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ENVIDIA, UNA CADENA DE LA MENTE.
El tibetano tiene una palabra para “envidia” (phrag-dog), mientras que la mayoría de los idiomas occidentales tienen dos.
Los textos budistas del abhidharma clasifican a los “celos-envidia” (phrag-dog) como un veneno hostil. Lo definen como “una emoción perturbada que se enfoca en las dotes de las demás personas (tales como buenas cualidades, posesiones, o éxito) y es la imposibilidad de tolerar dichas dotes, debido al excesivo apego a nuestros propios logros o al respeto que recibimos” (sic). Ya no es tanto el impulso irrefrenable de desear lo que el otro tiene, sino la ira que siente el envidioso (celoso) por los triunfos o pertenencias ajenas, independientemente de su valor material o humano.
El remedio que ofrece el budismo a los que sufren de celos, envidia y arrogancia es trabajar la falacia del “yo” y del “tú”. Necesitamos darnos cuenta de que todos somos iguales y no tenemos inherencia propia. El éxito ajeno es “nuestro” éxito también, pues todos somos interdependientes. La competencia inhumana a la que estamos sometidos desde niños es la generadora de las envidias. El apego es el veneno mental que da consistencia a los “celos-envidia”. Debemos salir de la falsa percepción de un “yo” con existencia propia, de la dicotomía pronominal que divide y nos sume en la oscuridad emocional.
“Si vemos muy dentro de nosotros observaremos la ilusoria naturaleza del yo y los demás, de modo que la envidia se convertirá en ecuanimidad”, dice muy acertadamente Vessantara en su obra Mandala of the Five Buddhas, Windhorse Publications, en la traducción y edición de Oscar Franco...(...)