Cuando los esfuerzos de cambiar son naturales, experimentamos la plena felicidad
y paz. Este es el fruto inmediato adentro de cada ser humano, después de un
empeño espiritual correcto: la paz y felicidad constantes. Esto significa que
nada me puede perturbar.
Aunque suene utópico, es posible en la medida que el cambio me va dando
ciertas características positivas, virtudes y valores que me permiten existir en
un mundo caótico, sin dejarme influir por su caos.