Eras, mis ojos y guía,
mi dulce, fiel compañero,
que simulaba y fingía,
el deseo, y el te quiero.
El alma se debilita,
se seca, como la rosa
que se conserva marchita,
encima de cualquier losa.
De esta afligida manera,
vago la noche y el día,
como el ave prisionera,
que en su gayola moría.
En mentiras y pobrezas,
el mundo se convirtió;
el hombre con sus vilezas,
el camino se forjó.
Y así, mi tristeza y pena,
se siente en el corazón;
por el castigo y condena
de tu desleal acción.