Al ver las maletas de su abuelita imaginaba que era un carrito donde correr
la fórmula uno, el color rosado no le atraía tanto como
las rueditas de las mismas en donde calculaba darse colitas.
Sus padres, preocupados no sabían cómo distraerlo para que
desistiera de montarse en el equipaje de la mamá de su papá.
Sólo su abuela pudo inventarle un personaje para que dejara de llorar
por las maletas: la lagartija Lulú.
Con doble L y doble U, le recordaba para que a la hora de escribir supiera. Lulú se escondía en el techo a mirarlo mientras lloraba, le sacaba la lengua.
Lulú lo abrazaba cuando se portaba bien.
Descubrió una tarde, mientras lloraba en la camioneta de su papá a Insofacto,
el hermanito menor de Lulú, quien más de una vez le sacó su enorme lengua.,
al ver el niño esa larga y roja lengua rápidamente ceso el llanto.
En su casa siempre lo acompaña Lulú, observándolo
cuando se porta mal, cuando no le hace caso a mami y a papi.
Lulú lo quiere mucho, claro más, lo quieren sus abuelos y