Donando sangre
Hace
muchos años, cuando trabajaba como voluntario en un Hospital de Buenos Aires,
conocí a una niñita llamada Isabel, quien sufría de una extraña
enfermedad.
Su
única oportunidad de recuperación aparentemente era una transfusión de sangre de
su hermanito de 5 años, quien había sobrevivido milagrosamente a la misma
enfermedad y había desarrollado anticuerpos necesarios para
combatirla.
El
médico explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría
dispuesto a dar su sangre a su hermana. Yo lo vi dudar por solo un momento
antes de tomar un gran suspiro y decir: -Si, lo haré, si eso salva a
Isabel-.
Mientras
la transfusión continuaba, él estaba acostado en una cama al lado de la de su
hermana, y sonreía mientras nosotros asistíamos a ambos, viendo retornar el
color a las mejillas de la niña.
Pero
al rato la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. Miró al médico
y le preguntó con voz temblorosa -¿A qué hora empezaré a morirme?-
Siendo
solo un niño, no había comprendido al médico, pensaba que le daría toda su
sangre a su hermana... ¡Y aún así se la daba!
Da
todo por quien ames. Actitud, después de todo, es todo