Volver a recuperar el número uno es un éxito tremendo para Rafa Nadal. Sobre todo, después de volver al circuito de una manera tan extraordinaria. Pero no es la primera vez que nos sorprende con su superación. De hecho, pienso que cada vez juega mejor, aunque veo algo que me gusta mucho: la experiencia que ha ido ganando con el tiempo.
Ha pasado una década desde que comenzó a jugar y su evolución es enorme. Se evidencia en los momentos importantes de los partidos, donde solventa los lances comprometidos con una calma impresionante. Es, desde mi punto de vista, un síntoma de su madurez como hombre y tenista.
A todos los profesionales nos ha sucedido que tenemos que ir aprendiendo a sufrir en la pista tras años de competición. En cada encuentro se añade una lección, pero en el caso de Rafa tiene tantas que podría escribir un libro de enseñanzas a tenor de sus experiencias.
Todo ello hace que sea único. Único por su ilusión por competir, por jugar al tenis, por disfrutar en cada golpe, de cada partido, por estar en la elite mundial, donde ocupa un lugar especial entre los mejores tenistas de la Historia. Está en el top por méritos propios, y ahí seguirá mientras mantenga esas ganas y luche por defenderlas.
Rafa ya ha marcado una época. Está en la elite de todos los tiempos, con tenistas de renombre, con los grandes de este deporte. Tanto es así que pienso que ahora mismo no le importa mucho si es el número uno, el dos o el tres del mundo. Él ya hizo lo que tenía que hacer ganando 13 Grand Slam. No le obsesiona ocupar y recuperar ese número uno, sino jugar al tenis, pasarlo bien, luchar como siempre y que, por favor, las lesiones le respeten.
Mientras las dolencias le dejen tranquilo, tendremos Rafa para rato. El tenis es cada vez más duro y fuerte. Eso hace que haya sido un tanto doloroso para él el regreso tras pasar un tiempo parado. Son gajes del oficio, pero sus argumentos a la hora de volver son para destacar.
Está disfrutando y se nota. Si gana la Copa Masters que se le resiste, habrá conseguido todo. Pero sin forzar, sin pensar en ello todo el rato. Con ilusión, por alegría, como ha hecho siempre para demostrarnos que es único e irrepetible. Un original del que no existe otra copia.
DIARIO EL MUNDO.ES