Un día recibió una tarjeta de Navidad. Era de su
jefe, que había escrito de su puño y letra: «No sé qué haría sin usted. Gracias
por ser tan competente y amable.»
Más adelante, ella comentó:
-Enmarqué la tarjeta y la puse en la pared de mi
cocina. Es como un letrero que me recuerda que valgo.
Así pues, mande esa tarjeta que tenía pensado
enviar. Escriba una nota a alguien, brinde palabras de ánimo en el nombre de
Jesús. Dé una palmadita en la espalda, conforme le indique el Señor.
Es posible que infunda ánimo a alguien que lo
necesite en ese preciso momento. David C.
Egner