En una grieta profunda tu cuerpo se quedó enmudecido.
Lo cubrió el verde del sendero mientras el dolor se volvió rostro de amigos.
Te acunó una cama de hojas secas y un canto de gorriones en el aire, cruzó suavemente tus oídos.
Una flor donde flotaba tu dulzura, se regó con el agua de la brisa y nacieron mil geranios en su orilla.
¡Me arrodillo!
Los contemplo con tristeza, imaginando en sus aromas y colores
una parte de tí que aún me mira.