Los Ninos de
Hoy: Son ninos mas dificiles?
Muchos padres y educadores se sienten
desorientados ante la llegada de los Niños de Hoy. Pero ...son acaso niños tan
difíciles de comprender?
Todos coincidiremos en que estos
Niños proponen apertura, sinceridad y renovación, sin embargo esto debiera ser
algo que desoriente? Es tan extrano lo que proponen que ni sus padres encuentran
las herramientas para guiarlos? Entonces ...Quién los ayudará?
Habitualmente ante estos ninos aparece el sentimiento de "no sé
nada": no se sabe ser padre, no se sabe ser maestro, no se sabe ser guía
certero. Se siente algo similar a cuando se está próximo a recibir en una
carrera o formación y se piensa "¿qué haré ahora? de qué se trata ejercer
esta profesión, no sé nada... no me acuerdo de nada". Pero sin embargo hay
todo un caudal de conocimiento que está en el interior y espera ser puesto en
práctica en el momento oportuno. Y hay también un potencial individual, que no
es enseñado en la universidad, que es propio de cada uno, y que es el que hay
que descubrir, el que hay que despertar.
Esto mismo sucede con la
maternidad/paternidad, a veces se siente que no se sabe nada, que no se está
capacitado para resolver las situaciones que presentan los niños de hoy.
Ante esto digo calma, sepamos que la
dificultad se está viviendo en el plano intelectual y no en el espiritual-
intuitivo. Un motivo por el que surge dicha desorientación es porque se está
intelectualizando en demasía la educación. Podemos buscar en determinado momento
una guía, un consejo o consejero, pero esto no podrá resolver todos los
conflictos. Podemos también encontrar algunas pautas que ayuden, sin embargo
parecería difícil encontrar parámetros fijos a seguir para siempre.
Se busca endurecer y enfriar algo
que debiera ser tibio y flexible como es el criar/guiar a un niño. Se está
buscando derivar el poder hacia afuera, y con esto en vez de generar mayor
fortaleza y confianza, se produce un debilitamiento interior. La propia
sabiduría no es ejercida y un gran potencial deja de ser utilizado. El adulto
debilita su conciencia, su propia capacidad creativa y única.
El modelo social nos lleva hacia el
repetir y obedecer a otro que “sabe más que yo”. ¿Acaso, por esta razón, no nos
encontramos ante una sociedad débil espiritualmente, perdida de su rumbo
esencial, buscando el sentido a tientas en la superficie? Esto mismo va a ser lo
primero que querramos hacer con los niños: repetir. Pero la evolución dice
“rompe la repetición, encuentra tu verdadera aspiración, tu verdadero motivo
del por qué haces lo que haces. Así crecerás. Recupera tu fortaleza
decidiendo tu propio camino, discerniendo Despierto.”
Si este niño ha llegado a usted es
porque en usted hay algo para ofrecerle, y es eso lo que hay que
desarrollar.
Adultos anclados
en si mismos
Estos niños necesitan adultos
anclados, seguros, contenidos en sí mismos. Adultos que aunque no sepan con
seguridad si lo que hacen es plenamente correcto, aun así tengan la valentía de
probar nuevas posibilidades. Pero con qué se encuentra el niño de hoy? Con
inseguridad, con adultos desencarnados, titubeantes. Hasta incluso percibe en
ellos el miedo a la vida y las emociones irresueltas que guían sus pasos. Se
encuentra muchas veces con adultos perdidos en sus propios caminos, con temor a
buscarse, con temor a encontrarse.
Y los ninos sienten esto, y que
haran?: Si los adultos, aquellos a quienes Yo debo preguntarles cómo, quién
soy, adónde voy, qué es mejor para mí, no lo saben, están perdidos, me muestran
dudas y temor hacia la vida, qué queda de mí?
El Niño de Hoy necesita Guías, pero
Guías Espirituales. Y para lograr ser sus guías, el adulto debe primero
reconocer en qué parte de su camino se encuentra, y qué hará para continuar
ascendiendo en su propio nivel evolutivo. Ante estos niños, nuestro Yo
Espiritual debe estar anclado. Es muy saludable sentir que hay mucho que
aprender, pero esto no debe interpretarse como la pérdida total de rumbo. Claro
que debemos mantenernos abiertos y flexibles, sí, pero nuestro Espíritu tiene
que arder en nuestro cuerpo, pleno de voluntad de vivir. Debemos estar decididos
a vivir la vida plenamente, no a medias. Sentir, que a pesar de que aún nos
falta mucho recorrido, en todo momento estamos acercándonos más a nosotros
mismos.
Si usted está perdido en la calle ¿a
quién le preguntará cómo llegar a su hogar? ¿Le preguntará a otra persona que
nota que está igual de perdida que usted, mirando las direcciones, preguntado
aquí y allá? No. Seguramente entrará a algún negocio que hace mucho está allí y
le preguntará al señor que en él atiende. Esta persona está ahí hace mucho
tiempo, está anclado en el lugar, por eso le genera seguridad. Siente que él
sabrá guiarlo correctamente.
Lo mismo ocurre con los niños. Si el
niño percibe a un adulto perdido, a un adulto que no está anclado a la vida, qué
es frágil como una hoja de otoño, no sentirá que puede refugiarlo, contenerlo,
guiarlo. Se trata de un movimiento energético, un encuentro o desencuentro
energético que se da o no se da con el niño. El adulto sabe dónde vive, dónde
trabaja, quiénes son sus amigos, pero muchas veces hay adentro un desconcierto,
remolinos desordenados que no van hacia ningún lado. Hay emociones limitantes,
hasta muchas veces ganas de dejar de existir. E incluso peligrosamente esta
parte del adulto intenta guiar al niño.
