Sucede que un hombre caminaba por las calles de la ciudad cuando un modesto local le llamó la atención. Intrigado
se acercó y pudo leer un cartelito que anunciaba: “Tienda de la verdad”.
El hombre sorprendido entró. Se acercó a la señorita que estaba atendiendo y preguntó: “Perdón, ¿esta es la tienda de
la verdad?” Le respondió: “Sí, señor, ¿qué tipo de verdad quiere: la parcial, la relativa, la estadística o la completa?”
Nunca se había imaginado que esto era posible, llegar y llevarse la verdad, era maravilloso.
“Quiero la Verdad completa -contestó el hombre sin dudarlo- estoy tan cansado de mentiras y de falsificaciones; no quiero
más generalizaciones, justificaciones, ni engaños”.
“Muy bien, pero… ¿el señor sabe el precio?”
“No, ¿cuál es?”, pues estaba dispuesto a pagar lo que fuera.
“Si usted se la lleva, el precio es que nunca más podrá estar en paz”.
Un frío corrió por la espalda del hombre, nunca se había imaginado que el precio fuera tan grande. “Gra... gracias, disculpe...”, balbuceó.
Se dio vuelta y salió triste y avergonzado al darse cuenta de que no estaba preparado para la verdad, de que todavía necesitaba de
mentiras donde encontrar descanso, de trampas y apariencias para sentirse superior, algunas justificaciones para no tener que
enfrentarse consigo mismo. “Quizás más adelante”, pensó...
Anthony de Melo