Respetando nuestros ritmos
Este
es un tema para mí fundamental, que cada día que pasa me enseña nuevas
lecciones, gracias al cual he aprendido muchísimo estos últimos años.
En mi convivencia con otras personas he llegado a comprender que cada
ser tiene su ritmo energético propio y que respetar ese ritmo es, en
gran parte, la clave para el bienestar físico y emocional. Ese respeto
tiene que venir de uno mismo, pero para que ocurra primero tiene que
haber una gran consciencia de nuestro propio cuerpo. Y esta no es tarea
sencilla en este mundo loco y sin freno en el que vivimos.
La
mayoría de las personas que conozco no saben ni cómo ni cuándo parar.
No saben abandonarse a su cuerpo cuando éste se lo pide. No saben
disfrutar del descanso. Este tema ha sido muy recurrente con muchos
amigos y conocidos, pues uno de los pilares de mi vida es el equilibrio
entre la acción y la inacción.
Por
naturaleza soy una persona energética, activa y muy mental. Mi ser
tiende a querer estar ocupado en todo momento. Quiere hacer cosas,
muchas cosas. Pero por suerte, hace ya tiempo que comprendí que lo que
más me satisfacía era el trabajo productivo, saber que no estoy
perdiendo el tiempo en tareas infructuosas.
Por
eso, lo primero que hago antes de ponerme a hacer cualquier cosa es
planificarla. No se trata de hacer un planning exhaustivo ni de perder
horas pensando en cómo vamos a hacerlo, sino en tener una idea mental
aproximada de lo que necesito para llevar a cabo esa acción.
Organizarse previamente nos puede ahorrar mucha energía y mucho tiempo.
Un tiempo que podemos aprovechar para descansar, por ejemplo.
Personalmente,
prefiero no acumular tareas muy demandantes que puedan llevarme al
agotamiento, por lo que las voy distribuyendo durante la semana y los
fines de semana, prestando siempre atención en dejar entre medias días
no planificados, en los que permitirme no hacer nada. Porque no hacer
nada es una de mis actividades favoritas. Reservarme tardes enteras o
incluso algún día completo con el único objetivo de no pensar, no
planificar… y ver qué ocurre. Normalmente no ocurre nada. Y eso es
precisamente lo más maravilloso.
Cuando me siento más baja de energía de lo normal, paro. Si tenía pensado hacer algo, lo dejo para otro día.
Cuando
menstrúo, aprovecho para abandonarme a mi cuerpo. Reduzco mi actividad
a cero. Me tumbo en la cama y disfruto de estar conmigo misma.
Cuando enfermo, me hundo en la miseria de mi ser. Me permito bajar a las profundidades de mis entrañas. Me recluyo.
Para
mí este equilibrio entre el hacer y el no hacer, el trabajar y el
descansar, es esencial en mi vida. Y a lo largo de los años he
aprendido que cuando no respeto mi ritmo, mi ciclo y mi energía, mi
cuerpo se resiente. Por eso, como ya he comentado, el descanso es
fundamental, pero más importante todavía es disfrutar de ese descanso y
permitirnos vivirlo plenamente. Puede parecer una tontería, pero sé
por experiencia propia que muchas veces nos martirizamos porque nuestra
mente considera que deberíamos estar haciendo ciertas cosas. Y no
siempre es fácil dejar a un lado esos pensamientos, pero tendremos que
hacerlo si queremos disfrutar plenamente del descanso en el momento
presente.
Puedo
decir que gran parte de esta sabiduría la he aprendido gracias a
escuchar a mi cuerpo, pero también gracias a mi pareja, que es lo más
cercano a la personificación de la calma y la quietud que conozco.
Tengo la gran suerte de que no importa cuán ajetreado haya sido el día
en el trabajo, no importa que venga de haber pasado unas horas en la
locura de la ciudad, no importa lo descargadas que estén mis pilas,
pues al entrar por la puerta de mi casa sé que me espera un lugar lleno
de calma y tranquilidad. Por eso siempre me encanta volver a casa.
Para
concluir este post quería dejar claro que todo lo que he contado
parte de mi experiencia única, personal e intransferible. Puede que te
hayas sentido identificada o puede que no. No creo en reglas ni en
métodos ni en enseñanzas que valgan para todas las personas. Porque no
olvides que cada persona es única y, por lo tanto, tiene su ritmo y su
energía propios. La clave está en que cada persona conozca su propio
ritmo y pueda aprender a honrarlo.
Las imágenes de este post pertenecen al ilustrador Richard Wilkinson}