Restar llevando
Un día fuiste casa. Con puerta y sin ventanas. Para que nunca nos llevase la corriente. Yo siempre fui tu chimenea, esa que trasnochaba al calor de tus abrazos.
Tú echabas leña al fuego. Me incendiabas con la fuerza de la gasolina sin aditivos, del alcohol sin más heridas que las que nos hacíamos los dos durante tantas noches de desvelo sin despertador como punto y final a toda nuestra magia.