Una señora, con su hijito de 10 años, está comiendo en un restaurante.
En un descuido, el chico se mete una moneda en la boca y se atraganta.
La madre intenta hacerle escupir la moneda golpeándole la espalda,
dándole palmadas en el cuello, sacudiéndolo, sin éxito. El
chico ya comienza a dar muestras de asfixia y la madre, desesperada,
comienza a gritar pidiendo auxilio. Un señor se levanta de una
mesa cercana, y con pasmosa tranquilidad, sin decir palabra alguna, le baja los
pantalones a la criatura, toma sus pequeños testículos, los aprieta con
fuerza, y tira hacia abajo violentamente.
Automáticamente, el niño -ante el dolor irresistible- escupe la moneda, y el
señor, con la misma pasmosa tranquilidad con la que se acercó, regresa a su
mesa sin decir palabra. Al rato, la señora, ya tranquilizada, se
acerca para agradecerle que haya salvado la vida a su hijo, y le pregunta:
- ¿Usted es médico? - No señora, SOY FUNCIONARIO DE
HACIENDA experto en tocar los cojones hasta sacar la última moneda.
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