Qué coño tiene que pasar para que Rajoy deje la Moncloa y baje al barro. La pregunta --retórica hasta que Mariano baje y moje su presidencial culo-- se la hacía el líder de una de las oposiciones tras visitar las zonas inundadas por el Ebro. Y dado que en determinados temas seguimos comportándonos como en un gran colegio al que llamamos país, enseguida opinión pública y medios de comunicación se echaron las manos a la boca, hala has visto, ha dicho coño, qué fuerte. Jijiji. Jojojo. Uyuyuy. Y a mí, aparte de echar de menos las paritarias pollas de compañeros y compañeras, siempre me maravilló la batalla de Cela por incluir la palabra "coño" en el diccionario de la RAE, así como el poder de la palabrota bien usada en su justa medida y proporción. Por eso iría más lejos aún. Pero mucho más.
Qué coño tiene que pasar para que los que la hacen, realmente la acaben pagando. Qué coño tiene que pasar para que los chorizos de guante blanco se vean obligados a dar con sus huesos en la cárcel hasta que devuelvan todo lo robado. Qué coño tiene que pasar para que Urdangarín no siga riéndose de todos nosotros desde su casoplón en Suiza. Para que Bárcenas no se descojone de ti y de mí mientras sigue esquiando en Baqueira. Para que la familia Pujol deje de darnos lecciones de impunidad tirando encima de cachondeo, ironía y retintín. Para que no nos despertemos cada día con un nuevo imputado. Para que desaparezca esta sensación de que al final todos se irán de rositas. Para que deje de gobernarnos una presunta pandilla de gánsteres a golpe de corrupción.
Qué coño tiene que pasar para que los jueces no sean apartados de los casos más incómodos para el poder. Para que magistrados como Ruz, Castro, Andreu o Alaya ostenten cargos vitalicios y puedan seguir investigando y sacándonos los colores hasta que se harten ya de tanta sinvergonzonería y decidan jubilarse por hastío, por edad o por vocación.
Qué coño tiene que pasar para que dejen de vendernos tanta recuperación macroeconómica sin mencionar siquiera la desigualdad. Que mientras haya un solo parado, una sola familia desahuciada, un solo niño con síntomas de desnutrición y un solo paisano tan dependiente como olvidado o por debajo del umbral de la pobreza, se nos tendría que caer la cara de vergüenza por permitir cánticos triunfalistas como los que empezamos a tener que aguantar. Eso es tratarnos de más idiotas de lo que ya fuimos por haberos votado. Los que os votaran, claro.
Qué coño tiene que pasar para que dejen de salirnos candidatos y partidos políticos de debajo de las piedras como si fueran pop-up stores. Para que dejen de taparse el culo entre ellos. Para que dejen de dar este espectáculo lamentable de luchas fratricidas que no hacen más que dejarlo todo perdido y ensuciarse y ensuciar. Para que dejen de poner su mano en el fuego y pongan todo lo demás. Para que alguien ya no necesite darnos la chapa todo el tiempo porque por fin ese alguien sea creíble. Para que exista realmente libertad de voto. Y no el candidato menos molesto y más mediocre que un sistema corrupto y corruptor haya decidido aupar.
Qué coño tiene que pasar para que los sindicatos entiendan que su tiempo ya pasó. Que les adelantaron por la izquierda, que se hicieron viejos esperando la última reencarnación de Georges Sorel. Que son un producto obsoleto, la vieja propuesta tocada y hundida que ya nadie compra, porque ya nadie se cree. Que su renovación está en las nuevas propuestas de izquierdas, menos vinculadas a consejos de administración de cajas quebradas. Más pequeñas. Más por estrenar.
Qué coño tiene que pasar para que los partidos recién llegados se den cuenta de que lo nuevo no es siempre y necesariamente mejor. Que además de decir que se es nuevo, hay que demostrarlo. No repitiendo las peores prácticas. No heredando los viejos vicios. Y sobre todo, comportándose distinto, que ya sólo eso, siempre será infinitamente mejor.
Qué coño tiene que pasar para que defender al empresario no signifique estar defendiendo la explotación laboral sino la creación de empleo. Qué coño tiene que pasar para que defender a Amancio Ortega no signifique estar de acuerdo con contratar esclavos en Brasil o en Bangladés. Pero también qué coño hay que hacer para que algunos entiendan que la PYME es el motor de la economía productiva de este país, la principal generadora de empleo y el 90% de nuestro tejido empresarial. Y que si no existe autónomo y pequeño empresario, no existe mucho más. Que sin ellos, no sólo gestionaríamos miseria, sino que pronto no quedaría nada que gestionar.
Yo no sé si el coño que tiene que pasar se llama Pablo o se llama Albert o se llama Pedro o se llama Susana o se llama ninguno de los anteriores.
Lo que sé es que ese coño llega justo cuando estamos todos hasta la polla.
Con perdón.