Navidad. Probablemente hayas recibido ya unos cuantos regalos. Ese móvil con el que soñabas en las marquesinas de autobús de cada uno de tus viajes de vuelta a casa. Esas deportivas para hacer running y con las que subirás dos fotos a Instagram antes de tener que renovarlas para estar a la moda. Incluso ese par de calcetines que tu madre nunca olvida de incluir en tu lista en bucle cada año.
La Navidad es todos los niños que sueñan con ver nevar tras la ventana de un hospital. Es un marinero en alta mar, soñando con abrigarse en el abrazo de la mujer que le espera en el único puerto de su vida. Es un policía haciendo guardia en una embajada desierta.
La Navidad es un hombre desahuciado que besa en la frente a su hijo y le canta villancicos al oído. Es un refugiado que añora la última Nochebuena rodeado de los suyos. Es un médico de guardia, operando a corazón abierto a alguien que quiere ver un año nuevo entre los suyos.
La Navidad es un anciano que no recuerda quién es, pero siente el calor de la cuidadora que le sonríe al otro lado de su retina. Es el preso inocente, que llora pensando en la ilusión de sus hijos al abrir los regalos que no ha podido comprarles. Es cada persona maltratada, encadenada a una mesa sin grilletes, con la sonrisa falsa puesta.
La Navidad es todos aquellos a los que se llevó un conductor ebrio por delante. Todos a los que las bombas de cualquier guerra arrancó de sus familias. Cada uno de los que se marcharon en brazos de cualquier droga. Cualquiera a quien le duela el corazón y le falten latidos a su lado.
Eso, señores y señoras, es la Navidad. Valorar lo que tenemos, cerrar los ojos, apagar las pantallas, respirar hondo y no necesitar nada más. Echar de menos, sonreír por lo vivido, por lo dolido, por lo soñado, por lo logrado, por lo sentido, por lo conseguido. Lo demás, está de más.
Feliz Navidad.
Feliz Año Nuevo
PODEMOS