Y si la falla fuera la desesperada esperanza de dar sentido al caos? ¿Y si hincar las uñas en las almas ajenas para hacer puentes de aire confirmara que es inútil la búsqueda? Siempre el tú se transforma, siempre termina otro yo, único, solitario. No me basta saber que algo nace cada vez que uno muere; no soy nada ni nadie, ni yo, ni tú, ni el otro, y es irrisorio este insaciable afán por seguir siendo. Por momentos sospecho que hay una clave: siento un rumor de cosas ya pasadas y de otras por venir, pero no sé dónde continuará este ambular de sombras. Llegará el día y habrá que aceptarlo. Y aunque el corazón se acurruque en el pecho, como un pájaro enfermo, habrá que aceptarlo. Sólo falta saber quién de los dos quedará sin oír la respiración del otro, huérfano del lenguaje cifrado de la otra mirada. Quién de los dos quedará en el vacío de las sombras, sin el latente custodio de su cuerpo. Quién sufrirá la alejada presencia llenando el vacío de los cuartos.