Hubo una vez un limosnero que
estaba tendido al borde del camino cuando vio a lo lejos venir al rey con su
corona, su capa y sus seguidores.
En eso pensó: "Le voy a pedir,
porque los reyes son generosos y de seguro me dará siquiera lo necesario para
vivir el día de hoy". Y cuando el rey pasó cerca, le dijo: "Su majestad, ¿me
podría por favor regalar una moneda?" Aunque en su interior pensaba que el rey
le iba a dar mucho más.
Pero con gran sorpresa suya el
rey le miró y le dijo: "¿Por qué no me das algo tú? ¿Acaso no soy yo tu rey?" El
mendigo no sabía que responder a la pregunta y dijo:
"Pero su majestad, ¡yo no tengo
nada, soy pobre!".
El rey respondió: "Algo debes de
tener. ¡Busca!".
En su asombro, el mendigo buscó
entre las cosas de su pobre morral, y se dio cuenta que solo tenía 5 granos de
arroz para comer ese día. Pero se los dio complacido al rey, imaginándose que
sus familiares nunca le creerían cuando les dijera que él había socorrido nada
menos que al rey.
Complacido el rey dijo: "¡¿Ves
como sí tenías?!" Y le dio 5 monedas de oro, una por cada grano de
arroz.
El mendigo dijo entonces: "Su
majestad, creo que acá tengo otras cosas", pero el rey le dijo: "Solamente de lo
que me has dado de corazón, te puedo yo dar".
Es fácil en esta historia
reconocer como el rey representa a Dios, y el mendigo a nosotros. Notemos que el
mendigo aún en su pobreza intenta socorrer al rey cuando éste se lo
pide.
Ocasionalmente, Dios nos pide que
le demos algo para así demostrarle cariñosamente que somos sus hijos y él es el
Padre bueno. Unas veces nos pide ser humildes, otras ser sinceros o no ser
mentirosos.
Nos negamos a darle a Dios lo que
nos pide, pues creemos que no recibiremos nada a cambio, sin pensar en que Dios
devuelve el ciento por uno.
No sé qué te pida Dios en este
momento. ¿Confianza? ¿Sencillez? ¿Humildad? ¿Abandono en su voluntad? No lo sé.
Solamente sé, que por lo que le des, te devolverá mucho más, y recuerda no darle
solamente unos pocos granos, dale todo lo que tengas, pues sinceramente, VALE LA
PENA.
|