Te confieso, mujer,
que no hay nada más hermoso que tú,
que el sol se apaga ante tu luz,
que la luna envidiaría tu piel
si pudiera tocarla como yo.
Eres el suspiro que se roba el viento,
el manantial donde mi sed se calma,
el fuego que arde en mi pecho
y me consume sin temor.
Cada curva de tu cuerpo
es un poema escrito por el cielo,
cada mirada tuya
es un hechizo del que no quiero despertar.
Te confieso,
que cuando hablas, el mundo calla,
que cuando me miras, todo desaparece,
y solo existes tú,
tú… y el deseo de amarte sin final.
Eres mi locura más dulce,
mi pecado más bello,
mi más profunda devoción.
No hay nada más hermoso que tú, mujer,
y si alguna vez el universo
intentara opacarte,
sería en vano,
porque tu belleza
no se mide con los ojos,
se siente con el alma.