Creo. Hoy de verdad, que creo. Mañana no sé, me lo vuelves a preguntar. Pero hoy sí vuelvo a creer. Y no hay nada ni nadie que pueda arruinar este acto de fe. Porque no depende ni de ti ni de ellos, hoy depende sólo de mí. Y he decidido que ya estoy harto, que creo. Y que pienso seguir creyendo. Acabo de sentir justo el pellizco en el alma que me hacía falta. Así que allá voy.
Creo a pesar de los escépticos. De los agnósticos. De los apóstatas. Y de los ateos de botellón. Creo a pesar de los datos. Del pasado. De la tendencia. Y del FMI. De los hechos. De la realidad, puta como ella sola, que se hace aún más falsa cuando rima con verdad. Y ojo que no creo en lo que hay, sino en lo que faltaba. En lo que no vi. En donde no estuve. En lo que me quedaba por ser. León come gamba. Peón cuatro rey.
Creo en la gente que cree. Porque es la gente que no se conforma. Porque es la gente que cambia lo que hay. Porque es la gente que nos hace soñar. Y sacudir las cosas. Y avanzar. Creo que las situaciones -como las personas- se cambian de dentro a fuera y no al revés. Que si el cambio es en sentido inverso, no deja de ser maquillaje, de cara a la galería, revolución de postín, postureo vital.
Creo en la gente que ya sólo tiene su fe. La que es refutada todos los días. La que tiene cada vez menos motivos para creer. La que está harta de credos ajenos. La que sólo puede escuchar porque le han quitado hasta la voz. Silencio latente. Buenos de verdad. Los que hablamos todos los días somos justo los que somos menos de fiar. Escuela del mundo al revés. Buen viaje, maestro. Suerte que nos dejaste un libro de abrazos. Y otro lleno de espejos con los que conversar.
Creo. Creo. Creo. Ya vuelvo a creer. Y es que creo que estás ahí. Porque te he visto. Porque te he sentido. Y porque te he hecho sentir. Creo en las relaciones que aportan risa y silencio, Eros y Thanatos, pasión y paz. Creo que mientras no dependamos el uno del otro, seremos inseparables. Que mientras dure, lo nuestro será eterno. Y creo que fracasar no tiene nada que ver con ir acumulando ex. El verdadero fracaso habría sido no encontrarnos jamás.
Que sí, coño, que me he enamorao. Y si suena muy cursi me la trae al pairo. Como alguien me dijo una vez, un romántico es aquél que aspira al lujo de enamorarse sin tener que pagar un alto precio por ello. Y yo hoy he dejado el romanticismo para otros. Todo al rojo. All in. Que aquí hemos venido a jugar.
Hoy creo. Por fin creo. Creo del verbo crear. Fabrico una nueva fábula a la que me mudo sin vuelta atrás. Quédate con las noticias, que para mí ya no son de actualidad. Por fin se ha hecho la luz en mis ojos. Y brillan, porque jamás deberían haber dejado de hacerlo. Y sonríen tanto que hasta la boca les demanda por intrusismo gesticular.
Creo y así descubro cosas que creía haber olvidado, pero ahí están. Creo que la convivencia mata el miedo. Y que el miedo es el único y verdadero pegamento social. Que el día que no tenga miedo a perderte, será nuestro final. Creo porque la ilusión no tiene otro remedio. Es su manera de respirar. Y creo porque me he vuelto a emocionar, pero emocionarme hasta un punto que da hasta miedo. Esta emoción que es un pozo sin fondo, que por mucha que gastes, siempre vuelve con la misma fuerza, siempre te vuelve a engatusar.
Creo en la magia sin trucos. Nada por aquí. Nada por allá. Y de repente, todo lo demás.
Y si mañana me estrello no pasa nada, sabré que ha valido la pena, la verdad que me dará igual.
Prefiero un solo segundo muriendo contigo, que vivir toda una eternidad.