En el arbitraje de mis dedos, pulso nuestro del latir, sucumbe en el interior de silencios, el amor en cada vivir, amanecer en el marfuz oscuro, de un nuevo mañana, cuando en la ventana arde el eximio, cuando el exiguo se extraña, con cadenas ambiguas, y en derredor continuas, de exactitud explícita, cuando la actitud es implícita, cuando en el fondo del tragaluz, el foco o faro de luz, se encadena al sol, en una alborada sin control,
devastada con pluvia, por el escaso procedimiento, de una tarde en lluvia, cuando más enfría y diluvia…