Hay silencios que dijeron más que miles de palabras. Miradas que se cruzaron y que fueron incapaces de articular una sola palabra. Suspiros que valieron más que champán y rosas. Lo que nunca nos dijimos fue, sin quererlo, el final de nuestra historia. Nuestro punto y aparte al que nunca persiguió un párrafo más. El silencio fue el último verso del soneto que no fuimos capaces de terminar.