Lo que quisiera decirte y no puedo.
Hay un murmullo en mi pecho,
un susurro que no logra escapar
de mis labios, un río de palabras
que se estanca en la garganta,
ahogado por el temor de que
no sean suficientes.
¿Cómo decirte, amor mío,
que tu nombre resuena en mi sangre
como un canto ancestral,
que tu risa es la melodía
que despierta los pájaros
dormidos en mi alma?
Quisiera decirte que tu piel
no es solo piel, sino un mapa
de constelaciones que mi boca
ansía recorrer, que tus ojos
no son solo ojos, sino dos abismos
donde me pierdo y me encuentro,
dos faros que iluminan la noche
de mis dudas.
Quisiera confesarte que cada
gesto tuyo, cada movimiento,
es una poesía que mi cuerpo
memoriza en silencio, un verso
que se graba en la corteza de mi ser.
Pero no puedo.
No puedo decirte que tu voz
es el eco de un mar que nunca
he visto, pero que reconozco
como si fuera mi hogar.
No puedo confesarte que tu aliento
es la brisa que me salva del desierto,
que tus manos son las únicas
capaces de sostener mis
sueños sin romperlos.
No puedo, porque las palabras
se me quedan cortas,
porque el idioma del amor
es un idioma que aún estoy
aprendiendo, y mi boca balbucea
cuando intenta pronunciar tu nombre
con la devoción que merece.
Quisiera decirte que no hay noche
lo suficientemente oscura para
apagar la luz que despiertas en mí,
que no hay distancia lo suficientemente
larga para que mi corazón
deje de latir hacia ti.
Quisiera gritarte al oído
que eres la dueña de mis silencios,
la reina de mis secretos,
la musa de todos los versos
que nunca escribí.
Pero no puedo.
No puedo, porque el amor
que siento por ti es tan vasto
que no cabe en las palabras,
tan profundo que se hunde
en el abismo de lo indecible.
Y entonces, me quedo callado,
mirándote, esperando que mis ojos
digan lo que mi boca no se atreve.
Esperando que, en algún momento,
tú lo escuches en el susurro del viento,
en el latir de las estrellas,
en el silencio que habita entre nosotros.
Porque lo que quisiera decirte
y no puedo, amor mío,
es que eres mi eternidad,
mi aquí y mi ahora, mi siempre.
Y que, aunque no lo diga,
mi cuerpo lo grita, mi alma lo canta,
mi ser lo sabe. Eres tú.
Siempre tú.