Esto sucede también en las escuelas:
¿cuál es la meta de una escuela? ¿Para qué se enseña tanto contenido de memoria?
¿Para qué se toman evaluaciones con información y sistemas que nunca se
utilizarán? Si alguna vez esto tuvo sentido, hoy ya no lo tiene, sin embargo se
sigue repitiendo indefinidamente. El sistema educativo está perdido y quiere
guiar al niño de hoy. ¿Adónde? ¿Para qué? No lo sabe. El niño vibra este sin
sentido, vibra también en los maestros que no logran encender su espíritu ante
ellos, vibra las voluntades dormidas, las metas hacia la nada. Y allí se produce
el desencuentro.
Este niño necesita adultos
verdaderamente contenedores y espacios que ofrezcan actividades con sentido.
Mientras esto no aparezca el niño permanecerá indiferente, dormido en
apariencia, difícil ante el análisis social. Este niño irá de aquí para allá
insatisfecho, pidiendo Guías, contención, y rechazando a todo aquel que no la
ofrezca. Aunque ante una superficial mirada no parezca, en realidad este niño es
un Ser que lo que más desea es Entrar a la Tierra, Amar a la Tierra, Tomar el
Mundo y Transformarlo.
Mientras la humanidad no encuentre su
punto de enfoque, y que este tenga verdadero sentido y surja de la esencia viva,
seguirá erróneamente intentando conquistar el espíritu del niño.
Pero este es un camino que no tiene
huellas, pocos lo han transitado, y por eso surge el miedo a hacer lo
incorrecto. Y ante esta inseguridad en general se tiende a querer sostenerse en
lo “seguro” propuesto por el intelecto o el afuera. La seguridad no tiene que
estar sostenida en lo que “sabemos”, sino en lo que emitimos como Seres
Espirituales. Ser una persona segura ante el niño no significa saberlo todo
rígidamente, transmitirles conceptos y juicios de bueno y malo, apagar nuestra
espontaneidad e inocencia. No se trata de una seguridad egoica que es la que en
general practicamos. Se trata de traer a nosotros aquello que más nos
representa, que sabe que más humilde se es cuanto más se sabe. Aquel que puede
decir “si” o “no”, aún sabiendo que es un aprendiz, que siempre puede encontrar
una mejor forma de actuar.
Esta seguridad no es plenamente
reconocida aún por los seres humanos, pero es la única seguridad que Respetan y
Reconocen los Niños de Hoy. Ningún niño desafía sin razón a un Ser que está
anclado en sí mismo, en lo más elevado de sí mismo.
Los niños de hoy no son “difíciles”
pero el adulto deberá hacer un trabajo consigo mismo para sacarse de encima
tantos patrones que lo limitan. Tanto que le hace olvidar lo esencial. Deberá
aprender a soltar todo aquello que lo aleja de su propio conocimiento.Si el
adulto está espiritualmente arraigado en sí mismo, si vive en conexión,
descubrirá que no hay niños difíciles. Difícil es cuando la cabeza humana, desea
repetir sistemáticamente. Es difícil cuando la razón desea calcular cada paso en
total seguridad. Y este tipo de seguridad es relativa en estos tiempos. Antes
tal vez se podía encontrar seguridad en tener cosas materiales: casa, auto,
dinero. Ahora viendo la inestabilidad del mundo, sabemos que ni en eso
encontraremos refugio. Lo más seguro que tenemos es nuestra consciencia
conectada con nuestro Origen.
Cambiar a la humanidad puede parecer
una tarea inabarcable, desmesurada; sin embargo si todos nos reconocemos parte
esencial de ella, nos daremos cuenta de que nuestra primera motivación deberá
ser Despertar a la Vida. Encarnar vivamente en el mundo. Ser guías primero de
nosotros mismos, para luego poder guiar al niño con Consciencia y
responsabilidad Espiritual.
Dejar el sonambulismo y el
adormecimiento interior para convertirse en Uno Mismo. Convertirse en el Ser que
el niño eligió antes de venir. Todos reconocemos que en algún lugar de mucha
consciencia y perfección hemos elegido a todos aquellos con los que nos hemos
encontrado. El Ser del niño desde el mundo espiritual lo ha elegido. Percibió su
potencial, el alma pura de aquellos que serían sus padres, docentes, guías y
educadores. Y así Espíritu a Espíritu los Seres pactan encontrarse y recordarse
lo que verdaderamente cada uno trae.
Olvidar parece que fue fácil, aunque
espiritualmente fue un gran sacrificio. Recordar es lo que más trabajo nos
llevará, sin embargo es la tarea más bella y que más nos compete a los Seres
Humanos. Recordar ¿Quién fui Yo?, ¿Quién soy Yo? ¿Qué Sé? ¿Cómo me conecto con
ello? Se empieza por la pregunta que produce eco en la Creación. Luego, retorna
una posibilidad, una respuesta. Esa respuesta ¿será el Niño de Hoy?
Recordemos que las manos saben sanar,
que el corazón limpio puede guiar. Recordemos también que utilizamos tan sólo el
1,5% de la información que hay en nuestro ADN. Más del 90% de nuestro ADN se
denomina “ADN basura”*. ¿Para qué sirve el 90%?
Recordemos que la mente es una
herramienta, que bien utilizada es un fiel aliado del Espíritu. Pero el Espíritu
es el que guía nuestra búsqueda porque es quien sabe mantenerse ante todo
humilde e inocente.
Autora: Nancy Erica Ortiz