No es bueno que cualquiera te controle.
Conserva tus impulsos junto a la prudencia.
Aunque así lo parezca, nadie tiene el poder para ofenderte.
El problema no está en lo que te acontece.
Está en lo que piensas acerca de lo que te acontece.
Un grito, un desplante o una ofensa, surgen de la debilidad del agresor.
Mira su angustia, su soledad, su miedo, su vacío.
Mira su tristeza, su dolor, su frustración y su envidia.
Entonces podrás hacerte inmune a sus agravios.
Usa tu inteligencia y conviértete en la niebla.
La niebla no sufre, pues se deja atravesar y no responde.
Recuerda que cada quien es esclavo de su inconsciencia.
De sus niveles de ignorancia o de sabiduría.
Cada quien decide el tamaño de su cárcel, y el instrumento de medida está en su mente.
Quien parece presionarte y agredirte, solo te toma como excusa para equilibrar su miedo.
El trueno estalla únicamente para expresarse.
Y aunque muchos se asustan, él no desea aterrorizarles.
Maneja tus emociones.
No las reprimas, aprende a dirigirlas.
No cedas fácilmente a las provocaciones.
Quien te presiona no desea dañarte sino sentirse mejor.
Aprende a comprender las motivaciones de las personas.
Aprende a dirigir tus emociones.
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