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General: EL ABAD Y LOS TRES ENIGMAS
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De: galvez (Missatge original) |
Enviat: 22/04/2013 18:54 |
EL ABAD Y LOS TRES ENIGMAS
Francisco J. Briz Hidalgo
Esto era
una vez un viejo monasterio, situado en el centro de un enorme y frondoso
bosque, en el que vivían muchos frailes. Cada fraile tenía una misión diferente.
Así había un fraile portero, otro médico, otro cocinero, otro bibliotecario,
otro pastor, otro jardinero, otro hortelano, otro maestro, otro boticario. Es
decir, había un fraile para cada cosa y todos llevaban una vida monástica
entregada al estudio y a la oración. Como en todos los monasterios, el fraile
que más mandaba era el abad. Se cuenta que había llegado a oídos del Señor
Obispo de aquella región que el abad del monasterio era un poco tonto y no
estaba a la altura de su cargo. Para comprobar las habladurías de la gente le
hizo llamar y le dio un año de plazo para que resolviera los tres enigmas
siguientes: 1º) Si yo quisiera dar la vuelta al mundo, ¿cuánto
tardaría? 2º) Si yo quisiera venderme, ¿cuánto valdría? 3º) ¿Qué cosa
estoy yo pensando que no es verdad? El abad regresó al monasterio y se sentó
en su despacho a pensar y pensar, y pensó tanto que por las orejas le salía
humo. Se pasaba todo el día pensando, pero no se le ocurría nada; pensar sólo le
daba un fuerte dolor de cabeza. Hasta entró en la biblioteca del monasterio por
primera vez en su vida para buscar y rebuscar en los libros las soluciones y las
respuestas que necesitaba. Pasaba el tiempo sin que el abad resolviera los
enigmas que le había planteado el Señor Obispo. Cuando ya quedaban pocos días
para que se cumpliera el año de plazo salió a pasear por el bosque y se sentó
desesperado debajo de un árbol. Un joven y humilde fraile pastor que estaba
cuidando las ovejas del monasterio le oyó lamentarse y le preguntó qué le
ocurría. El abad le contó la entrevista con el Señor Obispo y los tres enigmas
que le había planteado para probar sus conocimientos. El frailecillo le dijo que
no se preocupara más porque él sabría como contestar al Señor Obispo. Así que,
el mismo día que se terminaba el año de plazo, se presentó el joven fraile ante
el Señor Obispo disfrazado con el hábito del abad y la cabeza cubierta con la
capucha para que el Obispo no pudiera reconocerlo. Después de recibirlo, el
Señor Obispo quiso saber las respuestas a sus enigmas y volvió a plantear al
falso abad la primera pregunta: - Si yo quisiera dar la vuelta al mundo...
¿cuánto tardaría? - Si Su Ilustrísima caminara tan deprisa como el sol
-contestó rápidamente el frailecillo- sólo tardaría veinticuatro horas. El
Obispo después de pensarlo un rato quedó satisfecho con la respuesta, así que
pasó a la segunda pregunta: - Si yo quisiera venderme... ¿cuánto
valdría? El frailecillo respondió sin dudarlo: - Quince monedas de
plata. Cuando el Obispo oyó esta respuesta preguntó: - ¿Por qué quince
monedas? - Porque a Jesucristo lo vendieron por treinta monedas de plata y es
lógico pensar que Su Ilustrísima valga sólo la mitad. Le iban convenciendo al
Señor Obispo las respuestas de aquel abad y empezaba a pensar que no era tan
tonto como le habían dicho. Entonces realizó la tercera y última
pregunta: - ¿Qué cosa estoy yo pensando que no es verdad? - Su Ilustrísima
piensa que yo soy el abad del monasterio cuando en realidad sólo soy el fraile
que cuida de las ovejas. Entonces el Obispo, dándose cuenta de la
inteligencia de aquel joven fraile, decidió que el frailecillo ocupara el cargo
de abad y que el abad se encargara de las ovejas. Y colorín, colorado este
cuento se ha acabado, si quieres que te lo cuente otra vez cierra los ojos y
cuenta hasta tres.
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