernecitas como si estuvieran electrizadas , o quietas de puro entusiasmo, cortado el aliento ante tales maravillas, y queriendo llevárselas todas juntas, aunque no les cupiesen en los brazos, sonaban chillidos , y excamaciones apasionadas, y graves voces moderadoras, y la mercancía despachábase al vuelo, y no tenían los dependientes manos para envolver y atar tanto paquete, que la impaciencia de la clientela menuda no consentía que le fuesen enviados a casa, sino que ansiaba cargar con ellos allí mismo, en el anhelo de la toma de posesión.
Emilia pardo Bazán Lo que los Reyes traían
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Que no se apague la Luz que se ha encendido esta noche en
la casa,
en el trajín de cada
día.
Que no se apague el amor de los
hermanos,
la mano tendida, la palabra
amiga.
Que no se apague la
justicia,
que no se apague la
verdad.
CARIÑOS.AIMAR
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