
Te recorro como un poema en llamas,
con versos de saliva y tinta caliente.
Tu piel es un párrafo en braille,
lo leo con labios que no saben callar.
Tus muslos, dos puertas entreabiertas,
un secreto escrito en lenguaje de sombras.
Y yo, cartógrafo de tu geografía,
dibujando caminos con la yema de mis dedos.
Tu ombligo es un punto suspensivo,
un respiro antes del último verso,
donde el deseo firma su nombre
y el alba nos encuentra sin metáforas.

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